Prólogo.

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Miryeong había conocido a Yuta aquella tarde, cuando al salir de sus clases de ballet como cada viernes, lo vio apoyado en su moto, con los brazos llenos de tatuajes y, posiblemente, el mecho también pues algunos asomaban por el cuello de su camiseta negra.

Sus amigas se marchaban mientras se despedían con su equipo a cuestas y Miryeong les devolvía el adiós vagamente, sin separar los ojos de aquel chico de pelo blanco que fumaba tan concentrado a unos metros de ella.

Su moto estaba mal aparcada, y ocupaba todo el establecimiento que estaba reservado para los taxis, donde normalmente el señor Lee, el chofer de su familia, la recogía cada viernes.

—¿Qué coño miras tanto? —El chico de pelo blanco le habló tirando su colilla al suelo. Miryeong volvió en sí y dejo de admirar la tinta negra de sus brazos para centrarse en los ojos oscuros del chico. No iba a mentir, le intimidaba bastante. —¿Se te ha puto perdido algo por aquí? Joder cómo sois las pijas... —Sacó el móvil de su bolsillo. Miryeong se mantuvo unos segundo más callada, y el chico de pelo blanco habló con otra persona por su teléfono. —Yah, ¿Dónde mierda estás, Yumi-chan? ¡Llevo esperándote una eternidad! —Habló.

La castaña dio un paso adelante. Aunque el chico de pelo blanco le intimidase, ahí era donde la recogían, y ahí era donde tenía que esperar. Intentó ignorar la conversación en japonés que mantenía el desconocido, pero para su mala suerte, llevaba dos años estudiando japonés y entendía de maravilla que ese chico estaba cansado de esperar a su hermana pequeña. Le desquiciaba que su moto estuviera ahí en medio. Seguro que el señor Lee había pasado antes y ahora intentaba buscar aparcamiento el pobre.

—¿Puedes quitar tu moto de aquí? El aparcamiento es para taxis y turismos reservados. —Dijo Miryeong aferrando con fuerza el asa de su mochila de ballet.

—¿A quién cojones hablas? —Dijo el desconocido. Agitó la cabeza y el flequillo que caía por su frente se echó a un lado, dejando una mejor vista de aquellos ojos castaños.

—A ti. —Enfrentó la mirada del chico y se dio unas palmaditas en la espalda, ¡qué valiente! —Seguro que puedes seguir esperando a tu hermana en el aparcamiento para motos que hay allá. —Señaló a la acera de enfrente y el japonés de pelo blanco soltó una pequeña carcajada.

—Pija, cotilla, entrometida ¿y qué más? ¿experta en el japonés? —Yuta se acercó a Miryeong, demasiado para su gusto, pero el coche negro que le llevaba de vuelta a casa hizo sonar un claxon y los dos jóvenes se giraron. El rostro sonriente del señor Lee asomó por la ventana pidiendo disculpas por el retraso y Miryeong soltó el aire que, sin darse cuenta, había estado reteniendo por la cercanía del japonés. ¡Salvada por la campana!

—¡Señorita Miryeong! ¡Disculpe la demora! —Habló el chofer. La castaña le dedicó su más encantadora sonrisa y caminó hacia el coche ignorando al chico de pelo blanco. Pero tal como entraba en la parte de atrás del vehículo, dio un último vistazo al chico tatuado que sonriente y agitando la mano, como si hace unos minutos no le hubiese enterrado con la mirada, se despidió de ella.

¡Nos volveremos a ver el próximo viernes, bailarina Miryeong-chan! —Aquellas palabras en japonés fueron lo último que escuchó antes de cerrar la puerta del coche.

New Romantics |Na Jaemin; NCT|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora