Coincidencias C2 👥

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Al llegar, subimos a nuestras respectivas recámaras, la tarde empezaba a colapsar, llegando la noche junto con gotas de lluvia que caían en el cristal de mi ventana, no pude evitar sentarme en la orilla del repose que se encontraba cerca de aquella ventana, mis lágrimas caían al compás de la lluvia, mi tía tocó la puerta y entró.

Al verme secándome las lágrimas, no pudo evitar preguntar:
-¿Qué te pasa, hijo?
-Nada.
Mi tía me abrazó de una manera en que nunca había sentido,
ni con mi madre, me secó la cara con un pañuelo delicadamente.
-¿Qué te pasa?
Yo no sabía qué decir, los rotundos «nada», «estoy bien», no la sacaban de la duda. Al ver que no le contestaba, empezó a preguntar.
-¿Extrañas tu casa?, ¿a tu novia?, ¿a tu novio?
La última pregunta no me pudo afectar más, ya que con más
razón las lágrimas eran notorias.
-Hijo, ¿qué pasa? Dime, confía en mí.
La miré a los ojos.
-¿Crees que soy buen hijo, tía?
-El mejor -respondió.
-¿Aunque tenga gustos distintos? -volví a preguntar.
-¿A qué gustos te refieres, hijo?
No encontraba la manera de decirle, me invadía la pena y la
necesidad de ser escuchado, el miedo me consumía tanto que enmudeció mis labios por un instante.
-¿Te gustan los chicos?

La miré, después ella me abrazó.
-Todo estará bien.
De repente entró mi madre.
-¿Qué está pasando?, ¿está todo bien?
Mi tía, que estaba compartiendo conmigo ese momento de confesiones, secó mis lágrimas.
-Todo está bien, tan solo le estaba contando lo feliz que soy al
ser madre. -Por la alegría de escuchar aquella mentira piadosa, mi
madre no pudo evitar sonreír, acercándose hacia nosotros.
-Pensé que algo más había pasado. En fi n, hijo, empaca tus
cosas, mañana regresas a la ciudad.
-¿Nos vamos mañana? -pregunté desconcertado.
-No, hijo, te irás tú. Yo debo ayudar a tu tía por un tiempo.
Por la voz autoritaria de mi madre y por la pena de haberle
confesado a mi tía mi preferencia sexual, no dudé ni un segundo en tomarle la palabra.
-Entiendo, iré a hacer las maletas.
De inmediato salí del cuarto y corrí al baño. Una vez que salí
del cuarto, mi madre preguntó a mi tía de nuevo:
-¿Seguro no le pasa nada a Néstor?
Mi tía miró a mi madre y le respondió con otras preguntas:
-¿En verdad le tomas atención a tu hijo y lo entiendes? Creo que no -dijo, levantándose del repose para salir de la recámara.
Mi madre se muestra confundida por lo acontecido.
Mi madre no suele ser muy afectiva hacia otros, mucho menos
mostrarse débil ante los demás. En el momento en que mi tía ya
no estuvo en la recámara, algunas lágrimas brotaron de sus ojos, al
no saber en qué estaba fallando. Mientras, yo me encontraba aún en el baño, observando mi rostro en el espejo, preguntándome:
«¿Quién soy?, ¿qué pretendo con esta mentira?». Ya no sabía qué
hacer, sentía que todo se venía a pique y no había escapatoria.

Regresé a la recámara tratando de mostrarme calmado, esperando que mi tía no hubiera dicho nada de lo que yo le había confesado.
Mi madre aún se encontraba sentada en la cama, al lado de mi valija lista. Desconcertado me acerqué a ella, pensando en todo lo que pudiese ocurrir.
-Iba hacer la maleta al regresar del baño -contesté.
La miré fijamente, se notaban sus ojos llorosos, pero ninguna
lágrima brotaba de ellos.
-¿He sido mala madre? -preguntó sin lograr evitar quebrar
la voz y soltar en llanto. No sabía qué hacer, era la primera vez que
algo así me pasaba con mi madre.
-No-respondí.
Ella me miró y se levantó de la cama dirigiéndose hacia mí y, frente a frente, me tomó de los hombros con sus manos.
-Solo hago lo posible para educarte bien. -Quería seguir
platicando, se notaba en su mirar, pero prefirió salir de la recámara-. Mañana a las seis de la mañana sale el camión, tienes que irte
temprano, así que no te duermas tarde, no se te olvide reinscribirte
en la universidad -dijo antes de cruzar la puerta e irse alejando
por el pasillo.
-¿Me iré solo de la casa o me irán a dejar a la estación? -pregunté.
-Todo depende de cómo amanezcan tu tía y la bebé -respondió llegando a su recámara, que estaba a unos cuantos pasos de la mía.
Después que cerró la puerta, me recosté en el respaldar de la cama y mi madre en la puerta de su habitación, ambos nos pusimos a pensar, yo en cómo manejaría esta situación, que no podía ni debía salirse de mis manos. Cientos de sentimientos encontrados surgieron, aquella noche fue difícil de conciliar el sueño.
A la mañana siguiente, tocaron la puerta, era mi tía preguntándome si ya estaba listo para que me llevaran a la terminal de auto-
buses. De inmediato me levanté, me vestí y salí, al abrir la puerta
estaba ahí mi tía, recibiéndome con una sonrisa alentadora.
-Qué guapo, bajemos, no hagamos esperar a tu madre -dijo.

Vuelve a mí. (book 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora