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A medianoche seguía lloviznando y la bruma cubría toda la ciudad.

El servicio eléctrico se restableció por unos minutos, pero lo hizo con tanta potencia que repentinamente las luces de la casona se encendieron y, enseguida, la mayor parte ellas volvió a apagarse. Los focos no resistieron la sobrecarga y volvieron a las tinieblas.

El taller municipal estaba ubicado en una parte ligeramente alta de la ciudad, lo que permitió que la casa no se inundara, pero la avenida de Los Héroes estaba llena de ramas de árboles, lodo y basura que el agua había arrastrado.

-Es una sensación rara... -dijo Taehyung.

-¿A qué te refieres?

-No sé, Delfina, ahora me parece que es raro saber que no hay un lugar al que puedas regresar. ¡Que no tienes casa! Es como si una tormenta estuviera pasando por mi vida y a mí sólo me quedara esperar, como estamos esperando los tres a que escampe. No lo digo para que sientan lástima. No. Es sólo que van pasando las horas y algo raro me da vueltas por dentro... algo extraño, como no tener los pies en la tierra. Pero luego me da risa, ¡como si no fuera tan grave! Mi mamá siempre decía eso... "no es tan grave, vas a ver que salimos de esta". Si hoy ella estuviera conmigo, ya estaría diseñando un plan B para encontrar un lugar en el que pudiéramos quedarnos. Pero a mí... a mí no se me ocurre nada en éste momento. En fin, no me hagan caso, supongo que ninguna de ustedes puede entenderme.

Delfina se levantó, se desperezó y dijo:

-Es curioso..., qué traviesa puede ser la vida. Tú no tienes una casa adonde regresar y yo tengo una a la que ya no quiero volver.

_____ volvió a romper el silencio y preguntó:

-¿Por qué?

-Porque la persona que debería estar ahí esperándome ya no está. Y me hace mucha, mucha falta.

-¿Quién? ¿Tu esposo? -preguntó Taehyung.

-No -dijo Delfina sonriendo-, a mí no me hace falta un esposo, te lo aseguro.

-¿Entonces de quién hablas?

-He vivido toda mi vida en la misma casa. Cincuenta y tres años sin mudarme. Ahí nací, ahí crecí y ahí me estoy haciendo vieja.

-¿Con quién vives?

-Soy hija única, Taehyung. Mis padres fueron estupendos, se querían y me querían muchísimo. Mi madre murió hace diez años luego de una larga enfermedad, y yo me quedé a cuidar a mi padre, con quien siempre tuve una relación muy linda.

-¿Nunca te casaste?

Delfina movió su cabeza.

-No, nunca me casé. La vida a veces falla en la puntería. El que a mí me gustaba resultó que era gay. Y el que se enamoró de mí era más tonto que un burro. Así es que elegí seguir soltera. Y fue una buena elección.

-¿Y qué pasó con tu padre?

-Cuando mi papá tenía 75 años comenzó a perder la memoria. Poco a poco lo vi desconectarse de sus recuerdos, de sus afectos, del mundo que compartíamos. Como yo tenía que trabajar contrate a una persona para que lo cuidara hasta que yo volviera a casa por las tardes. A mí nunca me pesó atenderlo; era mi padre, mi viejo convertido en un niño al que había que sujetarle la cuchara para que no se olvidara de comer. A veces tenía chispazos de lucidez, abría los brazos y me decía: "Ven, Delfi, dame un abrazo, anda". Yo llenaba su cuarto con fotos de la familia, imágenes de su boda, de sus hermanos, de un perro que tuvimos. Le ponía sus viejos discos de tango. Le rodeaba de sus libros. Todo por si él podía hacer el viaje de regreso y recordaba. Entrar a mi casa era como entrar a un túnel del tiempo... estaba llena de cosas viejas. Mis amigas se burlaban de mí y me decían que yo estaba inventando la tendencia decorativa vejestorio oul; por eso un día decidí que, al menos, a la parte exterior de la casa había que darle una mano de gato. Contraté a unos pintores, elegí un color vainilla muy discreto, y por fuera la casa quedó como nueva. Todo iba bien, hasta que un día recibí en el trabajo la llamada de la persona que cuidaba a mi papá. Estaba nerviosa y lloraba. Me contó que ella estaba en la cocina preparando una infusión y que, cuando volvió al cuarto de mi viejo, no lo encontró. La puerta de la casa estaba abierta. Alguien, quizá yo, quizás ella, había olvidado cerrarla con seguro. Lo buscamos, lo buscamos días, semanas, meses, pero nunca apareció. Recorrimos hospitales, albergues y cárceles. Los oficiales de la policía se aburrieron de verme todos los días en su oficina para preguntarles si tenían alguna noticia, una pista, por si había encontrado a algún anciano en pijama vagando por la ciudad. La respuesta siempre fue que no, que había desaparecido como un fantasma. De eso han pasado tres años. Volví a pintar la casa con el color antiguo, un celeste pálido, pensando en que él podría volver en cualquier momento y así la reconocería más fácilmente. Decidí vestirme de colores estridentes por si él, en la calle, volteaba a mirarme. Una tarde, semanas antes de que se extraviara, yo me acerqué para saludarlo y le llamó la atención una pulsera con cuentas de colores que chocaban unas con otras y provocaban un sonido agradable. Por eso hoy soy un cascabel ambulante, llevo collares, pulseras y pendientes que suenan, por si ese tintineo me trae de vuelta a mi viejo.

Delfina tragó en seco, _____ se tapó la cara para que no lo vieran llorar. Y Taehyung no supo qué hacer.

-Cuando tú dices, Taehyung, que no tienes una casa adonde regresar, pienso que desde hace tres años yo tengo una casa a la que ya no quiero volver. Porque duele mucho. Duele llegar a ese lugar y saber que sigo esperando a alguien que simplemente cruzó la puerta y salió a dar un paseo, pero no encontró el camino de vuelta.

Delfina se levantó y se acercó a la chimenea.

Sin poder evitarlo Taehyung recordó el cuento que su madre le leía en la infancia, el de esos dos niños que no recuerdan el camino de vuelta a casa porque los pájaros se han comido las miguitas de pan. Miró a Delfina y le dijo:

-Quizás encontró otro camino, uno que le permitió reencontrarse con tu madre.

Delfina sonrió con tristeza y respondió:

-Sí, lo he pensado también. Ojalá sea así y, en alguna nube feliz, estén juntos y sonrientes escuchando un tango.

En ese momento un timbrazo del teléfono los asustó a todos. Delfina se lanzó al aparato y contestó. Era la madre de ____, que necesitaba saber que todo iba bien.

ʟᴀ ʟʟᴜᴠɪᴀ ꜱᴀʙᴇ ᴩᴏʀqᴜᴇ~[tae x rayito]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora