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CAUSA JUSTA

No fue mucho lo que cabalgaron pues a punto de anochecer llegaron al reino de Harald donde Lagertha tenía sus asuntos, ahí se despidieron, ella entró a hablar con el rey junto a dos de sus mejores escuderas siendo una de ellas la esposa de Bjorn, mientras ustedes eran recibidas en el gran comedor donde les dieron vino y comida.

     El trayecto al lado de la Reina había sido encantador, alentador y amigable; ella te había hablado de su hija, a quién le recordabas por el nombre; tú en cambio hablaste de tu pasado, recordaste en palabras las caricias de aquel cristiano que se abrió ante ti no sólo físicamente, sino mentalmente, enseñándote todos los saberes que ahora mantenias. Y la amargura que sentiste al ver como lo asesinaban sobre ti, dejándote bañada con su sangre más aquella satisfacción que sentiste al devolverle el favor a quienes se atrevieron a hacerlo.

     Te enfocaste en resaltar tu alma vikinga y trataste de evitar los malos tratos a sabiendas de la incomodidad y tristeza que le causaban. Te ganaste su confianza, al menos la poca que se atrevía a ofrecerte al saberte cercana a los hijos de Aslaug, para no especificar de Ivar y lograste leer en su mirada la verdad tras de la muerte de su madre y la muda petición de silencio.

      Ahora, comiendo y bebiendo en un reino ajeno, podías formar la historia en tu mente, el dolor que sufrió al perder a Ragnar, la dicha de conocer a sus hijos a quiénes amaba por ser retrato de su padre, la liberación que seguramente significó acabar con la otra y probablemente, el deseo de hacerlo saber. Sólo una cosa la detenía y ese era Ivar. Ivar y su tremendo amor por su madre. Ivar y sus ganas de vengar su muerte. Ivar, su sadismo y la dicha de ver a alguien morir bajo su hacha. Entendías a Lagertha y amabas a Ivar, por ello deseabas que nadie más conociera las intenciones de ahora reina. Aún que seguramente la visita a aquel reino significaba su preparación ante cualquier inconveniente.

     Tres días llevaban fuera, conociste al rey Harald de mano de Lagertha y esté no dudo un momento en cortejarte aún cuando le dijiste que estabas con Ivar, para él si no estaban casados no significaba nada y ciertamente, estabas segura, el haberlo estado tampoco lo hubiese detenido. Cada uno de sus intentos era interesante, algo torpe e incluso amenazante, más no sentías correr por tus venas esa adrenalina que Ivar te infringia con su sola mirada.

     En ese tiempo te aseguraste de lo que habían ido a hacer ahí y tal cuál lo habías pensado Lagertha había forjado una alianza con el Rey Harald contra cualquiera que se levantara contra los legítimos reyes de Kattegat, no importando quién fuera el enemigo y tu sabías que si Ivar se enteraba de la verdad él lo sería. 

     Harald, cómo te había pedido llamarle, había intentado por milésima vez acostarse contigo, lo cuál obviamente habías negado. No es como si necesitaras sexo en esos momentos y si bien "Cabellera hermosa" era atractivo, no te ocasionaba nada físicamente. Ahora que si lo veías por otro lado, si Ivar llegara a enterarse que te acostaste con otro rey sin él saberlo, bueno, no importaría que se le ocultara lo de su madre, comenzaría una guerra contra el desdichado que estuviera entre tus piernas.

     ¿Qué cansado era tener todos esos pensamientos no es así?. Al menos regresarían a Kattegat al amanecer, por lo que te dirigiste a dormir encontrando a Lagertha en el camino.

     -Gida, hija ¿en donde te habías metido?- preguntó la reina sonriendo y cruzando su brazo por tus hombros.

     -Rina Lagertha- saludaste  -siendo sincera, escapaba del cortejo del Rey Harald- sonreiste y ella te palmeo con su brazo libre.

     -Gran impresión la que creaste en él- río -muy buen partido para cualquiera que desee ser reina-.

     -Oh no- negaste -no me interesa-.

     -Lo sé niña- se detuvieron a punto de entrar a la cabaña donde dormían- Estas con Ivar y eso lo respeto-.

     -Señora, ¿usted por qué …?- 

     -¿Firmé un acuerdo con Harald, a pesar de saberlo peligroso?- permaneciste callada, pues no era precisamente lo que ibas a preguntar -Gida, puedo ver en tus ojos que sabes la verdad- su mirada cambió y la seriedad se apoderó de ella -amo a los hijos de Ragnar, a todos y cada uno de ellos; él por qué maté a su madre era una promesa que llevaba tiempo postergando- calló y apretó su espada -Ragnar la amaba, pero cuando ella lo dejó a su suerte… sus hijos ya no la necesitaban y la única razón por la que seguía manteniéndola con vida había muerto- una tenue lágrima se perdió entre sus labios.

     《No deseo el trono Gida, si Ivar o cualquiera de sus hermanos me lo pidieran lo cedería con gusto, los amo por ser hijos de Ragnar y no tengo nada en contra de ellos y me gustaría que ellos tampoco lo tuvieran en mi contra, más no pretendo morir por cobrar justicia, es por eso que necesitaba una garantía en contra de tu amante- abrió la puerta y se dispuso a entrar -escondí una verdad justa para no ocasionar líos con él Gida- nos adentramos a descansar y en medio de la noche la escuché susurrar -aunque me gustaría que lo entendiera》


Ey! Perdonen la tardanza. Finales en línea y cuarentena no son buena combinación.
Esperó les guste

PROSTITUTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora