Negociaciones C35🤝

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Miré sin miedo alguno a esas dos, sus semblantes habían cambiado. El chico pasó, entregó su celular al director y este lo miró detenidamente, se observaba el periódico amarillista que tenía en las manos la güera oxigenada, también el momento en donde Raquel agredía verbalmente y mi reacción ante ello, inclusive hasta cuando la levantaban del piso con las miles de burlas hacia ellas, rematando con la amenaza que recibí al final por parte de la garrapata.

—Bueno, chicas, ante este video, las cosas se miran distinto y si vamos aplicar la expulsión a su compañero Ernesto, también la debo ejecutar para ustedes, así que, díganme, señoritas, ¿qué proponen?, ¿una expulsión de tres días para los tres?, ¿o la definitiva?

—Por mí no hay problema en que sea la definitiva —afirmó tajantemente Raquel.

—No, no, no, yo no puedo perder mi beca —respondió angustiada la güera oxigenada.

—¿Beca? ¿Eres pobre para solicitar una? —respondió Raquel a su amiga, bueno, si así se le puede llamar a una amistad que se basa en apariencias.

—Bueno, tal vez mis padres se están quedando sin fondos —cuchicheó la güera oxigenada mostrándose expuesta y humillada por su propia mentira.

—Señoritas, no estamos aquí para discutir su estatus social, ¿qué proponen entonces? —dijo el director sin poder evitar reírse un poco ante esa pequeña discusión torpe.

Negociaron entre ellas para escuchar su decisión, no lo puedo negar, estaba preocupado de que eligieran la expulsión definitiva, Raquel era capaz de pagar la colegiatura de su cómplice en otra escuela con total de salirse con la suya. 

—Que sea la expulsión de tres días —respondió la güera oxigenada. 

—Me parece sabia su elección, chica, así que a partir de hoy tienen tres días de descanso, todos los productos académicos que sean vistos en esos días no podrán recuperar dichos porcentajes, al igual que el valor de las faltas. ¿Entendido?

—Sí  —respondimos ante la sanción.

—Esto no se quedará así, Ernesto, te voy a demandar —dijo Raquel fuera de sí.

—Tenga cuidado con lo que hace, señorita, usted también podría ser demandada por discriminación y se podrían complicar un poco más las cosas, ya que usted en el video muestra felicidad ante la muerte de una chica inocente. Le recomiendo que no haga nada torpe, ya que estoy dispuesto a testificar a favor de Ernesto, al igual que muchos de sus compañeros —respondió el director en un tono severo.

Gritos, y lloriqueos torpes se escucharon de una chica mimada que perdió el control, todo lo que planeaba para dañarme salió perjudicándola a ella también. 

—Vayan con la secretaria y pídanles que les haga el oficio correspondiente y se puedan retirar por sus cosas, y los veo dentro de tres días —respondió el director mientras nos retirábamos. Antes de cerrar la puerta observé al director, vi que me guiñaba el ojo, en señal de que todo había salido bien, al parecer no le hubiera agradado la idea de expulsarme.

Al recibir el oficio, lo firmé y salí de la oficina, ya se habían marchado todos los que mostraron su apoyo hacia mí, los prefectos se encargaron de ello. Caminé hacia el salón, iba leyendo el oficio, en mi cabeza ya estaba ideando la forma de hablar con mis padres al respecto sobre mis preferencias, ya no quedaba mucho tiempo, no era problema decir alguna explicación diferente ante esta expulsión. Al llegar al salón, mis compañeros observaron cómo tomaba mis cosas.

—¿Qué pasó? —preguntó Martín inquieto al ver que no tomaba asiento.

—Nada, les cuento en la tarde cuando salgan y estén en el café —dije mientras me despedía de ellos con un beso en la mejilla.

—Profesor, ¿puedo darles un aviso a mis compañeros?

—Claro que sí, Ernesto, adelante.

—Grupo, por un pequeño incidente me retiro por tres días, cualquier problema o inquietud, mándenme un mensaje o llamada, con gusto los atenderé, dejo a mi cargo a Rosalin, también con ella se pueden dirigir.

Al salir del salón el murmureo empezó a escucharse, al parecer Raquel ya había entrado antes que yo por sus cosas. Llegué a la entrada de la escuela para salir y dirigirme hacia mi vehículo, donde la prefecta Ross me abordó.

—Eres un gran chico, Ernesto, nunca te olvides de eso y cualquier cosa sabes que cuentas con mi apoyo —dijo mientras me daba un fuerte abrazo, el cual me reconfortó.

—Gracias, Ross, yo también te aprecio —dije mientras me secaba unas cuantas lágrimas y trataba de sonreír.

—Aquí, entre nosotros, esa bofetada se la merecía de ambos lados esa chica malcriada —respondió susurrando a mi oído, tratando de hacerme reír un poco, mientras seguía mi camino.

En el trayecto no había nada más confortante que escuchar la canción con la cual bailamos aquella noche tan especial, tranquilizaba mi ser, en ese momento sin estar a su lado me sentía incompleto, en parte podía entender a Estrella. Cuando llegué a casa, estaba mi madre en la cocina preparando un volteado de piña.

Al subir a mi recámara y sentarme en mi cama, observé a lo lejos un brillo que provenía de la silla en donde estaba la computadora, era el broche que estaba en el saco. Me dirigí hacia él y lo desprendí. De nuevo fui a la cama, no dejé de mirarlo junto con el anillo, mi mente se invadía de todo tipo de recuerdos. Entonces tocaron a la puerta, era mi madre que traía No demoraban en salir los chicos de la universidad, así que me cambié de ropa, dándome una ducha antes de ello, Me dirigí hacia la cocina donde estaba mi madre aún cocinando y tomé un cuchillo para cortar una rebanada del volteado de piña para comer en el camino.

—Hijo, ¿dónde vas ahora?

—Tengo que ir al café, ma, Estrella necesita ayuda, estaremos apoyándola entre todos estas semanas hasta que se sienta mejor—dije mientras me despedía de ella con un beso en la mejilla.

Seguía sin recibir mensaje alguno de Hosmar, al subir al carro y dirigirme al café intenté marcar, pero me mandó al buzón. Llegando al café, observé el vehículo de Martín y Estrella, ya todos estaban ahí por lo que veía, a lo lejos observé un moño negro en la parte superior del marco de la puerta de la entrada en señal de luto. Cuando entré, los chicos estaban colocándose en la mesa de siempre, al parecer los trabajadores tenían todo bajo control y no había necesidad de apoyar. Tomé asiento junto con ellos y comenzamos a platicar sobre lo ocurrido unas horas atrás, las risas hicieron falta en aquellas conversaciones, la música no se escuchaba igual, algunas dolían y causaban cierto dolor en el pecho, los puse al corriente contándoles el motivo de la expulsión, también me ofrecí como apoyo completo por esos tres días en el café de Estrella, por supuesto ella no pudo negarse. Llegó la tarde noche, era momento de partir a nuestras casas, observar un poco más tranquila a Estrella calmó nuestras inquietudes. Al llegar a casa, subí a mi recámara con la esperanza de encontrar algún mensaje en la bandeja del chat en la computadora de pero no había rastro alguno de Hosmar, no quise molestar con algún mensaje, no quería que fueran inoportunos y por accidente los leyeran sus padres, así que decidí dormir sosteniendo aquel broche en mi mano derecha. 

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Como ven queridos lectores han pasado los días y no hay rastro de Hosmar.

Y estamos a escasos capítulos de terminar.

Espero la estén disfrutando tanto como yo.

Vuelve a mí. (book 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora