Aurora corrió tan rápido como sus piernas se lo permitieron. Al menos una docena de hombres iban a sus espaldas siguiéndola con más rapidez de la que había esperado. El recorrido de banderas azules era totalmente dificultoso y estaba comenzando a pensar que sería realmente difícil llegar hasta esa espada. Las banderas azules estaban insertadas en el suelo, en línea recta hacia un puente de acero puro con una inclinación de treinta grados hacia arriba. No había nada después de ese piso de metal, sólo el vacío hacia el mar. Pero muy cercana a la costa, mientras corría por el puente, Aurora divisó más banderas. Lo que significaba que debía tener el valor de hacer una cosa.
Saltar.
Todos guardaron silencio. Hasta algunos guardias se detuvieron cuando la vieron saltar de tan alto. El pecho de Aurora se comprimió y sintió una sensación rara en el estómago. El viento la sacudió con fuerza y la adrenalina se disparó por todo su cuerpo. Reaccionó lo suficientemente rápido para cuando cayó al agua, sus músculos tomaron la fuerza que le quedaba para nadar expertamente hacia la orilla. El sol alumbraba con mucha intensidad y mientras esforzaba su cuerpo sentía cómo algunos peces le rozaban las piernas. Era una nadadora sublime.
Pero no tardaría demasiado tiempo en quedarse sola. Al llegar a la orilla su cuerpo se sintió más pesado de lo normal. La túnica había absorbido demasiada agua, estaba cansada y no llegaría si tenía más peso en el cuerpo. Así que se la quitó quedando con un top de encaje. Dejando sus hombros al descubierto con un escote que resaltaba sus pechos redondos.
Más adelante habían cinco caballos aguardando. Todos tenían arcos y flechas atados a la silla de montar. Aurora escogió el primero que se le hizo más viable para largarse de allí. Uno matizado de blanco a pardo. Puso la bota en el estribo y montó después de sacudir con fuerza las cuerdas del cabezado del caballo.
–¡Jah!– el agua salada salpicaba a medida que el caballo corría lejos de la orilla. Aurora tomó el arco con precisión y comenzó a lanzar flechas a sus oponentes. Algunos cayeron de sus sillas y otros simplemente resistieron.
–¡Síganla, no se detengan!– gritaron a sus espaldas.
Se adentraron a las montañas y las ramas rasparon ligeramente el cuello y los hombros de Aurora. Su respiración estaba demasiado agitada así que intentó cerrar la boca para acallar el sonido. Estaba comenzando a desesperarse. ¿Dónde está la maldita espada? Pensó. Y fue ahí entonces dónde avistó dos espadas sobre un pedestal en la cima. Volvió a sacudir con fuerza las cuerdas para que el caballo incrementara su velocidad. Tenía la delantera, pero no por mucho tiempo.
No le dijeron que debía escoger entre dos espadas así que pensó que debió ser una trampa para atrasarla en el camino.
–Maldición– masculló bajándose del caballo para acercarse a las espadas. La empuñadura de una era blanca y la otra negra. El simbolismo era evidente: la lucha a muerte y la resistencia. Seguramente no podía llevar las dos, Odeya claramente lo dijo, "trae la espada del príncipe". Sólo una. Era un acertijo. El blanco era un color demasiado puro para el príncipe. Una espada siempre representa a un guerrero así que no podía ser el blanco. El negro, por otro lado, estaba asociado a la muerte y la violencia. Si algo pudiera describir al príncipe asertivamente sería el misterio, la elegancia y hasta cierto punto; la sensualidad. Como también algo de vacío y soledad. La respuesta parecía sencilla a simple vista, pero sabía que no podía ser tan fácil.
El príncipe era un hombre difícil de leer, Aurora sólo veía lo que él quería mostrarle, al igual como a todos sus súbditos. Así que se le cruzó algo muy importante por la cabeza. Algo que sus pensamientos no podían seguir evadiendo desde que llegó al palacio. ¿Y si todo era una mentira? Un espectáculo para darle a la gente algo de qué hablar, quizás para ocultar cierta verdad. Tal vez el mismísimo príncipe había ordenado poner espadas diferentes para mostrarle algo. Algo importante, lo suficientemente importante como para dudar de los rumores. Las personas no nacen con personalidades sombrías y crueles. Algo tuvo que haber pasado para que todos esos rumores se esparcieran con tanta intensidad en el reino. Lo que la llevaba a pensar que la respuesta podría ser la espada blanca. Lo paradójico del color blanco es que simboliza la verdad. Si el príncipe quería que Aurora se enterara de lo que realmente le estaban ocultando, entonces aquella era la manera más llamativa de comenzar a hacerlo.
