Las Estrellas en su hombro C5 ⭐

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Apresuré mi andar, pasé por una panadería que está de camino a casa, Hosmar se encontraba dentro eligiendo algunas piezas de pan de los mostradores, él me vio pasar, saliendo a la entrada de la panadería con la charola llena de pan.

—Ernesto -gritó.

Volteé inmediatamente al reconocer su voz, fuerte y vibrante, caminé hacia la entrada de la panadería donde se encontraba, él sonrió.

—Tiene que pagar el pan, señor.

—Escuché que dijo la cajera del establecimiento, haciendo que se perdiera aquel lazo intenso de miradas.

—Regreso, después te invito a comer, ¿te parece?

No concluía ninguna palabra, él tenía el poder de bloquearme, con tan solo verlo.

—Tomaré eso como un sí, regreso, no tardo.

En aquel momento se terminaba un noviazgo a unos cuantos kilometros, Raquel no dejaba de suplicarle a Martín que lo pensara, pero él no dejaba de dar los motivos por los cuales no podían continuar. Tres años de historia, en un minuto se redujo a nada.

Para algunos el tiempo, puede ser devastador y doloroso, para otros, oportuno para vivir, amar.

Ese momento para mí había llegado, era la oportunidad de dejar de fingir y permitirme sér, vivir. Estar a su lado era confortable, podíamos contar nuestras anécdotas de vida sin tener que cambiar ninguna característica de ellas, donde mi vida tenía sentido. Pero para Martín era un golpe más de mala suerte que lo orillaba al dolor lleno de recuerdos que lo debilitaban más.

Creo que la vida, o esa fuerza de fe que llamamos Dios, creó la dicha y el dolor, permitiéndonos crecer y madurar, para valorar cada día y que seamos personas que enfrentemos cada reto con la frente en alto o morir en el intento, escalando cada tristeza para alcanzar esa alegría que no será eterna, disfrutando esos momentos que se irán al igual que una estrella fugaz.

Era lo que mi corazón pedía a gritos en aquél momento, dejar atrás el qué dirán y alimentar mi ser.Caminando juntos por las calles serenas, en una tarde-noche pintada de un tono rojizo a causa de la quema de caña a unos cuantos metros en un poblado cercano. Él era para mí aquel preso sueño que siempre yo quería retener a toda costa, por miedo a mis padres, de la gente, me estaba volviendo en el único culpable de no dejarme vivir. Pero me olvidé de atadura alguna.

—¿Cómo te diste cuenta de que podría pasar algo entre nosotros?

—Mírame fijamente a los ojos —dijo.

No pude evitar sonrojarme y hacer a un lado mi rostro para no estar relativamente cerca del suyo, la culpa y miedo regresaban en aquel instante. Él puso sus manos en las bolsas de su pantalón deshilado, tambaleándose con los talones de sus pies, y después me observó fijamente.

—¿Te da pena que observen lo cerca que estamos el uno del otro? -preguntó de forma seductora.

Fue entonces cuando alcé la mirada.

—No es el lugar adecuado para hacer esto -respondí temeroso.

—¿Hacer qué? Solo te estoy pidiendo que me mires fijamente por un minuto?, y al estúpido que se le ocurra insultarnos se llevará un golpe por ello -respondió con una sonrisa que resaltaba los hoyuelos que se formaban en sus mejillas.

Lo miré fijamente como aquella primera vez, mi mirar no podia evitar perdercer en sus ojos.

—Por esto supe que tú eras igual a mí, por ese brillo al momento que me miras, lo pude captar desde aquel día en el autobús que te miré por primera vez.

Vuelve a mí. (book 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora