[Han pasado 3 años desde aquel magnífico atraco en la fábrica nacional de moneda y timbre, 3 años de ese plan que fue tan perfecto, un plan dirigido desde fuera por Sergio, el profesor, y liderado desde dentro por Andrés, Berlín, donde éste no tuvo...
Tras el viaje de Oviedo a Madrid, un viaje intenso en furgoneta, pero no muy largo, allí estaban todos, a las puertas del Museo del Prado apunto de entrar: Berlín, California, Palermo, Helsinky, Denver, Rio, Nairobi y Tokyo.
El profesor quedaba fuera, dando vueltas con la furgoneta, siempre a disposición cada vez que lo necesitaran. En el trayecto, comentó que quien daba las ordenes dentro era Berlín, algo que ya todos sabían. Junto a él, Estocolmo, la cual decidieron entre todos que ayudara también desde fuera.
No era una misión fácil, el armamento era el justo, el día que Palermo y California visitaron el lugar escondieron en los baños las armas, pistolas, debajo de los azulejos. Consistía en entrar al Museo como visitantes, primer paso fácil, entraron sin problemas. Una vez dentro, ir en busca de las armas. Se separaron, primero fueron a buscar las armas en los baños Berlín, California y Palermo. Después, Denver y Tokyo. Y por último, Helsinky, Nairobi y Rio. En 10 minutos tenían que estar todos juntos de nuevo, y así fue.
Cogieron las armas con decisión y salieron pegando tiros al techo, se oían los gritos de la gente, rápidamente Palermo y Nairobi fueron a cerrar las puertas y encargarse del primer vigilante. Berlín y California, se encargaron de reunir a los rehenes que estaban más cerca, y Tokyo, Rio y Helsinky fueron en busca de los rehenes y vigilantes que estaban más lejos. Una vez hecho esto, reunieron a todos en el mismo lugar, recogieron los móviles de cada rehen y los apagaron. Cerca había una recepción, pero no la misma por donde está el agujero por el que saldrán, sino otra. En esa recepción había una mujer que quedó escodida detrás, asustada, y Berlín se acercó.
- Hola, ¿estás asustada? La mujer no levantó ni la mirada. - ¿Cómo te llamas? Insistió Berlín apoyándose en la recepción. Levantando la mirada lentamente y temblando respondió: - Esther. - Esther, que nombre tan bonito. Esther, ¿por qué te has quedado ahí detrás? ¿No ves que todos están ahí? Dijo Berlín tranquilo, señalando a los demás rehenes. Seguía temblando, mirándolo, y no respondió nada. - Una pregunta Esther. Acaso no estarás pensando en pulsar el botón de la alarma, ¿verdad? - No, señor. Respondió ella. - Así me gusta.
Berlín se giró y ordenó a California que la cogiera para llevarla junto a los demás rehenes. Cuando California pasó detrás de la recepción para acompañar a Esther tranquilamente, apareció el vigilante que dio problemas, del que Palermo y California hablaron, Gutiérrez le llaman. Estaba aún más escondido que Esther, pulsó la alarma rápidamente, agarró a California del cuello y le apuntó con una pistola. Entonces comenzaron los problemas.
- ¡Berlín! Gritó Tokyo para que se girara y contemplara lo que estaba sucediendo. Berlín se giró y se le cambió la cara, de pronto se puso pálido, reaccionó y comenzó a acercarse como un loco a un paso ligero con la pistola en posición de disparo. - ¡Tú! Un paso más y le vuelo la cabeza. Dijo Gutiérrez. Berlín se paró en seco. - Ahora bajáis todos las pistolas si queréis seguir viendo a vuestra amiguita con vida. Bajaron todos las pistolas lentamente, menos Berlín, que seguía apuntando. - He dicho todos. Insistió Gutiérrez. - Berlín baja la pistola. Dijo Nairobi acercándose a él y bajano su brazo.
Estaban todos ahí, menos Palermo, que fue a mirar de nuevo que no quedara nadie suelto por el Museo. Era una recepción que estaba en el centro, Gutiérrez estaba confiado porque creía que tenía a todos los atracadores de frente, pero no era así. Palermo estaba volviendo, y por suerte por el otro lado.
- Muy bien, ahora seguimos todos así tranquilitos hasta que llegue la policía. Dijo Gutiérrez.
Un poco a lo lejos, Palermo se paró y vio lo que estaba pasando. Berlín se dio cuenta y le hizo un gesto sin que nadie le viera. Gutiérrez seguía agarrando a California, Palermo fue acercándose poco a poco, cada vez más y más, se agachó y pegó su espalda por fuera de la recepción sin que le viera. Rápidamente se levantó y le dio un golpe en seco con la pistola a Gutiérrez. Se quedó inconsciente.
Berlín se acercó corriendo a California y la abrazó. - ¿Estás bien? - Sí. Siguieron abrazandose.
Nairobi y Rio pusieron en orden a los rehenes y los tranquilizaron.
- Hermano, gracias. Dijo Berlín acercándose a Palermo. - Está todo bien. Respondió. - Tenemos que llamar al profesor, las cosas se han puesto feas y la policía está en camino. Dijo California.
Berlín llamó al profesor. - Profesor, hemos perdido el control por un momento y la policía está llegando. Pulsaron la alarma. - Era con lo que más cuidado teníais que tener. Lo sabíais. Reprochó el profesor. - Ya está hecho. - ¿Volvéis a tener el control? - Sí, pero insisto, ya están muy cerca. - Tenemos que ganar tiempo, tenéis que impedir que entren, hacerles ver lo que está pasando y que estáis con rehenes.
Habían pasado 3 horas, la policía estaba apunto de llegar. Tenía que ser un atraco rápido, donde no debían tardar mucho tiempo, coger los cuadros y marcharse, pero las cosas comenzaron mal desde el principio. Estaba claro que estaba comenzando a ser un atraco más largo y duro de lo que se esperaba, y que esto solo acababa de empezar.
_____________________
- Empieza el atarco!! Espero que os guste.
- Gutiérrez será un estilo Gandía, pero no tan exagerado.
- Las cosas se complican por momentos, pero la banda vuelve a tener el control. Solo que el atraco será más largo de lo que todos esperaban.
🙏🏻🖤🐎🔥☄
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.