|•Capítulo 5: Llévame al pecado🥀|

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Cuando no queremos reaccionar sobre algunos pensamientos es porque somos fanáticos de ellos, nos volvemos necios, y al no atrevernos a despertar nos convertimos en esclavos de nuestras mentes

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Cuando no queremos reaccionar sobre algunos pensamientos es porque somos fanáticos de ellos, nos volvemos necios, y al no atrevernos a despertar nos convertimos en esclavos de nuestras mentes.

En aquel momento eso era Jano, un esclavo, ya no solo eran pensamientos. Gracias a todo el alcohol que habían ingerido podría decirse que estaba alucinado cuando vio la pequeña y angelical figura de Sofía entrar por la puerta de su oficia y acercarse a él a pasos lentos.

Sabía que aquello no podía ser posible, la había encerrado, estaba soñando despierto pero eso no evitó que su corazón empezara a latir desbocado, que su respiración se volviera irregular y que su entrepierna se endureciera al ver como la rubia de hermosos ojos verdes se desnudaba frente a él.

"No, no, no es real" -Se dijo así mismo -"No estás aquí".

"Si está aquí, arriba, solo tienes que subir y hacerla tuya ¿que esperas?"

"No, no haré eso"

"Eres un idiota ¿esperaste tanto para no hacer nada?"

Cerró sus ojos, hizo una de sus manos puño, la otra con la cual tenía agarrada la botella de vino la levantó y arrojó con fuerza ella botella hasta un enorme cuadro donde estaba dibujada Sofía completamente desnuda de espaldas a él.

El mismo la había dibujado, la había soñado más de una vez de la misma forma, desnuda, con su cabello largo y rubio suelto, de espaldas pero mirando por encima de su hombro, con su verdosa mirada puesta en él.

Un estruendo se escuchó en la silenciosa mansión cuando el cuadro calló al suelo rompiéndose, por suerte no despertó a ninguna de las dos chicas que dormían plácidamente en las habitaciones de arriba.

Jano pasó sus manos por su cara, jalo su cabello por la frustración y la ansiedad que sentía. Ya eran más de las tres de la mañana y no había logrado pegar un ojo.

Suspiró con pesar, se levantó, salió de ahí y caminó escaleras arriba hasta su habitación, busco las llaves en su bolsillo y abrió la puerta.

Entonces la vio, ahí estaba ella, dormida, parecía un ángel literalmente. En ese momento Jano sintió una opresión en su pecho y pensó que Sofia tenía un don sin duda alguna, y ese era desatar y calmar sus demonios.

Con cuidado de no despertarla cerró la puerta, camino hasta ella y se arrodilló. Una lágrima escapó de los ojos cerrados de la chica, al parecer estaba llorando entre el sueño.

Jano se enterneció, limpió con suavidad y cuidado la lágrima del rostro de Sofía, para después dejar un casto beso en sus labios.

Se puso de pie y caminó hasta el baño para darse una rápida ducha ya que, en su opinión, estaba hecho un asco.

A la mañana siguiente el pelinegro despertó con un terrible dolor de cabeza, debido a que había logrado dormir a altas horas de la madrugada, sin contar que la cama de huéspedes no era tan cómoda como la de él. A pesar de esto quiso dejar de lado su mal humor e ir a preparar el desayuno a la hermosa Sofía.

Dicha rubia de ojos verdes había despertado un poco antes de él, asustada por otra pesadilla. Pero en vez de gritar y golpear la puerta como lo había echo el día anterior, ella se arrodillo junto a la cama, juntó sus manos y cerrando los ojos susurró:

-Señor, te pido por favor que protejas a todas las hermanas en el convento mientras yo no esté. Pido disculpas por haber pecado con pensamientos violentos hacia mi amigo, pero es que estoy sorprendida ante su nueva actitud hacia mí, por lo que también te pediré que cuides su alma para que ya no caiga en el mal. Por favor señor haz que Jano vuelva a ser bueno, como el chico que conocí...él tuvo una vida difícil y no se merece las consecuencias que tendrán sus actos. Te adoro mucho y gracias por un día más de vida. Amén.

Todavía con los ojos cerrados se presignó y justo cuando estaba por levantarse del suelo la puerta fue abierta.

 -Buenos días, bonita- sonrió Jano, pero su expresión cambió a una mueca de sorpresa al verla en esa posición.

"Si tan solo estuviera así en otra circunstancia ¿no?"

Avergonzada se levantó bajando un poco su falda con incomodidad y lo miró un poco a la defensiva.

-Buenos días- se limitó a decir con la mirada baja.

-¿Qué hacías?- pregunta él dejando la bandeja de comida que estaba en sus manos sobre la mesita de noche.

Sofía no contestó en el momento en que su mirada se fijó en la bandeja y se acercó a ella examinando el vaso de jugo, un plato con fruta, tostadas con queso crema y la taza con café, todo eso la cautivaron.

Mordiendo su labio con vergüenza ante el sonido que repentinamente su estómago había emitido, miró a Jano y llevó su mano hasta el oscuro cabello de él. Había sido un movimiento involuntario pero ya era tarde para arrepentirse.

-Siento haberte gritado ayer- susurró mientras alejaba su mano, pero él la detuvo y la volvió a colocar en cu cabeza.

Interiormente el joven sonrió satisfecho al fin su chica estaba cediendo.

El tacto de la suave piel de la ojiverde contra la de él hacía estremecer cada centímetro del cuerpo de Jano, por lo que no pudo desaprovechar el momento.

-No hay problema, hermosa. Sería capaz de perdonarte lo que sea con tal de que te quedaras a mi lado- dijo acercándose a su rostro.

-¿Puedo hacerte una pregunta?- sin alejarse ella miró su penetrante mirada azul.

-Por supuesto.

-¿Podría al menos...despedirme de mis hermanas en el convento?

El semblante de Jano cambió nuevamente y alzó una ceja incrédulo.

-¿A qué te refieres? 

-Me quedaré contigo Jano, no intentaré escapar.

Sorprendido tomó el rostro de ella entre sus manos y con la respiración agitada cerró los ojos como Sofi lo había echo al rezar.

-Repítelo.

-Me quedaré contigo- obedeció ella un tanto temerosa ante la cercanía.

-¿Por qué?

"Es un truco, quiere escapar"

"Debes enseñarle quién manda"

"Hazla tuya"

-¿POR QUÉ?- repitió brusco intentando superar a las voces que aún con los ojos cerrados podía ver en la oscuridad.

-Porque...- intentó calmarse del susto y continuó -...Quiero ayudarte, eres mi amigo y estás mal.

De repente las voces y sombras desaparecieron como si el viento las hubiera ahuyentado y Jano abrió los ojos.

Sin contenerse un segundo más la besó con todo el sentimiento que había acumulado desde la noche anterior.

Sus suaves e inmóviles labios excitaron al pelinegro de mirada oscura pero vida iluminada.

Sofía es su luz, su salvación y acababa de decir unas simples palabras que lo encantaron más que antes "me quedaré contigo", lo demás no le había importado en lo absoluto.

-Antes de que me descontrole, te dejaré desayunar- digo separándose de la confundida rubia. 

Y sin más, se retiró dejandola sola.

Llévame al PecadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora