|•Capítulo 34: Llévame al pecado🥀1/2|

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La locura más grande de alguien cuerdo es enamorarse, porque al estar enamorado experimenta pequeñas alucinaciones reales

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La locura más grande de alguien cuerdo es enamorarse, porque al estar enamorado experimenta pequeñas alucinaciones reales.

El cuerpo parece flotar y la mente no se separa de la persona a la que se ama.

La angustia de separarse del otro es casi como alejar a un adicto de su más codiciada sustancia. Los efectos de la abstinencia de una droga es similar a la de abstinencia de la compañía de nuestro amor. Si esto no sucede entonces no hay amor; hay otro tipo de sentimientos como la atracción, o simplemente el ansia de compañía.

Sofía estaba comenzando a transitar la etapa de necesitar a Jano nuevamente. Luego de tantos meses sin verlo y acostumbrarse a su ausencia, lo había vuelto a ver. Y ahora vuelto a extrañar.

Recostada en una cama de hotel, ya que Ramfis le había prohibido dormir en el basurero al que Arlet llamaba su piso, miraba fijamente el techo de la habitación. Recuerdos del miedo que sentía cuando salió por primera vez del convento vinieron a su cabeza al igual que la sensación de extrañeza cuando conoció el verdadero rostro de Jano.

Todo eso era parte del pasado, ahora todo es distinto. No extraña el convento y quiere volver a ver aquel atrevido y enérgico Jano que siempre tenía una llama de peligro en los ojos.

Casi siente ganas de llorar al rememorar el vacío de aquellos ojos azules en la clínica psiquiátrica. Niega rápidamente, se recompone en la cama y mira a su lado.

-Arlet, ¿estás dormida?- inquiere en voz baja.

La mencionada emite un par de ronquidos en respuesta. Resignada Sofía se levanta, enciende la lámpara ubicada en la mesita de noche, se coloca sus bailarinas color rosa claro y camina en dirección de la puerta.
Dos golpes en la madera bastaron para que segundos después el rostro de Ramfis aparezca ante Sofía.

-Bonne nuit...- saluda desconcertado -¿Te equivocaste de habitación, blond?

-No...Yo...- avergonzada desvía la mirada al notar que el hombre se encuentra con el torso desnudo -Puedo volver luego...

-No podía dormir de todas formas. Adelante.

El francés nota la incomodidad de la ojiverde asi que decide vestirse rápidamente. Acto seguido se recuesta en el pequeño sofá cerca de la ventana y la mira con aire relajado esperando a que hable.

-Tengo un plan para salvar a Jano.

-Te escucho.

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Era la segunda vez que utilizaba tacones en su vida. Se sentía extraña.
Sofía había aprendido a caminar con aquellos zapatos hacía tan solo dos días atrás, con ayuda de una muy burlona Arlet que se llenaba la boca diciendo que jamás había visto unas piernas religiosas tan cargadas de sensualidad. Ni hablar de lo bien que le quedaba esa falda tubo y aquellas gafas. El aspecto de secretaria rubia que Sofía quería lograr tenía que ser lo más alejado a su aspecto habitual.

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