Siete días, una semana desde que Steve había despertado en la Torre, la mejor semana de mi vida, el rubio había llegado a la Torre el veintiuno de julio y un día después había despertado, era increíble la velocidad con la que habían pasado los días desde que el hombre despertó, días memorables, el rubio me había caído muy bien, a veces no entendía mi sarcasmo pero amablemente le explicaba. Me encanta explicarle todo, es como un bebé adulto. Es increíble que en una semana de conocerse se sintieran tan cercanos, a tal punto que los maratones de películas los hacíamos en mi cama, la primera noche lo hicimos en la sala de cine y nos quedamos dormidos viendo la saga de Star Wars, al día siguiente amanecimos con un terrible dolor de cuello por dormir en incómodas posiciones.
Un día después seguimos el maratón en la sala, pero me quedé dormido y me caí del sofá, el olor de Steve me provocaba sueño o las películas ya no eran tan divertidas como recordaba, así que Steve decidió que el maratón de Star Wars se cancelaba. Al final decidimos tener noches de películas en mi cama, vimos el Mago de Oz y como aún no teníamos sueño continuamos con Titanic. Steve terminó llorando y como acto reflejo lo abracé, extrañamente Steve se relajó en mis brazos y se alejó diciendo que se había metido demasiado en la película, por eso había exagerado al llorar. Y yo lo había consolado diciéndole que se disfrutaban mejor las películas cuando unos se metía de lleno en ella. Sin más palabras Steve se fue a su habitación, pero me deseó buenas noches antes de cerrar la puerta. Steve había dejado su olor en una almohada por eso cambié la mía por la que anteriormente él había usado y logré dormir como un bebé.
Así continuamos todas las noches viendo las películas que una persona normal debía conocer, hasta vimos clásicos de Disney. Anoche vimos Grease y a Steve le gustó tanto el musical que decidí que hoy viéramos Glee, así matamos dos pájaros de un solo tiro, conoce la serie del momento y también conoce de música.
Steve me había obligado a ir toda la semana a a trabajar, así que estaba desesperado por llegar a la cena y que luego juntos fueramos a acurrucarnos a en mi cama frente a la televisión. Siempre hacía palomitas, pero esta vez había hecho un pedido de churros españoles, muchos churros, para comer mientras veíamos la serie.
Me subí al ascensor y pulse el botón del Penthouse, apenas las puertas se abrieron fui recibido por un delicioso aroma, albóndigas con espagueti, que maravilloso olor, Steve tenía manos mágicas a la hora de cocinar. Caminé hasta la cocina y lo encontré frente a la estufa, moviendo lo que supuse era la salsa, al ver que el no notó mi presencia caminé silenciosamente hasta posicionarme justo detrás de él, y lo abracé por la cintura poniendo mi barba sobre su hombre, el dió un pequeño saltito por la sorpresa.
- Tony- Me regañó- Casi me matas del susto.
- No es mi culpa que no sintieras mi magnífico olor.- Me defendí.
- Todo el penthouse está impregnado de tu olor, es muy difícil notar si estás o no. - Explicó el rubio.
- Pareces la típica esposa que espera a su marido con la cena preparada.- Respondí desviando el tema y Steve se comenzó a remover de mi abrazo para que lo soltara, cosa que hice para no incomodar al alfa, entendía que le fuera raro que un alfa le demostrará cariño de esa forma, pero no lo podía evitar, era algo instintivo para mí.
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Otra oportunidad
General FictionLos personajes no me pertenecen. Esta historia es Omegaverse. Si no te gusta esta temática te animo a buscar otra historia, así te evitas traumas y momentos incómodos. Si eres como yo que amas leer a Steve y Tony en diferentes roles esta historia e...