Isabela vive enamorada de su jefe desde hace cuatro años, un día toma el valor de confesar su amor con la intención de soltar ese sentimiento y por primera vez en años sentirse libre, lo que ella no esperaba es confesarse al hombre equivocado...
I...
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Bruno contemplaba el cuerpo de Isabela, su cabello se arremolinaba en la almohada y su piel quedaba expuesta, la sabana la cubría con delicadeza. Permanecía en silencio sentado cerca de la ventana, miraba el cielo que comenzaba a tintarse del amanecer, las palabras de Isabela hacen eco aun en su cabeza, no contestó nada, solo la había abrazado con fuerza y besado. Había avanzado demasiado con ella, las cosas se precipitaron desde el día uno, pero no es que rechace la idea de amarla, es solo ese miedo tonto que atormenta su cabeza una vez más, junto a la verdad que debe salir a la luz, debe decirle su situación, debe prevenirla, porque si no lo hace será blanco fácil cuando la rubia se entere que esta con ella, se mueve incomodo en la silla y se recarga dejado caer su cabeza hacia atrás, mira el techo y cierra los ojos.
La vida no había sido fácil para él, vivir con sus crisis desde niño y sin que nadie diera un diagnostico certero, años tuvieron que pasar para poderle dar nombre a lo que le pasaba. Sus miedos son válidos, se lo ha repetido por años, ahora la tiene a ella y no contaba con ello, ¿Qué hará ahora?
El día siguiente llegó de golpe con una tormenta un poco rara, tomó por sorpresa a toda la ciudad y las calles estaban abarrotadas por el tráfico, algunos no pudieron salir de casa, por ello la empresa solo trabajo media jornada con las personas que pudieron llegar. Uno de ellos era Pablo, los días lluviosos para él eran magníficos para trabajar así que tecleaba los informes y algunos pendientes antes de que lo corrieran del edificio, Bruno había sido corto, pero conciso cuando anuncio que no llegaría y estaría con Isabela, el rubio solo se burlo de él, la nostalgia lo golpeo un poco. Estaba solo en esa ciudad, Xiomara tampoco estaba y para sus males Braulio estaba ahí, en su oficina, pero ahí en su espacio a metros de él.
— Debemos cerrar ya, así que deja lo que estas haciendo, la tormenta arreciara por la tarde y lo mejor es estar resguardados — dice Braulio desde la puerta.
— Solo un oficio mas y salgo — contesta sin verlo.
— ¿Por qué Bruno no esta aquí? — pregunta y Pablo puede sentir la molestia en sus palabras.
— Tenia cosas que hacer mas interesantes que ver la lluvia desde esta oficina — contesta de igual modo.
— Le proteges demasiado, le cuidas demasiado, aun no puedo creer que ustedes sean amigos — dice con fastidio entrando a la oficina. Pablo le mira y su rostro solo puede gritar «Aquí vamos de nuevo, en serio...»
— Te recuerdo que tú fuiste un cabron insensible... — dice secamente poniéndose de pie apagando todo, no se quedará ahí escuchando sus quejas.
— Solo porque no te correspondí no significa que sea un ¨cabron insensible¨ — dice colocándose entre él y la salida.
— Éramos amigos, fui sincero con mis sentimientos y tú, no solo te burlaste, me hiciste la vida imposible después de eso, te corrijo, eres ¡un señor cabron insensible!, y tu hermano me brindo su amistas, su empatía y sobre todas las cosas, respeto.