Estaba en duda y sentía miedo de elegir la incorrecta. Pero las palabras del príncipe de la noche anterior le retumbaron en la cabeza: "Los que actúan sin conciencia por miedo, mueren primero". No era una amenaza. El miedo sólo podía hacer que la terminaran matando. Así que su único pase de salida era confiar en su propio instinto.
–¡La veo!– gritó una voz masculina muy cerca entre los árboles. Aurora tomó la espada de empuñadura blanca y volvió a subirse al caballo para marcharse apresuradamente.
La persecución continuó con violencia hasta que de alguna manera llegaron a la entrada de la arena. Los miembros del consejo se quedaron atónitos ante la llegada de Aurora. Casi como si no pudieran creer lo que estaban viendo. Al igual que Armand, Sarém y otros sirvientes. Mikhail permanecía en silencio con una postura esclarecida, esperando.
Aurora estaba tan cerca que casi veía la victoria. Pero uno de los soldados aprovechó para lanzarle una flecha a su caballo haciéndolo volcarse en el suelo. Aurora cayó debajo de él. El tobillo derecho había sido golpeado con brusquedad a causa de la caída. El dolor era bastante agudo, pero sintió que podía continuar. El caballo de cierta manera la protegía de las flechas que lanzaban los soldados con tanto fervor. La mano del príncipe apretaba con fuerza el soporte del brazo de su silla. Los nudillos se le tornaron blancos con una cara de desaprobación y decepción. Una vez más perderían a otra princesa. Se levantó con brusquedad y dio paso a la arena con intención de marcharse. Estaba harto.
Súbitamente la espada cayó clavada frente a sus pies. Se detuvo de golpe.
–¿A dónde crees que vas?– la respiración de Aurora era entrecortada y brusca. Soltaba grandes bocanadas de aire por la boca intentando aliviar sus pulmones. Mechones de cabello blanco le decoraban la cara y algunas salpicaduras de sangre en las mejillas y manos. Estaban a cinco pies de distancia el uno del otro. Mikhail volvió la mirada hacia ella y se sorprendió al ver a todos heridos de gravedad en el suelo.
Aurora había esperado a que se les acabaran las flechas para poder atacar, fue una estrategia muy inteligente. Acortó la distancia que los separaba y lo tomó con su puño de su fina camisola oscura. Lo miró a los ojos con furia y cansancio.
–No te atrevas a darme la espalda, no te traje esa maldita espada por nada– dijo amenazante, olvidándose de las formalidades. Los gestos del príncipe eran serios, pero sus pensamientos iban mucho más allá de lo que podía mostrar. Estaba fascinado– Ah sido un día totalmente desagradable. Casi me matan, tengo que escuchar los ladridos de esa mujer y el insensible príncipe de Ferona aún sigue trapeando el piso con mi nombre. Ya sé que no le importo, eso me lo ha dejado muy claro. Pero al menos compórtese como de la realeza y muestre un poco de respeto.
Mikhail observó cada facción de su rostro. Su belleza iba perfectamente en conjunto con su rostro airado. Le parecía casi sensual. Sus ojos eran de un color avellana muy intenso. Casi dorados a la luz del sol. Era salvaje, pero a la vez agraciada. Una combinación peculiarmente extraña. Estaba tan llena de vida y a la vez de tanto odio...que no podía dejar de pensar en las razones que la impulsaron a tomar una decisión tan arriesgada. Conocía casi todo lo relacionado a su familia. Se dio la tarea de investigarlo antes de que Aurora pusiera un pie en el palacio. Sabía que tenía cuatro hermanas y era la hija mayor de un ex-teniente de la corona. Su madre murió en el último parto y vivían cómodamente. Tal vez no como una duquesa o princesa, pero sí como la hija de un teniente de la corona.
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Reino de sombra -Libro 1: Reinos Oscuros (COMPLETADO)
Ficção AdolescenteConvertirse en princesa en el reino de Ferona no es el típico cuento de hadas de cualquier chica. Es una completa pesadilla. Cada año todas las mujeres jóvenes y solteras del reino son seleccionadas al azar para participar en "la vista" donde escoge...