437 61 19
                                    

Se sentía como un insecto atrapado en un charco de aceite, con las alas pesadas y la mirada turbia. Se movía con dificultad mientras el resto observaba su agonía. Ningún esfuerzo era suficiente para entender lo que ocurría, le costaba hasta respirar.

Acostumbrado a pasar inadvertido, ahora ____ estaba en el centro de las miradas y no podía escapar.

La foto estaba ligeramente desenfocada, pero no había duda, era el, y cualquiera lo reconocería. Era un primer plano, de frente, con iluminación blanca, fantasmal. Con el cabello un poco largo y rizado, y con un gesto de traviesa alegría, dejaba ver su torso desnudo. En un costado del encuadre se veía algo que parecía ser una botella de licor.

La fotografía había corrido como pólvora y con la misma capacidad destructiva. Antes de que terminara el fin de semana, esa imagen había logrado viajar de pantalla en pantalla afilando las miradas y convirtiendo en veneno la saliva de cientos, acaso miles, de curiosos.

Llamadas pérdidas. Mensajes que iban desde el insulto hasta el morbo, desde la curiosidad malsana hasta la burla. Redes sociales, portales de fotos, mensajes electrónicos... _____ estaba en todas partes, y al mismo tiempo ____ estaba en su cama, con su almohada cubriendo su cabeza mientras pronunciaba en vos baja y desgarrada: "Esto no puede estar sucediendo, esto no puede estar sucediendo, esto no puede estar sucediendo...".

En un primer momento no se atrevió a decir nada a sus padres. "Los milagros a veces ocurren", se dijo a sí misma con la lejana esperanza de que el incendio se apagara espontáneamente, de que esa persona que hubiera recibido el mensaje tuviera la sensatez, la solidaridad, ¿la piedad?, de eliminar la imagen.

El sábado por la mañana, cuando había llamada a su mamá para que la recogiera de la casa de jimin, le había dicho que se sentía mal, que había comido algo que le había provocado dolor de estómago y que había vomitado durante la noche. "No habrás bebido, ¿no?", preguntó su madre cuando pasó por ella, como si no fuera lo peor que podía haber sucedido en esa reunión.

Llegó a su cuarto y se encerró. Su teléfono no paraba de vibrar. Alguien tocó la puerta y ____ gritó: "¡No me siento bien, voy a dormir un poco!". Pero ese alguien insistió. Cuando abrió, vio a su hermana Bárbara, de 12 años, que con ojos de angustia le mostraba el computador portátil, a toda pantalla, la foto que había llegado a su correo.

Avergonzado _____ sintió que las lágrimas se le desbordaban. La rabia y el miedo también.

Cuando era niño y tenía algún problema, cruzaba la calle a la casa en la que vivía la abuela. Entraba a la cocina y se abrazaba de su cintura sollozando. La abuela se agachaba, se limpiaba las manos con un trapo y le decía: "Quienquiera que haya provocado esto, se las tendrá que ver conmigo". _____ creía en esas palabras, en esa voz que lo apaciguaba todo, en esa presencia más grande y poderosa que la de cualquier superhéroe. "Ya nadie podrá hacerme daño, la abuela está de mi lado".

Pero la abuela se había ido para siempre unos años atrás. La casa se había quedado vacía y ya no existía ningún lugar en el mundo adonde _____ pudiera correr en busca de sus manos cálidas. Su salvavidas, su chaleco blindado, su armadura, su abuela ya no estaba más.

De vez en cuando volvía, mágica, con el viento. Voz que escapaba de la muerte, para sostener la vida de ____. Las palabras de la abuela llegaban como un susurro y luego, sutilmente, se desvanecían.

Luego de mostrarle la imagen que circulaba a través del correo electrónico, Bárbara no hizo preguntas, sólo apagó la computadora, cerró la puerta y sin hacer ruido se quedó, durante toda la tarde, junto a ____, acariciándole el cabello húmedo por el llanto.

***

El lunes a las siete y media de la mañana cruzaron juntas la puerta del colegio. "Dame la mano", le dijo Bárbara. Y por un segundo _____ sintió que esa mano de niña, esa mano buena, la sostenía para que no cayera al abismo.

ʟᴀ ʟʟᴜᴠɪᴀ ꜱᴀʙᴇ ᴩᴏʀqᴜᴇ~[tae x rayito]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora