25. Cita.

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Tamara.

El timbre de la puerta sonó.

—¡Mara! ¡Te buscan! —gritó mamá desde abajo. Ella no se había tomando muy bien el hecho de que yo saliera con Scott, “Es un chico problemático.” Había dicho, “Recuerda como trato a su padre, no quiero que te trate así a ti.”

“Si supiera.”

Recuerdo haber asentido ligeramente, pero aunque no le gustó la idea no me impidió salir con él, y aquí estamos. Le conté a Zoe y ella estalló en chillidos de emoción.

—¡Tienes que ponerte un vestido! —había dicho, a lo que yo me negué rotundamente, los vestidos no eran lo mío. Preferí ponerme un pantalón de mezclilla ajustado, mis tenis y una bonita blusa que encontré en una tienda hace unas semanas. Me duche, me cambié, y cepille mi cabello.

—Mara, te esperan abajo. —avisó mi madre asomándose por el umbral de la puerta, solo asentí y termine de guardar algunas cosas; teléfono celular, un brillo labial y algo de efectivo. —hija… —sentí como me tomaba de lo hombros y me volteaba hacia ella, acarició mi cabello, parece que está pensando que decir, al final suspiró. —… solo, cuídate. —volví a asentir y me dio un beso en la frente. Se fue y minutos después yo bajé las escaleras.

Se aceleró, mi tonto y estúpido corazón se empezó a acelerar cuando vi a Scott parado ahí en medio del recibidor, ja esta escena parecía de película. Mordí mi labio inferior. Él traía puestos unos jeans oscuros que se ajustaban perfecto en sus caderas, un playera blanca con un estampado en letras que se ajustaban perfectamente a su abdomen y una chaqueta tipo Bomber azul marino.

“Esta guapísimo” me reí para mis adentros y meneé de lados lado para olvidarme de esas ideas, si hubiera pensado eso hace un par de semanas me habría abofeteado. Nuestras miradas se encontraron y sentí algo aleteando dentro de mi (lo ignoré completamente). Su boca se alzó en un linda sonrisa y no pude evitar sonreír. Cuando estuvimos cerca me tomo de la cintura y deposito un beso en mi mejilla.

—Manos fuera. —ordenó mamá, apareciendo en el recibidor y dándole un pequeño golpe a las manos de Scott, él me soltó pero estaba riendo y levantó las manos en forma de rendición.

—Lo que usted diga señora Greyson. —mi madre medio sonrió y luego lo apunto a él con su dedo índice.

—No tan tarde. —él asintió en respuesta y yo estaba aguantando las ganas de reírme, mamá nunca había hecho eso con él. Y verla hacerlo con Scott me da mucha risa por alguna razón desconocida.

—Disculpa a mi madre. —le dije cuando por fin salimos de la casa y estábamos en su auto.

—Esta bien, eso quiere decir que no confía en mí o que te ama mucho. —reí, porque las dos son ciertas. —yo sé que no le di una buena impresión esa vez, pero cuando me conozca me va a amar, como tú. —lo miré y abrí y cerré la boca como pez.

—Yo no te amo. —mascullé, al parecer no me escucho o no respondió porque lo siguiente que hizo fue poner en marchar el auto. —¿Y a dónde me llevas? —eran las 6 de la tarde y él no había querido decirme a dónde me llevaría.

—Lo verás cuando lleguemos. —dijo, me miró y sonrió.

20 minutos después me encontraba en la entrada de un parque de diversiones, había muchísimas personas; familias, grupos de amigos, parejas. Scott tomó mi mano y dijo:

—Hoy, olvidaremos que tenemos 17 y 18 años y nos volveremos unos niños de 5. —sentenció, y yo sonreí. —¡Vamos! —exclamó y jalo mi brazo para que empezará a avanzar con él.

Mi Vecino de Enfrente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora