22. ¿Y tú como lo sabes?

18 3 0
                                    

Tamara.

Horrible.

Esa es la palabra exacta para describir está situación, pensé que con el paso del tiempo mis primas y tías había mejorado como personas, pero no y aquí estamos todos discutiendo por la herencia familiar, ¡Dios que familia!

— ¡¿Porqué siempre quieres todo para ti, Lorena?! —exclamó mi tía Maricela, era domingo por la mañana, nosotras habíamos llegado en la noche a casa de la abuela. — ¡La casa del lago es mía! —volvió a exclamar, rodé los ojos, ¡No se podía desayunar en paz en esta casa! Estaba sentada en la mesa cuando mis tías llegaron gritándose grosería y media. Ellas son las típicas tías que aunque intentes llevarte bien con ellas no se puede, son las ricas, las que quieren atención y aunque mis abuelos no las criaron así ellas se dejaron caer por el dinero.

— ¡¿Tuya?! —exclamó de vuelta mi tía Lorena. — ¡Papá me prometió que esa sería mía! —me sobresalte cuando tía Maricela dio un golpe a la mesa con su palma, ¡Dios! Suerte que mi mamá llevo a las niñas y a la abuela a comprar cosas que faltaban para la fiesta.

— ¡Tuyo! ¡Todo tuyo, todo tuyo! —oh, oh mi tía Maricela estaba a punto de explotar estaba roja como tomate y tía Lorena no se quedaba atrás, y en todo caso, ¡Yo que seguía haciendo aquí! — ¡Primero papá y mamá! ¡Luego te robaste mi primer lugar en la competencia de repostería! ¡Después mi esposo...! —oh, oh su parte rencorosa va a salir a la luz, la historia es que el esposo de mi tía Maricela la dejó, y como él y mi tía Lorena se llevaban muy bien pues... lo demás puede explicarse solo.

— ¡Qué Horacio te dejara no es mi culpa! ¡¿Cuántas veces tengo que decirlo?! ¡Solo éramos amigos, no hubo nada! —pero conociendo a mi tía Maricela no le iba a creer.

—¡Maldita bruja! ¡Tienes el descaro de atreverte a negarlo! ¡Siempre me has tenido envidia! ¡Eres una mustia! —gritó, mi boca formó una perfecta "O" no podía creer que se atreviera a decirlo. Vi como mi tía Lorena cerraba sus manos en puños y la hubiera golpeado si no hubiera sido por mi tía Oliva, quien las detuvo.

— ¡Basta las dos! ¡Ni siquiera porque es el cumpleaños de mamá se pueden comportar! —tía Olivia era la menor de las cuatro y la más sabía, tenía 28 años y podía poner en su lugar a unas señoras de 40 años. Hubo un lapso corto de silencio, cuando mi tía Maricela dijo algo que no escuché, las peleas siguieron, así que me fui de ahí.

Cuando salí al patio, que era donde estaban mis primas y la alberca, tomé un libro de la repisa de la abuela y me senté en la hamaca. Mis primas estaban recostadas en la sillas plegables tomando el sol, al menos ellas se mantenía calladas.

— ¡AHAHAHAHA! ¡SI, SI, SI, SI! —hablé demasiado pronto. Cecilia mi prima, una rubia de ojos azules chillaba de emoción al ver algo en su teléfono. — ¡Dios, Paola mira! —estaba lejos de ellas, pero no lo suficiente como para no escucharlas.

— ¡AHAHAHA! ¡Ceci, no puedo creerlo! —chilló Paola cuando Cecilia le mostró su teléfono. No sé qué estaba pasando pero las dos volvieron a ver el teléfono de Cecilia y...

— ¡AHAHAHAHAHA! —gritaron al unísono.

— ¡Locas! ¡Pueden callarse de una vez! —gritó mi primo Henry. Él era el único hombre de la familia Greyson; Cecilia y Génesis eran hermanas ellas son hijas de mi tía Maricela y después estaba Paola y Henry hijos de mi tía Lorena. Ellas ignoraron completamente a Henry y siguieron chillando de emoción y diciendo cosas a las que no les puse atención.

Me levanté de la hamaca, tenía que salir de ahí. Pero, ¿Acaso algo me ha salido bien en estos casos?

—Tamara, ven acá. —llamó Cecilia. —Podrías traernos más limonada, ya se terminó. —ordenó, ¡Ven porque no soporto a mis primas, son unas perras! Ni siquiera me preguntó, ella me ordenó. Apreté mis labios.

Mi Vecino de Enfrente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora