El viernes a las ocho en punto de la noche Kim-Namjoon escuchó el timbre de la puerta de su casa. Antes de abrir brindó con sus amigos haciendo chocar sus botellas de cerveza, se restregó las manos como el ladrón ante el tesoro que ha usurpado, y abrió la puerta del salón.
Caminó los cuatro metros que le separaban de la calle y cuando se acercó a la puerta, con el corazón latiendo a mil por hora, descubrió que ahí se encontraba una señora con pinta de loca, vestida con un traje fucsia, collares enormes y un pañuelo naranja.
—¿Sí? —preguntó él, seguro de que se trataba de un error.
—¿El señor Kim-Namjoon?
—Sí, soy yo.
La mujer extendió su mano y le dijo:
—Esto es para ti —y le entregó un sobre amarillo, de aquellos que se usan para el envío de documentos.
La mujer dio media vuelta, se subió a un auto, que en realidad era una carcacha vieja, y desapareció.
Cuando ya se habían alejado lo suficiente, ____, que temblaba como un papel, se incorporó en el asiento del copiloto donde había permanecido escondido. Delfina le sujetó la mano con cariño y le dijo:
—Ya está, se lo he entregado en sus manos. No te preocupes. Todo terminó.
En su casa, Kim-Namjoon abrió el sobre y en el interior encontró un mensaje escrito a mano, con grandes letras, que decía: “No iré”.
Arrugó el papel y gritó:
—¡Hijo de…!
Pero en ese momento se dio cuenta de que en el interior del sobre había algo más.
Era una carta…