Un Distintivo C23 💠

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Sentí que me asfixiaba con el mismo aire que respiraba.

—Ábrela —dijo sutilmente.

Dentro había una piedra ovalada color morado rodeada de una cintilla color plateado que brindaba mayor realce a su color. Al sacarla, vi que era un broche.

—Quiero que lo uses el día de mañana en tu saco, yo llevaré el mío también —dijo entusiasmado.

—Claro.   

—Eres lo mejor que me ha pasado, Ernesto. Te amo —dijo con sinceridad, la misma que haría ceder a los jurados de un tribunal, aunque fuera en verdad el culpable.

—Yo también te amo, Hosmar, en tan poco tiempo no te imaginas cuánto —respondí, quedando al desnudo mis sentimientos hacia él.

—Me agrada escuchar eso —dijo mientras daba un pequeño golpe al cofre de mi vehículo—. Te veo mañana.

Al avanzar, pude observar por el retrovisor que tomaba otro camino y pude percibir que algo había ocurrido, sentía que algo le preocupaba. Sin embargo, no hice caso de nuevo a mi sentir, no quería arruinar el momento, coloqué la caja en el tablero y conduje hasta llegar a casa. Al llegar, observé que no habían llegado mis padres, tomé la caja del tablero y bajé inmediatamente para abrir la cajuela y sacar la mochila, lo que menos quería era algún interrogatorio así que me apresure abrir las puertas de la casa, un dolor se alojo en mi abdomen el cual procure ignorar, subí las escaleras, sin pensar que tuviera éxito el plan. 

El tan ansioso día llegó, viernes por la mañana, a pocas horas que empezara el baile, eran las 10:45 cuando desperté, algo tarde para ser exactos. Al ver la hora en mi despertador, observé mi celular para ver si tenía algunas llamadas perdidas o mensajes, sin novedad, al parecer sería un día extraordinario. No sabes cuánto me arrepiento de haberlo deseado.

Observé por la ventana, y al parecer pintaba ser un día perfecto, bajé a la cocina para prepararme el desayuno, para mi sorpresa mis padres ya estaban ahí, hecho sin precedentes; mi padre estaba picando unas cuantas frutas y mi madre estaba preparando unos hot cakes, almorzaríamos juntos como familia, tenía tiempo que no sucedía.

—Buen día, tesoro, ¿emocionado por el baile? —dijo mi madre al verme.

«“Tesoro, cariño”, es una nueva faceta de mi madre que aún no me acostumbro a digerir», pensé.

—Un poco —respondí, rascándome la cabeza—. ¿Por qué están haciendo el desayuno los dos? 

—Queremos de esta forma agradecerte todo lo que has hecho, hijo, has mantenido la casa estable, te has encargado de los deberes que te he encargado del trabajo, y todo esto lo lograste aun con todas tus responsabilidades en la escuela —dijo mi padre.

Mi madre me dio un abrazo, admito que fue algo inesperado y maravilloso. Me senté en la silla de siempre del comedor, esperar la comida da mucho más apetito que estarla preparando.

Empezamos a comer una vez que se encontraban todos los alimentos en la mesa, mi madre nos contaba las anécdotas que le sucedieron en San Nicolás, mi padre nos ponía al tanto con sus negocios, al paso que iba pronto tendría otro despacho con nuevas firmas que lo respaldaran. 

Al terminar de almorzar me dirigí a mi habitación para cambiarme e irme a la universidad, los miembros del staff de la banda los Búhos Grises, el Dj y la orquesta de la escuela empezarían a llegar para colocar los instrumentos y hacer las pruebas de audio. «Solo espero todavía no hayan llegado», pensé. Sin embargo, al llegar a la escuela, observé que no había ningún furgón de carga o personas, bajé del carro y decidí esperar, mi celular empezó a sonar, había un mensaje de Hosmar en el que decía:

«Buena tarde, amor, estamos a escasas horas de tu gran día, te amo» escribió él.   

«A pocas horas de que empiece el caos, pero sé que a tu lado todo será perfecto» le escribí. 

«Tranquilo, todo saldrá bien. Paso por ti a las 19:40, te amo», contestó él.

«Ok, te veo en la esquina de mi casa. Te amo mucho más», le escribí.

—Disculpe, traemos el equipo de sonido para el baile. —Escuché una voz ronca que me hizo retomar la vista hacia enfrente.

—Pasen, es al fondo a mano izquierda —respondí a aquel señor un poco descuidado de su persona y enorme estómago.

Todo estaba saliendo como estaba planeado, el tiempo transcurrió, los meseros y personal encargado de dirigir el evento llegaban al lugar, ya eran las 17:30. Al ver que todo estaba en orden, decidí irme para almorzar y descansar un poco, agradecí en aquel momento la magnífica idea de que Fátima contratara organizadores, así podría disfrutar de aquel perfecto momento. Al salir, observé que estaba entrando Estrella con algunas charolas, detrás de ella venían algunos de sus trabajadores, también con las manos ocupadas.

—Ernesto, ¿qué haces aquí? —dijo algo sorprendida

—Ya me iba. 

—¿Ya comiste? 

—No, de hecho, voy a la casa a almorzar.

—Te conozco, no comerás nada, toma de la charola unos cuantos bocadillos.

—No, ¿cómo crees?, son para el baile.

—Estoy entregando diez charolas extras, Ernesto, así que prácticamente no estás tomando nada del baile.

Con ese argumento claro que no me negué y estaría loco si lo hubiera hecho, los postres y bocadillos de Estrella eran los mejores de la zona, así que me mandé un poco y tomé algunos para no cocinar en casa.

—Anda, ya vete a descansar, para que disfrutes el baile; si no, andarás cansado.

—Ok, te veo al rato —dije, despidiéndome con un beso en la mejilla.

Observo que iban llegando los encargados de la alfombra roja, al parecer la garrapata cumpliría su promesa.

Al llegar a casa y abrir la puerta, mis padres se encontraban en el sillón de la sala viendo una película.

—¿Qué tal va todo? —dijo mi padre al verme.

—Bien, ya está lista la mayor parte.

—¿Ya comiste? —preguntó mi madre.

—Sí, Estrella me dio unos bocadillos que me llenaron, voy a subir recostarme un poco, si no salgo a las siete de la tarde, me podrían despertar.

—Ok, corazón, ve a descansar un rato, nosotros te despertamos.

—No se les olvide ya que solo tendré cuarenta minutos para alistarme.

—Ok, campeón, es más, pondré la alarma en el celular  —dijo mi padre mientras sacaba el celular de su bolsillo.

Con tranquilidad me dirigí al cuarto, sin dudarlo, estaba tan exhausto que, al colocar mi cabeza en la almohada, caí rendido. 

Vuelve a mí. (book 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora