34. Una disculpa no lo arregla todo.

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Scott.

Esto es una mierda, una completa y maldita mierda, ¿Cómo llegué a esto? ¿Cómo llegamos a esto? Ahora sí estaba realmente jodido, era un maldito imbécil. ¿Cómo pude decirle eso?

"Tienes problemas." Pronunció la voz en mi cabeza.

Han pasado dos semanas desde que nos gritamos con todo, no la vi en tres días, había faltado por falta de salud me había dicho Zoe. Los demás días no tuve cara para enfrentarla, era un maldito cobarde, no podía darle la cara después de que casi le grité que era una Zorra.

—Scott. —llamó Gloria a mis espaldas, estaba sentado en el sofá con los codos apoyados en la rodillas y la cabeza gacha entre mis manos. Mi cabello estaba revuelto y por milésima vez metí las manos entre él y lo revolvía.

—Scott. —volvió a llamar en ese tono maternal que tanto me ayuda, está vez levanté la cabeza y la miré. Tenía una ligera sonrisa en los labios y sin decir nada ella caminó y se sentó a mi lado poniendo su mano en mi espalda en un gesto tranquilizador.

—Soy un desastre. —confieso lo obvio después de unos instantes.

— ¿Es por Tamara? —preguntó aunque ya sabía la respuesta, giré a verla.

—Me equivoqué. —dije y los recuerdos llegaron a mí, mis errores me abordaron haciendo inevitable el sentirme una mierda. —la dejé entrar y como siempre salió lastimada.

Gloria era la única con la que podía romperme, era como mi mamá, ella me cuido cuando era muy pequeño.

—Scott, conozco tus juegos. —dijo de repente, haciéndome alzar la cabeza al comprender de lo que hablaba. —lo era al principio, pero luego algo cambio.

— ¿Qué cosa? —pregunté curioso.

—Te empezó a importar. —respondió sonriendo. —y cuando a ti te importa algo Scott, es muy difícil que deje de hacerlo.

Eso no mejoró mi ánimo, era una mierda, un cobarde que lo único que hacía era golpear y destrozar todo a su paso cuando siente que va a explotar, tengo problemas, eso lo sé. Pero él rostro lleno de lágrimas de Tamara me hace saber que debo parar, que debo esforzarme.

—La lastime. —le dije y luego así sin más solté una risa carente de humor. —al parecer eso es lo que sé hacer bien.

— ¿La quieres? —interrogó Gloria, su mano seguía en mi espalda.

Tomé una inspiración profunda, ¿Lo hago? ¿La quiero?

—No importa si la quiero o no, lo único que hago es lastimarla. —me quedó pensando mis opciones, todo eso que rechazo en mi cabeza porque soy un idiota caprichoso y entonces lo suelto. —Estoy pensando en soltarla, dejar de hacerle daño.

—Scott, ¿Tú la quieres? ¿La quieres de verdad? —volvió a preguntar y no podía responderle, porque sí lo hacía esto se volvía real, se volvía más peligroso.

—Deja de preguntarme eso. —después de unos instantes suspiró.

—Mi consejo es este, cuando quieres a alguien hay dos opciones en tú caso. Puedes dejarla ir o puedes ser tú, el verdadero tú, sin enojos, sin reproches, solo ser honesta y verdaderamente tú. —dijo con esa característica sonrisa materna en su rostro, la cual me contagió y me hizo sonreír ligeramente dejando que sus palabras se incrustaran en mi cabeza.

—Gracias. —dije honestamente, sé a lo que se refiere con ese "sé solo tú." Y de verdad espero no equivocarme con lo que estoy pensando.

Voy hace una completa locura, le di un abrazo antes de levantarme y salir de la casa. Me detuve frente a su puerta y toque, nadie, toque de nuevo y cuando iba a volver a tocar la puerta se abrió y me encontré con la señora Greyson. Sé veía cansada, y un tanto molesta con mi presencia.

Mi Vecino de Enfrente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora