Vagabundos del Amor C14 👣

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El teléfono empezó a sonar, fue mi turno de interrumpir. Contesté.

—¿Qué pasó, Ernesto, todo bien? —preguntó Martín.

—Sí, ya estoy terminando, en unos quince minutos estoy por allá.
—Ok, no se te olvide traer tu laptop y la calcu -insistió con el recordatorio.

—Ok, despreocúpate, ya están en la maleta —respondí para callar sus ansias.

—¿Quién era? —preguntó Hosmar con saña cuando colgué.

—Martín, un amigo.

—Ok, ¿y qué quería? —insistió.

—Tenemos una tarea en equipo que debemos realizar y me están esperando en el café que está en el malecón.

Me senté en la orilla de la cama, él extendió su mano y tomó mi cintura, haciéndole pequeñas caricias, donde se sembraron algunas cicatrices, que no han terminado de sanar.

—Entonces debes ir, amor, no quiero que dejes de cumplir con tus notas por mi culpa —mencionó, mirándome a los ojos.

—Pero yo quiero estar aquí, a tu lado, un rato más —respondí con pocas ganas de alejarme un centímetro de él.

—No te preocupes, amor, días de estos habrá muchos más, a mí no me importa que sean solo unos minutos, esos me bastan—respondió mientras buscaba su ropa.

Pareciera que sabía lo que pensaba, me tomó del mentón con su mano derecha, una vez que terminamos de vetirnos, subió mi rostro hasta colocar a la par nuestras miradas.

—Descuida, la próxima vez te juro que será más especial, lo compensaré por aquella vez que me fui y por esta ocasión -dijo mientras sus labios besaron mi frente y sus manos tomaron mi rostro suavemente.

—Pero por lo ocurrido hoy yo tuve la culpa -respondí un poco decepcionado.

—Haz de cuenta que no fue así, ¿te parece? —Sonrió mientras sus brazos rodeaban mi cintura.

—Ok.

Sorpresivamente me levantó del piso llevándome a unos cuantos metros de altura, girando al ritmo de ilusiones, momento el cual al día de hoy recuerdo y pienso que sí fue real nuestro amor.

Salimos del cuarto, bajamos las escaleras y me dirigí al sillón en donde estaba mi mochila, abrí el cierre y de un solo giro la vacié. Tomé del escritorio la laptop y de la mesa del comedor la calculadora y nos dirigimos a la puerta de la entrada, cuando tomé el cerrojo para abrir, de pronto su mano se colocó arriba de la mía.

—Espera —dijo alarmado.

—¿Qué pasó? —respondí desconcertado, dirigiendo mi mirada hacia él.

—Se me olvida algo —contestó.

—¿Y qué es? —respondí desconcertado.

—Esto. —Murmuró, tomándome de mi cabeza con sus manos y llevándome a sus labios.

La intensidad era aún fuerte, mi mente pedía a gritos seguir disfrutando de su piel, sin embargo, tenía que controlar mis impulsos.

Saliendo de casa, la tarde rojiza volvía a reinar, la brisa fresca nos confortaba cuando nos mirábamos fijamente, era imposible dejar de observar el brillar de sus ojos, no me imagino cómo me vería yo. Cuando faltaba una cuadra para llegar, nos detuvimos.

—¿Qué pasa? {preguntó.

—Aún no estoy listo para presentarte con mis amigos... Dame unos días, ¿sí? —respondí temeroso de su reacción.

Vuelve a mí. (book 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora