La tía Beatriz hablo en el colegio para pedir que la esperaran hasta que pudiera ponerse al día con las mensualidades retrasadas. Inventó como pretexto ante el director un problema de salud: "Es mi marido, ¿sabe?, él es un importante escritor y por su postura al trabajar tiene serios problemas de columna. Se ha tenido que operar y usted ya se imaginara los gastos... para qué le digo".
El director cedió a regañadientes, y puso un plazo; quizás intuyó que todo era mentira (lo de "importante escritor" y lo de la operación de la columna). Pero para hacer sentir su poder excluyó la natación de su comprensiva decisión. Taehyung quedaría fuera de los entrenamientos hasta que volviera a pagar.
Beatriz miró a su sobrino aquella tarde, ya de vuelta en casa y sentados en la cocina, le dijo:
—Por favor, no se lo digas a tu madre. Tendrás que ser paciente porque no podré darte dinero para tus gastos.
—Sí, tía. No te preocupes.
—Y no se te ocurra mirar con malos ojos a Min, ¿eh? Que he estado analizando la situación y él tiene razón. Ha sido muy generoso contigo, ¡te lo ha dado todo! ¡Lo mismo que ha Jin! Deberías estar agradecido y calladito —al decir la última palabra hizo el ademán de sellar sus labios como si de una cremallera imaginaria se tratara.
—...
—Que yo no te saco en cara nada, Taehyunf, pero es bueno recordar a quiénes le debemos lo que somos y lo que tenemos. Y tú le debes mucho a Min. Es un ejemplo para ti. Es el padre que nunca tuviste. Porque ese irresponsable que fue tu padre... bueno, se echó a correr tan pronto supo que venías en camino. ¡Vaya padre que te consiguió mi hermana! Hasta las sandalias de la playa le duraron más que el marido.
Mejor no hablemos de eso, tía...
—Y yo se lo dije a Alba. ¡Ese hombre no te conviene! Pero tu madre siempre ha sido una cabeza dura. Siempre ha hecho lo que le ha dado la gana. Ha sido una irresponsable y ha vivido como si la vida fuera una parranda...
Taehyung sintió que la sangre le subía a la cabeza. No podía resistir que ofendieran a su madre.
—Eso no es cierto, tía. Mi madre no es una irresponsable.
—¡Claro que lo es! ¡A mí me lo vas a decir! A mí, que siempre he tenido que apagarle los incendios.
—Ella trabaja muy duro, lo ha hecho siempre.
—Sí, claro... Si trabajara tan duro ya habría ahorrado el dinero para venir por ti. Pero han pasado cuatro años y nada, y es que ella está muy tranquila y cómoda en su casa en Madrid, mientras yo tengo que vérmelas. Y no te lo estoy sacando en cara, ¿eh?, pero así para cualquiera es fácil tener un hijo: lo tienes, lo abandonas y que lo cuide la primera tonta que aparezca. Y yo, francamente, yo estoy cansada de ser esa tonta. ¡Estoy harta, har-ta!
—Lo siento...
—Sí, Taehyung, me imagino que no te gusta escuchar esto, pero es así. Y yo te quiero mucho porque eres mi sobrino, pero es que sólo tengo problemas, problemas y problemas. No tengo un día en paz. Hay días, como éste, en que lo único que quiero es que me dejen tranquila, sólo quiero ¡mandarlo todo al mismísimo demonio!
Taehyung no pudo más. Se dio media vuelta, agarró su mochila y dijo:
—Mándalo entonces...
Y salió corriendo.
Lo último que escuchó gritar a su tía fue:
—¡No me dejes con la palabra en la boca!
Cruzó la puerta que daba a la calle, sintió el viento helado, pero no se detuvo. Corrió con todas sus fuerzas mientras la lluvia le golpeaba la frente.
Corrió, y habría querido no detenerse nunca.
¡Cuánto echó de menos la patineta! En ella había podido volar.
Cuando las fuerzas lo vencieron avanzó a paso lento. Recordó el cuento de Hansel y Gretel, ese que le había leído tantas veces su mamá, antes de dormir, cuando era niño. Recordó la angustia que le provocaba saber que los pájaros del bosque se habían comido las migas de pan que servían para que los niños reconocieran el camino de vuelta a casa.
Pensó en ese cuento y por primera vez en su vida quiso que todas las aves del mundo borraran su camino. Que nada ni nadie le permitiera volver a casa. Quiso olvidar su historia, su soledad, su dependencia. Quiso olvidar ese lugar en el que tantas veces le habían repetido que nada ahí le pertenecía.
Decidió enumerar las razones que lo obligarían a volver y no encontró ninguna. No le importaba la ropa, ni los libros del colegio, ni la computadora, ni nada.
—Nada me ata. Nadie me espera —dijo casi aliviado por la sensación de libertad que esa certeza le daba, y entonces un nombre vino a su mente:
Jin.
Jin, cabeza de mandarina.
Jin, sonrisa de tenedor.
Jin, renacuajo.
—Mi primo Jin—pronunció en voz bajita, convencido de lo mucho que ese nombre significaba para él.
En ese momento el timbre de mensaje de su teléfono sonó. Era su madre que le pedía las tres palabras que contaran su día. Antonio no pensó demasiado. Como ya lo había hecho otra vez, mintió casi mecánicamente: colegio, amigos, piscina.
Y al otro lado del mundo, Alba se fue a dormir aliviada de saber que su hijo se encontraba bien.
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ʟᴀ ʟʟᴜᴠɪᴀ ꜱᴀʙᴇ ᴩᴏʀqᴜᴇ~[tae x rayito]
Storie d'amoreLa lluvia lo supo todo el tiempo....