Pasada la una de la mañana, la lluvia por fin cesó. La casa estaba iluminada a medias, solo con los focos que habían resistido.
Delfina, _____ y Taehyung subieron al segundo piso para revisar el estado de las goteras; más de diez recipientes improvisados recogían el agua, que en algunos casos ya se había desbordado.
En el segundo piso se realizaban los talleres de dibujo y pintura. En las paredes se encontraban en exhibición algunos autorretratos pintados al óleo por los propios estudiantes, y para verificar la aproximación a los rasgos de la realidad, junto a cada cuadro estaba la fotografía que había servido como muestra a su autor o a su autora.
—No te enojes, ¿eh? —le dijo Taehyung a Delfina—, pero yo opino que en éste taller engañan a la gente.
—¡Pero qué dices, bicho!
—Fíjate, Delfina, éste alumno es feo. La foto lo delata, ¿verdad?: feo más feo que una patada. Tiene la nariz gorda y acné juvenil.
—¿Y?
—Y ahora mira el retrato: se ha eliminado todos los granos, tiene la piel tersa de un bebé, y se ha dejado la nariz de Michael Jackson. ¿Éste es un taller de pintura o de auto ayuda? Mira a ésta señora de acá: en la foto tiene un peinado tipo ventarrón, pero en el retrato se ve como en un comercial de champú: cabello dócil, brillante y sin frizz.
_____, que escuchaba todo desde un costado del salón, miró los cuadros, sonrió y sólo pudo agregar:
—Creo que tiene razón, Delfina.
Y Taehyung se sintió extrañamente feliz de saber que, al menos en ese ínfimo detalle, _____ estaba de su lado.
Pero Delfina ya había avanzado unos pasos rumbo a las puertas que conducían a la terraza. Y desde ahí pidió ayuda para correr los cerrojos que hacía mucho tiempo que no se abrían.
_____ y Taehyung fueron en su ayuda y la puerta, que en un principio se resistió, terminó cediendo.
Los tres salieron, se apoyaron en la barandilla y respiraron el aire helado de la noche.
Luego de la lluvia todo se veía apacible. Parecía que con su fuerza y su energía se había llevado una parte de la locura de la ciudad. Todo se veía manso, sereno, inofensivo. La luna se escondía detrás de la niebla. La ciudad estaba en silencio. Sólo a lo lejos se escuchaban las sirenas de ambulancias y bomberos.
—Nunca imagine que el día terminaría de ésta manera —dijo Delfina—: aquí, los tres, encerrados en la casa, cercados por la tormenta, sin luz, sin teléfono, y con la señal de la radio La Sabrosona como único nexo con el mundo. Es como la escena de una película de…
—¿De terror? —preguntó Taehyung.
—No.
—¿De amor?
—¡Tampoco! Es como la escena de una película absurda. En fin… quién sabe por qué hoy los tres fuimos elegidos para pasar éste momento juntos.
Delfina abrazó a los dos jóvenes, a quienes tenía cada uno a un costado, y concluyó…
—Sólo la lluvia sabe por qué.
Así estuvieron, disfrutando del silencio durante unos minutos, hasta que Taehyung, contagiado por la paz del momento, dijo:
—Creo que lo peor ya pasó, ¿verdad?
Y ____, que no había dejado de pensar en sus propios problemas, sintió que la respuesta se le escapaba como una cascada:
—No. Lo peor no ha pasado todavía…
Se dio media vuelta avergonzado por el desliz, dijo que sentía frío, que prefería ir al salón de la chimenea, y se alejó rápidamente.
Delfina y Taehyunf se quedaron en la terraza sin entender el significado y el alcance que tenían las palabras de _____. Los dos se miraron extrañados y él preguntó:
—¿Qué hacemos? ¿Vamos con el?
Delfina le dio una palmadita en la espalda y le dijo:
—Vamos es mucha gente. Ve tú, sé muy bien que llegaste al taller siguiendo sus huellas. No sé si tienes la receta para que el se sienta mejor, pero sí sé que no serás capaz de hacerle daño. Eres un desastre con las pulseras, Taehyung, pero te pido que bajes e intentes ayudarle con sus nudos.
Y sin pensarlo dos veces, Taehyung fue en busca de _____.
***
El salón estaba iluminado por el fuego tenue de la chimenea y por algunas velas.
Cuando Antonio entró, encontró a ______ sentado en el piso, cerca de la chimenea, con la espalda apoyada en una columna de madera. Él se sentó a su lado con las piernas recogidas y fue directo al grano:
—_____, ¿te pasa algo? ¿Quieres hablar?
En otro momento quizás el habría respondido de manera seca y displicente que no le pasaba nada y que la dejaran en paz, pero luego de las horas que había compartido con Taehyung en las clases y durante la extraña noche de tormenta que estaban pasando, el mismo tuvo que admitir que no le resultaba un chico desagradable. Incluso le caía bien. Pero todo eso no alcanzaba para contarle el panal de avispas en el que se había convertido su cabeza.
—Estoy bien. No te preocupes.
—¿Sabes? La supervisora de mi colegio es una bruja malévola que en otra vida debió haber sido portero de discoteca. Sin embargo, en su despacho tiene un póster de conejitos que dice: “Si tienes un problema, compártelo conmigo; si no puedo ayudarte al menos te habrás desahogado”.
—¿Y?
—Es una frase horrible, lo sé, y el dibujo de los conejitos rosados es tan cursi que dan nauseas; pero lo que quiero decirte, Lucía, es que a veces es bueno hablar con otra persona. Mi primo Jin dice que yo todo lo hago mal, salvo una cosa… él dice que soy bueno para escuchar. Y creo que tiene razón.
_____ se incorporó y con poco ánimo respondió.
—Quizás es como tú dices, Taehyung, y no te ofendas, por favor, pero yo no quiero hablar. No quiero pensar. Sólo quiero cerrar los ojos y sentir que desaparezco.
Sentado en el piso, con los brazos alrededor de sus piernas recogidas, Taehyung dijo:
—Está bien, cierra los ojos entonces…
_____ lo hizo, echó su cabeza hacia tras y la apoyó en la columna de madera. Taehyung se quedó cerca, mirándolo en silencio por largos minutos.
Lo miró mientras el fuego de la chimenea dibujaba distintas pinceladas de luz en su rostro.
Lo miró sin pestañar, pidiéndole a su memoria que registrara ese rostro para siempre.
Tanto lo miró que en un momento llegó a sentir vergüenza, como si a través de sus ojos estuviera irrumpiendo en su intimidad.
Entonces recordó la ocasión en que su primo Jin se había burlado de su intención de encontrar el momento preciso para hablar con _____ en el autobús. “Tienes la misma agilidad de movimientos que un caracol subiendo a un poste”, le había dicho Jin en aquella oportunidad.
Taehyung suspiró y suavemente dijo:
—¿Estás dormido?
—No.
—¿Puedo decirte algo?
—Dale —respondió el.
Taehyung tomó fuerzas, llenó de oxígeno sus pulmones y dijo:
—Lo que quiero decirte es que… odio las pulseras de nudos.
—Bueno, eso tiene solución. Hay más alternativas aquí mismo, creo que el taller de vitrofusión es más divertido.
—¡No! No entiendes, _____. El taller municipal, las pulseras de nudos, los servilleteros de madera y las velas con flores de plástico me importan un rábano. Y no sirvo para esto. Tengo la misma motricidad fina que un elefante.
—¿Y entonces por qué te inscribiste en el taller?
—Porque necesitaba un salvavidas, ___.
—¿Qué?
—Me imagino que no entiendes lo que te digo, es que soy un desastre cuando intento hablar. Lo que quiero decirte es que la primera vez que yo te…
—¡Te entiendo, Taehyung! ¡Claro que te entiendo! Yo vine aquí por lo mismo. El taller es el único espacio en el que me permito no pensar… y no pensar me ha salvado la vida hasta ahora.
_____ volvió a cerrar los ojos y Taehyung se quedó en silencio, no encontró las palabras justas para decirle que su salvavidas era el.
Se sintió como un caracol subiendo a un poste.