|•Capítulo 2: Llévame al pecado🥀|

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-¿Disculpe?- preguntó ella ante el atrevimiento de su comentario

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-¿Disculpe?- preguntó ella ante el atrevimiento de su comentario.

-La mayoría de los pecadores pasan su vida ofendiendo a Dios y confesándose, pero lo curioso es que creen que con una sola confesión quedarán libres de miles de pecados.

Jano mirándola con deseo presente en sus ojos sonrío al ver confusión en el rostro de Sofía, quien al observar bien las facciones de él se atrevió a preguntar:

-¿Yo...lo conozco?

-Tu pregunta lastima mis sentimientos, hermosa- suspiró con aire ofendido.

La incertidumbre de la rubia solo aumentó ante el halago del supuesto padre. Incluso empezó a dudar del puesto religioso de él, ya que en su posición tratar así a una novicia, o a cualquier joven, sería considerado incorrecto y atrevido.

-¿Quién eres?- titubeó parándose de su asiento.

Jano la imitó a punto de responder, pero unos golpes en el confesionario los alertaron y Sofía salió apresurada, como si la hubieran atrapado haciendo algo malo, el ojiazul suspirando hizo lo mismo.

-Padre Fabricio- saludaron al unísono inclinándose con respeto.

-Perdonen ¿Importuné en una confesión? no quise interrumpir, es solo que no sabía que querrías tomar mi lugar, Jano- dijo el mayor mirando al nombrado con sorpresa.

La sorpresa fue mayor en Sofía al escuchar el nombre, sin poder creerlo por poco mira de arriba hacia abajo al hombre para examinarlo de cerca, pero se contuvo y solo miró a su amigo de la infancia, pidiendo explicaciones.

-Sí, disculpe padre...es que no pude contener la emoción de participar en un sacramento tan importante como lo es el de la confesión- se disculpó Jano cabizbajo fingiendo estar arrepentido.

-No hay problema, hijo mío. Ahora ve con tus hermanos y sigan orando hasta que comience la misa.

Jano hizo una última reverencia y aprovechando que el padre se giró hacia Sofía, le guiñó un ojo a la ojiverde con una sonrisa pícara y se retiró.

¿Por qué Jano no había dado una señal de vida en todos estos años y ahora de repente aparecía ante ella por circunstancias no tan comunes?

Al parecer Dios había unido sus caminos nuevamente, o al menos eso pensó ella con un sentimiento de alegría en su pecho, feliz de volver a ver a su amigo de la infancia nuevamente.

-Hija ¿estás oyéndome?- preguntó el sacerdote al verla mirar fijamente por donde su aprendiz se había ido.

-¿Qué?- dijo despertando de su trance y lo miró sonrojada -¿Qué...dijo, padre?

-Te pregunté si terminaron de confesarte.

-No.

La misa transcurrió con normalidad, a excepción de dos jóvenes que estaban absortos en sus pensamientos: uno pensando en el otro.

Llévame al PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora