A la mañana siguiente, Sarém despertó a Aurora temprano para prepararla para la ceremonia. No logró ver ni hablar con Mikhail la noche anterior. No tenía idea de lo que había pasado con Víctor. Necesitaba hablar con él de inmediato. Sus nervios estaban de punta, toda la situación de la guerra y la ceremonia la tenían muy estresada. Las sirvientas entraron muy eufóricas a la habitación de Aurora y comenzaron a dejarle regalos de distintas familias nobles. No quiso quiso abrir ninguno.–Mi señora, ¿se siente bien?– pregunto Sarém acomodándole el vestido de plumas doradas. Era bellísimo. Se ajustaba a su cuerpo de una manera excepcional y al final caía en una cola de tela dorada. Su cabello iba recogido en una trenza larga con una corona con plumas de oro. Algunos mechones ondulados decoraban su cara de igual manera.
–No lo sé– dijo Aurora mirándose en un espejo largo.
–Es normal que esté nerviosa, mi señora. Cuando me casé por primera vez tenía unos nervios terribles. Recuerdo que hasta mis manos temblaban– comentó una de las sirvientas.
–Quizás sea eso, pero desde anoche he tenido un mal presentimiento. Creo que algo muy malo pasará pronto– dijo Aurora apartándose del espejo ya lista.
–No ponga esos pensamientos terribles en su cabeza ahora. Hacía mucho que no veíamos una ceremonia tan grande cómo esta. Será el evento del año. Estoy segura de que estarán hablando de esto por décadas.
–Es cierto. Solo relájese y disfrute su día– dijo Sarém con calidez y Aurora asintió. Unos toques en la puerta llamaron la atención de todas.
–Vengo a escoltar a la princesa, la ceremonia está a punto de empezar. El príncipe está esperando en el altar. Todo está listo.
Aurora asintió y aspiró aire.
–De acuerdo, entonces vamos–contestó. Aurora salió y comenzó a caminar junto a una fila de diez soldados para escoltarla al salón principal. Donde todos, incluyendo invitados de todas las cinco naciones, esperaban a su llegada. Armand apareció en su campo de visión con una sonrisa cálida tendiéndole el brazo ya que sería él quien la entregaría.
–Realmente me sorprende, su alteza. Su belleza es inalcanzable.
–Gracias, Armand–contestó aspirando aire.
–¿Nerviosa?
–Definitivamente siento que voy a vomitar– Armand soltó una sutil risa.
–Todo estará bien– los invitados se voltearon y una flauta de bambú comenzó a tocar una melodía suave y hermosa al final de la sala. En el altar con grandes columnas negras de marfil y oro, esperaba Mikhail de espaldas y Sir Frederic con su túnica. Quién también era el maestro de ceremonias.
–No me dejes caer– le susurró Aurora y Armand le palpó la mano para hacerle saber que nunca lo haría. A medio camino sir Frederic dio un asentimiento de cabeza hacia Mikhail, dándole permiso para que se volteara. Armand soltó el brazo de Aurora y se posó con los demás invitados.
Aurora levantó la vista y se encontró con la de Mikhail. La miraba de una manera única. Su rostro sólo mostraba fascinación hacia la mujer que caminaba nerviosamente hacia él. Parecía como si hubiera alumbrado todo el salón con su presencia. Cuando llegó hasta él se arrodilló y bajó la cabeza para mostrar respeto ante el palacio y al príncipe. Él dio un paso al frente y le levantó el mentón con suavidad. La observó por un largo segundo y le ofreció su mano para levantarla. Ella la tomó. Se pusieron uno frente al otro y Frederic habló.
–Hoy Ferona dice presente ante la unión de nuestros futuros reyes. Quienes jurarán traer paz y prosperidad a todo nuestro pueblo sin importar los contratiempos. Ambos serán unidos frente al poder del sol, la luna y las estrellas como símbolo de eternidad. Por el poder que me concede mi puesto como miembro del consejo real, pido a los novios que prosigan con el juramento Anam para finalizar la ceremonia.
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Reino de sombra -Libro 1: Reinos Oscuros (COMPLETADO)
Teen FictionConvertirse en princesa en el reino de Ferona no es el típico cuento de hadas de cualquier chica. Es una completa pesadilla. Cada año todas las mujeres jóvenes y solteras del reino son seleccionadas al azar para participar en "la vista" donde escoge...