Capítulo 3: En la boca del lobo

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Había pasado un buen rato desde que Sarém revisó la puerta de entrada. Aurora frunció el ceño, no debía ser normal que tardara tanto.

–Sarém– llamó Aurora inclinándose hacia al frente para ver en dirección a la cama, pero la luz era demasiado tenue. No escuchó respuesta así que se levantó dejando deslizar las gotas de agua por su cuerpo hasta caer en la tina. Tomó una fina bata de ceda color cyan y salió hacia la habitación con cautela–¿Sarém?

Algo no se sentía bien. Se acercó al cajón de noche donde se encontraban cosas como un cepillo par a el cabello, perfumes, envases para cremas y un abre cartas. Lo sostuvo sutilmente con su mano derecha y se vio en el reflejo del espejo frente a ella. Había alguien sentado en una silla al lado de la cama, en la oscuridad. El corazón le palpitó con fuerza. Apretó el abrecartas en su puño y lo lanzó hacia allá.

–Esto es más interesante de lo que había pensado– confesó una grave voz masculina. Arrancó el abre cartas de la pared y se levantó sin acercarse a la luz.

–¿Quién es usted?– preguntó Aurora a la defensiva. Había esquivado el abre cartas como si nada, una persona cualquiera no lo hubiera podido haber echo.

–Esa misma pregunta quisiera hacerle– el hombre se acercó jugueteando con el abre cartas en sus dedos y la miró. Era un hombre peligrosamente atractivo, pero su mirada mostraba una oscuridad profunda.

–Usted es el príncipe– afirmó ella controlando sus emociones. Imaginó tantas veces esa escena que era casi imposible asimilar que ese hombre eminente pudiera ser la bestia de la que todos habían estado hablando. El hombre más odiado de Ferona estaba justo delante de ella observándola como si fuera la criatura más rara del mundo. El príncipe Mikhail era un hombre alto con un porte de rey. Era demasiado intimidante, serio y dominante. Por un momento Aurora sintió que estaba viendo a través de ella con sus ojos oscuros. Permanecía serio pero sus ojos la recorrían sin una pizca de decencia.

Al príncipe no decir nada, Aurora se inclinó haciendo una leve reverencia forzada. Tal vez estaba esperando a que ella lo hiciera para que continuaran con la conversación.

–No hacen falta las formalidades– dijo él después de un buen rato. Esa mirada la ponía nerviosa. Ella se recompuso y le sostuvo la mirada. Aurora intentó con todas sus fuerzas que no le temblara la voz.

–De acuerdo– Mikhail  caminó despacio y la rodeó observándola con detenimiento–¿Se le perdió algo?– dijo ella y él se detuvo a sus espaldas.

–Quizás a usted si– opinó él– El juicio, por ejemplo. ¿Qué fue lo que impulsó a una mujer como usted a tomar una decisión tan estúpida?– Aurora se quedó de piedra– Adivino, ¿fue el atractivo de casarse con un rey o quizás el atractivo de asesinar a uno?

–No sufro de ese tipo de alucinaciones– Aurora se cruzó de brazos evitando su mirada.

–¿Qué pasa? ¿Se niega a dirigirle la mirada a su enemigo?– la intimidó– Me gustaría pensar que es como cualquier otra de las candidatas, débil e ingenua. Pero me temo que no es así. Se lo preguntaré sólo una vez y quiero que me conteste con la verdad– dijo amenazantemente–¿Porqué se hizo voluntaria para la vista?

Aurora tardó un segundo en contestar, jamás imaginó que le hiciera esa pregunta.

– Para honrar a mi padre.

–Mentira.

–¿Cómo está tan seguro de que no le digo la verdad? Creo que quiere escuchar solo lo que le conviene. Yo tampoco tengo motivos para confiar en usted. Después de todo es mi vida la que está en juego. Debería ser yo la que esté preocupada en todo momento, nadie quiere estar aquí y mucho menos con un sádico como usted.

–Eso es cierto. Podría matarla en este instante si quisiera– Mikhail dio un paso al frente, pero Aurora no retrocedió–Así que tenga cuidado con lo que dice porque podría lamentarlo. La traición se paga con muerte, querida princesa. Si tiene planeado hacer algo contra mí, será mejor que lo piense dos veces– Aurora respiró lentamente, estaba demasiado cerca de él– No durará el día de mañana y es una completa lástima– el príncipe le acarició la mejilla con sus dedos, pero ella se apartó unos centímetros– Con gusto la hubiera tomado como mi concubina personal.

–Prefiero morir entonces.

–¿Prefiere morir que entregarme su cuerpo? No creo que valore mucho su vida si está dispuesta a pensar de esa manera– Aurora lo miró con furia.

–Se le llama tener dignidad y respeto, algo que evidentemente usted jamás aprenderá– Mikhail notó el coraje y las agallas en sus ojos– Puede amenazarme todo lo que quiera, pero jamás subestime a la mujer que tiene en frente. Juro en el nombre de mi madre que seré la futura reina de Ferona y haré que se arrodille ante mi aunque sea lo último que haga.

El príncipe tomó la mano de Aurora y posó el abrecartas en ella.

–Sí sobrevive a las pruebas de mañana, tomaré sus palabras con seriedad. Será mejor que se esfuerce...yo jamás me arrodillo ante nadie– dijo con arrogancia y se dio la vuelta para poner la mano en la manija de la puerta. Ladeó la cabeza y la miró de reojo– Los que actúan sin consciencia por miedo mueren primero, no lo olvides– salió cerrando la puerta tras de sí y Aurora calló sentada en la cama soltando todo el aire de sus pulmones como si lo hubiese estado reteniendo por mucho tiempo.

Se tocó el pecho para asegurarse de que aún tenía pulso, las piernas le temblaban al igual que las manos. Estaba furiosa.

–Desgraciado arrogante, cómo se atreve. ¿Cree que puede intimidarme con esa maldita frase? Imbécil– Aurora lanzó el abrecartas con furia hacia el cajón haciendo un estruendo.

No soportaba que la gente le hablara de esa manera, en el pueblo donde vive su familia la gente solía ser cruel y entrometida. La juzgaban por no conseguir un marido antes de la vista para no ser elegida, o solo porque tenía una lengua demasiado puntiaguda. Su padre le decía que intentara mantenerse callada por el bien y la seguridad de la familia. Pero le molestaba, se sentía enferma cada vez que esas cosas pasaban. Era como si estuviera destinada a obedecer las órdenes de todos. No podía hablar, no podía revelarse....y todo por una cuestión de supervivencia. "La traición se paga con muerte," al menos esa regla era verdad según los rumores. El príncipe se lo había dicho en su propia cara. Era un hecho que estaba lista para cualquier batalla, para cualquiera de las tres pruebas que le pusieran en frente el día de mañana. Su padre se lo había enseñado todo. Cada técnica, cada truco, cada ley, cada reto mental...pero no para meterse en la cama con el príncipe. Esa parte debía depender de ella. La seducción no era algo que se le diera bien, al menos no voluntariamente. Se consideraba así misma un soldado, desde pequeña nunca había tenido tiempo para los asuntos del corazón. Sabía que tarde o temprano llegaría el momento en el que debía consumar su matrimonio con él como cualquier otra pareja. La gente comenzaría a dudar de sus intenciones si se llegase a negar a estar con él. Sobre todo el consejo real. ¿Pero cómo lo haría sin sentir repulsión? Entregarle su cuerpo a alguien que no amaba le resultaba totalmente repulsivo. Y más a un hombre con un alma tan oscura y retorcida. El príncipe era un hombre atractivo con mucha clase, tal vez podría disfrutar de su propio placer al estar con él, pero no quería sentirse vacía. Lo cual era un gran problema en su plan. Si quería ser reina para cambiar las cosas, debía dejar sus deseos a un lado por el bien de todos.

Reino de sombra -Libro 1: Reinos Oscuros (COMPLETADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora