31. Ir o no ir, he ahí la cuestión.

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Tamara.

¿Cómo llego a casa sin ser descubierta por mamá? Después de una llamada diciéndole que llegaría tan pronto como pudiera y que se fuera sin problemas, Scott y yo habíamos esperado a que el auto desapareciera con ella a través de las calles, salí de la casa de Scott viendo a todos lados para asegurarme que no había nadie allí y entré a casa lo más rápido que pude.

Ahora, había pasado el fin de semana en casa, Scott debía ir a una sesión de fotos fuera de la cuidad y volvería hasta el martes en la mañana.

Todo para mantener el apellido Collins en alto, sus palabras no las mías.

En cuanto a Zoe, habíamos hablado después de la fiesta y le pregunté que si quería salir o venir a casa, pero ella dijo que no, que iba a estar ocupada, a lo que yo fruncí el ceño. Porque ¡Vamos! La única cosa en la que estaría muy muy ocupada era en tratar de pasar su examen de francés, pero no hice más preguntas y decidí hacer un fin de semana con películas, helado, palomitas y más cosas, tenía a las dos chiquillas de la casa sentadas a mis lados mientras veíamos películas.

Y tan pronto como acordé, ya era Martes por la mañana, el día anterior Zoe y yo habíamos echo una pijamada

La pijamada con Zoe fue buena, ella insistió en ponerme un mascarilla extraña que encontró en internet, vimos muchas películas y comimos hasta por los codos. Pero la sentía extraña, había estado diferente en clases, llegó tarde, despeinada, agitada y con los libros equivocados.

Lo que me despertó esa mañana fue el sonido del mensaje que recibí:

Collins: Sal, estoy afuera.

Revisé la hora en el aparato, ¡Dios! Eran las 6:15 a.m. ¿Acaba de llegar? Mire a mi lado, Zoe todavía estaba dormida.

"¡Claro, idiota! Todavía nos quedaba una hora de sueño."

Así que me levanté de la cama con cuidado y me limpié los restos de la mascarilla, miré mi pijama y decidí ponerme una de las batas de dormir de mamá y salí.

Y ahí estaba, recargado sobre su auto con el teléfono en la mano, traía puesto un saco gris con jeans y un camisa roja, fruncí el ceño, no era algo que utilizaba a diario. Terminé por acercarme a él y me abracé a mi misma ya que la mañana era fresca.

Él levantó la mirada y esperé ver una sonrisa socarrona o algún comentario por lo que traía puesto, pero no. Se veía serio, podría decir que hasta enojado, y eso hacia que mi ceño se frunciera más.

-Salí de ahí en cuanto termine, no tuve tiempo de cambiarme, los demás modelos eran tan idiotas y como estuve obligado a ir ni siquiera estaba de humor para aguantar a los demás. -dijo con un tinte molesto en la voz y tuve que procesar todo muy rápido porque lo dijo un tanto apurado. Alcé las cejas en sorpresa.

-¡Wow, hola! Yo también estoy bien, gracias por preguntar y levantarme en la madrugada. -dije con toda la intención de ser sarcástica. Él terminó por guardar su celular en los bolsillos y la sonrisa socarrona apareció en unos instantes.

-Perdón, solo quería hablar contigo. -dijo aún con la sonrisa, estiró la mano y colocó un mechón rebelde detrás de mi oreja.

-Podrías haber esperado a la hora del almuerzo, me quitaste una hora de sueño. -reclamé un tanto divertida, y desapareció, la sonrisa se convirtió en una mueca.

-Ese es el problema, no voy a llegar a la hora del almuerzo. -mi ceño se volvió a fruncir, no dije nada, esperé a que él continuara. -tengo que salir de nuevo en unas horas, es el cumpleaños de mi abuela en unos días y como Hugo no va a estar me mandó a mi en su lugar, así que tengo que tomar un vuelo a Maimi. -dijo, y acto seguido del bolsillo trasero de su pantalón sacos dos boletos de avión, de nuevo alcé las cejas. -y quiero que vengas conmigo.

Mi Vecino de Enfrente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora