XXII: La barbarie de un demonio.

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Los días en la mansión Phantomhive transcurrieron como si nada, bueno, a excepción del joven conde que a veces miraba a Castiel de manera extraña, algo que se le hacía muy evidente a toda la servidumbre, ¿por qué el joven amo actúa de esa manera?, ¿por qué el joven amo mira a Castiel como si estuviera tratando de ver su alma?, era lo que los sirvientes se preguntaban a menudo. Era cierto que el único que tenía esa respuesta era Sebastian, pero no pensaba en decirle a todo el mundo en que su amo se encontraba así porque no se imaginaba a sus dos mayordomos estando juntos.

Ciel cuestionaba mucho el gustar del joven Laughter, ya que aparentemente actuaba con normalidad, el único que alteraba su forma de ser era Sebastian, algo muy extraño, ¿acaso su mayordomo se estaba dejando llevar por el aroma que había mencionado Layla Smithers? No estaba de ánimos en preguntarle por aquello, ni quería saber la respuesta.

―Joven amo, tiene otra carta del comerciante Babineaux, me imagino que es por algo urgente ― Ciel apartó su vista del periódico, últimamente no había mucho movimiento en la mansión, parece que Sebastian lo tenía todo controlado con lo de el sonambulismo.

―Me imagino que esta vez podrá reunirse conmigo, la llegada del invierno parece haber averiado algunos trenes y bloqueado caminos que se dirigen hasta Londres.

―No se equivoca, joven amo, el clima es menos favorable en esta nueva estación de invierno. ¿Hay algo más que desee?

―Lo único que necesito por el momento son respuestas. No creas que no me he dado cuenta, has estado actuando muy hospitalario con el señor Laughter ― Sebastian no disimuló su sonrisa, ni siquiera tuvo motivación de negar.

―El joven amo ha estado muy observador últimamente. Recuerde que lo hago es por el consejo que dio la señorita Layla, para poder quitar su olor, tengo que...

― ¡Ya sé lo que dijo ella! ―vociferó con un poco de vergüenza ―. Yo sé que lo haces es por otro motivo, siempre actuaste de esa forma con él, es solo que yo ignoraba tus razones. ¿Acaso ustedes tienen...algo?

―Supongamos que sí. ¿El joven amo quiere que le dé los detalles?

―No-No hace falta.

Castiel se encontraba mucho mejor, no necesitó quitar las puntadas de su cuello, al final, éstas cayeron por su cuenta; quedó con una cicatriz que al principio se le hacía molesto mirar en el espejo, sin embargo, pudo acostumbrarse a ello

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Castiel se encontraba mucho mejor, no necesitó quitar las puntadas de su cuello, al final, éstas cayeron por su cuenta; quedó con una cicatriz que al principio se le hacía molesto mirar en el espejo, sin embargo, pudo acostumbrarse a ello. Se encargó de supervisar a los sirvientes y colaborar con sus labores, sus días de reposo le habían ayudado a decorar su habitación y la de Meyrin que había quedado sorprendida por el gran talento del joven mayordomo.

Por otro lado, se había dado cuenta de que Sebastian se había vuelto adicto a los besos entre ellos, no se quejaba ni objetaba cuando proponía ciertas cosas a cambio de tres o cinco besos.

Fue a darse un baño después de sus labores de la tarde, de seguro en que Sebastian se encargaría del resto. Se bañó con agua tan fría que lo hizo tiritar sus dientes por unos segundos, ya que se adaptó a la baja temperatura; luego salió, secó su cuerpo y comenzó a vestirse, iba a ponerse la primera capa superior de su uniforme cuando tocaron su puerta.

― ¿Quién es?

―Creo que con solo escuchar mi voz, no necesito decirle quien soy.

―Ah, señor Sebastian, ¿necesita algo?

― ¿Puedo entrar?

―Me estoy vistiendo.

―Eso no me molestaría ― Últimamente se había vuelto un poco atrevido, pero le parecía algo gracioso, sin saber porqué.

Se vió a sí mismo, no se encontraba desnudo, solo le faltaba la corbata, el chaleco y el saco de su uniforme.

―Está bien, puede pasar, aunque no se emocione mucho ―bromeó mientras colocaba su corbata.

―Trataré de no hacerlo ― Sebastian entró con familiaridad, ya estaba acostumbrado a estar en aquella alcoba ―Tendremos que hacer unos preparativos mañana, vendrá un comerciante italiano a nombre de una empresa en Francia ― Después de todo, Babineaux tuvo que enviar a alguien por él, la excusa en que Castiel no entendía ese idioma no serviría, bueno, si es que se tratará de otro farsante.

―Vaya, me imagino que va bien lo de la industria ― Castiel sabía qué tipo de trabajo hacían su joven amo y él, no reaccionó mal, parecía como si ya se lo sospechaba ― En fin, trataré de ver qué puedo hacer con las decoraciones que prepararé.

Sebastian se quedó un poco absorto, había pasado mucho tiempo, su ansía crecía mientras que los días pasaban, no sabría con exactitud cuantas veces se habrían besado, ni cuantas veces lo había tocado sobre la ropa, quería pasar a lo siguiente por dos motivos: uno, porque disminuiría a los acosadores que solo lo quieren por su aroma; y dos, porque su deseo por él había crecido.

―Joven Castiel, tal vez suene un poco atrevido de mi parte, pero ¿puedo dormir con usted esta noche? ― Castiel se detuvo de abotonar su saco negro, abrió los ojos con estupor.

Castiel nunca antes había pensado en dormir con alguien, tal vez porque no se imaginaba casado, es cierto que su amorío con Sebastian tenía que escalar un poco por niveles, tal vez no tengan un anillo de por medio, era una idea imposibilitada.

―Mi cama es un poco pequeña.

―No se preocupe, la mía igual. No me importará acurrucarme con esta época del año.

Eso le pareció muy sugerente.

―Está bien, aunque dudo en que vayamos a dormir cómodos.

Sebastian no planeaba hacer nada esa noche, Castiel tendría que acostumbrarse a una gran cercanía, el joven no era apresurado, a menos de que Sebastian quisiera. No le propondría algo que se catalogue como indecente, no sabiendo que Zedekiel podía estarlo observando e incluso que arremeta contra él sin necesidad de que Castiel estuviese en peligro, era un demonio y eso era todo lo que Zedekiel necesitaba para exterminarlo sin titubear.

―Si acumulamos sueño, es muy probable en que no nos moleste la incomodidad.

―Ah, creo que tiene razón.

Esa tarde fue una muy amena, Sebastian sentía una ansía de buscar siempre conversación con Laughter, algo que parecía involuntario, como si quisiera escucharlo siempre, no importa si el tema era irrelevante; luego cayó en cuenta de que era algo que caracterizaba mucho a las parejas enamoradas, tal vez la idea de enamorarse de un humano como Castiel no era algo que sería lejano, incluso podría ser emocionante.

Esa noche, Castiel durmió, Sebastian era un ser que no dormía, pero que disfrutaba ver el rostro calmo del joven, también le gustaba su calor, era cierto en que quería seguir viendo esos hermosos ojos azules, pero el paso de estar en una misma cama fue bastante agradable; le pareció entretenido escuchar a Laughter hablando dormido en italiano.

―Sono sicuro di non aver rilasciato il canario, non di diffamare* ― Suprimió una risa, era bastante entretenido verlo así.

Tal vez sí hay una pequeña posibilidad de que un demonio como él comenzara a corresponder los sentimientos de Laughter.

*Sono sicuro di non aver rilasciato il canario, non di diffamare: Estoy seguro de que yo no liberé al canario, no haga calumnias.

Trataré de subir lo que pueda, me están llenando de trabajos. ¡Un beso volador!

Kuroshitsuji: Rencor Divino (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora