Si no hubiéramos bebido... Si no nos hubiéramos hablado... Si no me hubieras notado... Todo seria distinto. Pero el destino quería que me besaras.
Todo por un vídeo.
Taehyung es un estudiante de universidad que se muda a Seúl para estudiar en una de...
La mayoría del tiempo la gente cree que la fama es el extasis de la vida. Que lo posees todo en la palma de tu mano y que con solo unas palabras puedes hacer que todos a tu alrededor hagan lo que tu desees. Puede que tenga un poco de verdad, lo que no te dicen es que así como tu mundo se crea en algo tan pequeño como la palma de tu mano, de la misma manera se destruye.
Lamentablemente a mi no me sucedió lo primero, pero lo segundo me llego sin siquiera pensarlo. Mi vida se destruyo por la fama, no por la mía por supuesto, sino por la de él. Jeon Jungkook.
Mis mañanas siempre tienden a ser muy rutinarias, me levanto, me baño y justo a las 5:55 am salgo de casa camino a la universidad. A veces bebo café, otras tantas solo el tiempo contado, pero siempre igual. Vivo solo en Seúl desde hace mas de un año, me mude desde Daegu para estudiar en una buena universidad y desde entonces me tome muy en serio lo de "ser independiente".
Así que he tomado la responsabilidad de sobrevivir solo en una ciudad tan grande como lo es Seúl. Estudio en una de las universidades más caras del país, ese tipo de escuelas a las que solo irían los hijos celebreidades o empresarios.
—Buenos días, Taehyung —dijo Jimin, uno de los amigos que hice en la universidad—, ¿terminaste el ensayo de la profesora Cho?
La profesora Cho era quien impartía una clase-club de psicología, alguien necesitaba llenar los huecos en sus horarios.
—Por supuesto, incluso añadí una lista comparativa sobre los dos casos que eran para hacer el escrito.
Ambos ya íbamos camino a nuestra primera clase pero antes teníamos que buscar a Jisoo, otra de mis mejores amigas, solo que ella estudiaba artes, no física como yo o actuación como Jimin.
—¿La viste llegar? —pregunté mientras caminaba entre la gente, buscándola.
Jimin apenas me iba a responder cuando entonces la vimos abriéndose paso entre la gente huyendo de su hermano, Seokjin. Por alguna razón ya era algo normal verlo correr detrás de ella mientras sostiene algo sucio, escurriendo o completamente destrozado y esta no era la excepción, en sus manos llevaba una bandeja con vasos de malteada vacíos, con el líquido escurriéndole de los brazos.
—¡TE VOY A MATAR, KIM JISOO. DE ESTA NO TE SALVAS! —repetía una y otra vez al tiempo que ella hacia el mayor esfuerzo por esconderse detrás de nosotros.
Con fuerza Seokjin tomó a Jimin de los hombros y lo quitó en un solo movimiento, dejando a Jisoo completamente a su dispocisión. ella tenía el terror vivo en los ojos.
—Es la tercera vez en la semana que le cambio las vestiduras a mi auto porque terminas arruinándolo al punto que una limpieza profunda no sirve de nada —explicó tan rápido que apenas logré entender—. Yo no sé cómo harás pero la limpieza de ese auto va a salir de tu mesada.
—¿Qué mas da si es de mi mesada no de la tuya? De igual forma el dinero es de papá —contestó enojada.
—Sabes perfectamente que mi mesada esta limitada desde que alguien —abrió los ojos en grande haciendo énfasis en ella— le dijo que dejé al limite una de las tarjetas en unas apuestas. —Suspiró—. Como sea, lo limpias tú, tus amigos, le pagas a alguien o lo que te parezca mejor, pero ese auto lo quiero limpio antes de las seis —dijo antes de irse, pero entonces se dio la vuelta para decir una ultima cosa—: por cierto, no te vas a volver a subir en el, de ahora en adelante o te trae el chofer de mamá o utilizas transporte, para eso ya tienes amigos con experiencia —me miró de manera despectiva de arriba a abajo.
No pude evitar sentirme incómodo, ¿tenia algo malo el transporte publico?
Jisoo se dio la vuelta hacia mi y me abrazó recargándose en mi pecho.
—No le hagas caso, está molesto y cuando se enoja es malo hasta con su propia sombra —se disculpó en un tono de culpa.
—Si, no te lo tomes personal, Taehyungie —intervino Jimin—, un idiota que apuesta más de ochenta mil dólares en una partida de póquer en definitiva es alguien que no piensa del todo —mencionó entre risas.
Estaba en mi penúltima clase cuando a todo el grupo le llegó el correo del profesor de matemáticas, en este nos notificó que se había fracturado la pierna por lo que intercambió sus horas de clase a uno de los salones de primero. Suspiré cansado de tan solo pensar en caminar hasta los salones de primero, pero por un segundo me reconfortó pensar que no tendría que bajar escaleras entre perros finos y gatos acicalados que se comportan como ratas de drenaje en la hora de salida. El gusto me duró poco cuando entré al salón y ya solo habían tres asientos libres: uno al que le daba directamente el sol, otro sin una pata que muy probablemente me haría la burla del salón al que apenas conozco y el último, junto a los que parecían ser lo que en este tipo de historias uno catalogaría como los populares.
Como era de esperarse mi nuca se erizó apenas me senté. Las personas a mis costados me miraban y se miraban entre ellos, intenté ignorarlo pero lo entendí todo cuando un tipo se paró justo delante mío, en primera instancia solo miré sus zapatos, luego empezó a golpearlo en el piso y fue cuando decidí encararlo. Parado frente a mí con una cara de pocos amigos estaba un chico de más o menos mi altura, viéndome con molestia.
—¿Pasa algo? —pregunté amable.
—¿Por qué estás en mi asiento? —me preguntó.
—No había nadie aquí sentado, asegúrate de la próxima dejar tu chaqueta en la silla al menos —dije evadiendo su fuerte mirada mientras hojeaba el libro de matemáticas.
—Es algo que no te incumbe, solo lárgate si no quieres problemas —respondió molesto.
Fue entonces cuando mi paciencia se acabó. Me levanté, quedando a su altura y entonces, mirándolo a los ojos y muy seguro le dije:
—No me voy a quitar.
Todos alrededor estaban atónitos, sin poder creer la estupidez que acabo de hacer. Pero no me haría ver mal, así que apesar de todo, no lo dejé de ver a los ojos. Acto seguido lo escuché gruñir con los puños apretados a punto de soltarme un golpe. Este es el momento en que más temía por mi vida, no lo desaproveché, ya estaba pensando incluso en qué me pondría al llegar a casa para desinflamar una probable nariz rota, pero para mi favor, alguien más intervino.
—Jungkook, amigo, relájate, ¿si? —le dijo al pelinegro frente a mí—, oye tú, por favor no hagas esto más grande, un asiento para una clase no justifica una cara desfigurada. Créeme que no querrás problemas con alguno de su familia.
—Tiene razón —dijo una chica rubia que estaba a un lado mío—, escucha, niño bonito, mi Jungkook a veces se deja llevar por sus impulsos y no quiero que esto termine en tragedia —dijo con cierta vergüenza.
Fue cuando lo medité un segundo, nunca he ocasionado pleitos, ¿por qué este debía ser el inicio? Simplemente ridículo. Entonces solo suspiré y me fui al asiento del sol. El profesor ya estaba en el escritorio sacando cosas de su maletín.
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