|•Capítulo 3: Llévame al pecado🥀|

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Muchas veces tomamos las decisiones equivocadas, y eso es por solo pensar en nuestro bien, sin que importe la opinión de la otra persona

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Muchas veces tomamos las decisiones equivocadas, y eso es por solo pensar en nuestro bien, sin que importe la opinión de la otra persona.

Ser egoísta, es algo que los seres humanos no podemos evitar algunas veces. Cuando somos dependientes a algo lo queremos con nosotros cueste lo que cueste y más cuando si ese algo u esa persona es la única razón por la que vives.

Esa fue la justificación de Jano para haber echo lo que hizo, algo que lo dejaba sin remordimiento alguno. Es más, hasta sonrío orgullo al ver a su amada acostada con los ojos cerrados, pacíficamente dormida.

"Al fín la tenemos con nosotros"

El pelinegro acarició con suavidad el rubio cabello de Sofía y llevó un par de ellos hacia su nariz y aspiró su aroma, fascinado cerró los ojos y se quedó en esa posición hasta que el sonido de la puerta siendo abierta lo interrumpió.

-Guau, que puto loco pareces- río entre dientes miraba la escena con burla.

-Arlet- gruñó parándose de la cama y caminando con rapidez la tomó del brazo hasta sacarla de la habitación -¿Qué parte de "no quiero que nadie me interrumpa" no entendiste?

-Ay, idiota- con brusquedad se soltó de su agarre y lo miró con odio -El viejo te llama, no te descargues conmigo. Ya tendrás tiempo de estar con tu monjita.

Ante el apodo Jano apretó los puños conteniendo las ganas de golpearla y se giró para cerrar la puerta de la habitación con llave, la cual guardó en su bolsillo.

-No sabes cuanto me encanta esa miradita tuya de psicópata- río ella tendiéndole su celular.

-Quédate cuidando la puerta por si despierta, pero te prohíbo entrar ¿entendido?- le advirtió amenazante.

-Sí, papá- contestó rodando los ojos.

 -Si fuera tu padre, no estuvieras aquí- dijo antes de marcharse por el largo pasillos lleno de  elegantes y caros cuadros que personalmente había escogido  para su nuevo hogar.

Molesta ella bufó cruzándose de brazos, mirando la puerta como si mágicamente se fuera abrir. Pero en lugar de eso un pequeño sonido de algo caer se escuchó del otro lado.

Sofía había despertado.

Sonriendo retiró un clip de su desordenado cabello y asegurándose que Jano no volvería, lo colocó en la cerradura moviéndolo de un lado hacia el otro hasta lograr abrir la puerta.

Para Arlet, las prohibiciones significaban "invitaciones para hacer travesuras", y mucho más si estas provenían de su amargado y serio amigo.

Mientras ella intentaba imitar a Houdini escapando de su jaula, Sofía observaba con terror todo a su alrededor.

¿Qué hacia en esa habitación que no era suya?

La lujosa arquitectura de la habitación doblegaba el tamaño del propio salón del convento, algo que la hizo sentir pequeña y desprotegida.

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