1. Lady Marion Shepard.

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La brisa fría del océano alborotaba su larga cabellera mientras galopaban a la orilla del mar, empezaba a caer la tarde y un hermoso matiz anaranjado teñía el color pálido del cielo <<todo era perfecto>>. Su amado le cargo en brazos bajándole del corcel, la sostuvo apasionadamente por su delgada cintura, acercando sus húmedos labios y cuando estuvo a punto de rosar su boca...

<< ¡Dela, Ya es hora!>> Le despertó su padre.

"Otra vez, nada más que un sueño" refunfuñó la joven levantándose a regañadientes. Anhelaba con todo el corazón dar un giro total a su realidad y aunque no le faltaba nada, fantaseaba con vivir aquel acostumbrado romance en las literaturas de su tiempo. Suspiró sin más remedio, por el momento debía limitarse a tan solo imaginar, no había nacido con tantos privilegios, en cambio siempre le acompañaba la encantadora obligación de limpiar el granero, alimentar los rocines, lavar la ropa, coser las viandas y uno que otro quehacer del humilde rancho en que vivía, nativo de un pequeño pueblo costero. Jaywick. Inglaterra.

Adeline hizo a un lado sus pensamientos y se dispuso cumplir con su cometido.

Era la tercera de cinco chicas y un varón. Sus hermanas parecían estar lo suficientemente adaptadas a tal forma de coexistir, las mayores Anabelle y Eliza se habían comprometido con jóvenes del mismo pueblo; pero ella, seguía soñando con tener esa vida digna de la aristocracia y en definitiva no iba conformarse con menos. Qué pena que la suerte no estaba a su favor, su padre solo era pescador y el dinero apenas alcanzaba para abrigo, alimentos y de vez en cuando algún viaje a la ciudad, por libros para ella y chucherías para las demás.

-¡Adeline! –gritó Eliza interrumpiendo su lectura. -Necesito tu ayuda, la tía Marion debe estar cerca, y sabes bien, lo presuntuosa que suele ser esa mujer. –Agregó mientras ponía la mesa.

Lady Marion Shepard recientemente conocida como la condesa de Bradford, era una dama que había alcanzado su fortuna a mediana edad (nueva rica, como la gente solía llamarle a sus espaldas) puesto que de algún modo se las arregló para casarse con el conde de una ciudad adinerada al oeste de Inglaterra, a ella siempre le caracterizó su gran astucia y la forma perspicaz de conseguir sus objetivos, por eso la joven le admiraba, a pesar de la manera un tanto burda de tratar a su familia.

Vio asomarse un carruaje elegante, con finos corceles y un lacayo ataviado con traje de cola y guantes blancos, "aun la ropa de un sirviente era mejor que la que usaba su padre" pensó la chica mientras el empleado se disponía abrir la puerta a la condesa, del coche salió una señora alta que llevaba un vestido color esmeralda y el pelo envuelto en un gran moño, con unos cuantos rulos que caían a su espalda, sin duda era su tía Marion, más robusta de lo que recordaba, pero con el mismo aire de elegancia y superioridad que la distinguía.

Adeline no perdió un instante para allanarle con preguntas sobre sociedad.

-Deja al menos reposar a la mujer. –intervino su padre mientras se acercaba a recibirle.

-Mi querido cuñado. –Dijo la dama respondiendo el saludo sin mucho entusiasmo.

No se requería gran esfuerzo para notar el mutuo descontento, desde tiempo atrás, llevaban una disputa entre ellos, pero después del fallecimiento de Sarah, ninguno se atrevía a mencionarlo. Marion jamás estuvo de acuerdo en que su hermana menor se casase con un pescador, decía que no era suficiente y que "con tiempo y disposición encontraría un mejor partido", justo como ella lo hizo (período que tardo no más que quince años, pero tales mujeres, no se conforman con menos).

-He venido con un deseo particular. –Manifestó la condesa llamando la atención de todos. –Tengo a mi disposición el derecho de llevarme a una de mis jóvenes sobrinas a Bradford, para darle la educación y formación que nunca tuvo y presentarla en sociedad como mi sucesora legítima, ¡a ver si le encontramos buen esposo! –agregó con vehemencia.

Declaración que dejo a todos boquiabiertos; la tía Marion, dada su larga espera para conseguir marido no tuvo la oportunidad de tener hijos propios, y el hecho de que estuviera dispuesta a sacar a una de aquellas doncellas de la pobreza, era más que un acto noble.

-¡De ninguna manera cuñada! Exclamó su padre interrumpiendo el silencio. –no voy a permitir que se lleve a ninguna de mis pequeñas a ese lugar lleno de gente mal intencionada, además aquí tienen de todo, ¡que no les falta nada! –replicó un tanto irritado.

-¿De qué gente mal intencionada habla usted señor Ferrer?, si las personas más educadas provienen del mismísimo Bradford, además ya no son unas pequeñas, están grandecitas, a ver si le da al menos la oportunidad de elegir a ellas.

Su padre no tuvo más remedio que darle la razón en contra de su buen juicio, sabía que su cuñada no iba a darse por vencida, tal vez no pudo lograrlo con Sarah, pero haría lo posible por poner a una más de su familia en alta sociedad y "conseguirle buen esposo", eso sí debía darlo por sentado.

La condesa hizo que las chicas se presentaran frente a ella para elegir a su mejor candidata, Adeline no dejaría escapar una oportunidad como esa, así que se paró bastante erguida intentando verse más alta y elegante, mientras la dama las observaba con cautela.

-Me llevaré a una de las dos a mayores dijo sin vacilar un momento.

-Agradecemos mucho su consideración querida tía. –Respondió Anabelle. –pero mi hermana Eliza y yo estamos comprometidas con hombres honrados de nuestro pueblo, pescadores también "pero honrados". –Agregó orgullosa la jovencita.

-Que más se podía esperar de este pueblo. –Balbuceó lady Marion, volviendo a poner sus ojos en las tres chicas restantes y fijándose minuciosamente.

-Entonces me llevaré a una de las dos menores. –Prosiguió.

-Eso si no lo permitiré. –Protestó el padre. –apenas son unas crías, solo tienen doce y trece, y son inseparables.

Por esa ocasión su cuñado tenía razón, de todas formas, le tomaría demasiado tiempo hacer su debut formal en sociedad.

-Si a alguien desea llevarse, debe ser Adeline. –Sugirió Ana. –Siempre está leyendo esas novelas sobre la nobleza, sin mencionar que tiene la edad suficiente.

A la condesa no le quedaba otra opción, miro detenidamente a la señorita, sin duda aparentaba la misma edad que sus hermanas menores, la pobrecita era la menos agraciada de todas, algo delgada para su estatura, tenía pocos atributos femeninos y usaba un vestido color azul desgastado, que evidentemente no era su talla porque oprimía su pequeño busto, era de tez blanca pero un tanto pálida, castaña y de pelo largo, lo llevaba suelto al viento y algo descuidado, unos hermosos ojos cafés y un bonito rostro.

-Prometo no defraudarla mi querida condesa, y dar mi mejor esfuerzo para hacerle honor a su nombre. –Aseguró la chica haciendo una leve inclinación.

La dama se quedó en total silencio, mientras parecía dudar de su decisión, dejando a todos los presentes, en expectativa de su respuesta.

Nota de la autora:  este es el primer capitulo de una gran aventura... espero que la disfrutes tanto como yo. cuéntame ¿que tal te pareció?  y ¿que deseas que ocurra en el siguiente capitulo? 

PD: los leo.️❤️

Ensueño. Una comedia entre prosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora