Capitulo 8: El picnic. (1/2)

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Capri fue fundada por Thomas Thermopolis al norte de Maryland el 14 de junio de
1802, y todos los años para esa fecha el pueblo celebraba una fiesta en su honor.

La mayoría de los negocios cerraban, como lo harían en cualquier otro día festivo de
importancia. El festejo se había convertido en un simple picnic, con algunas atracciones y puestos de comida, pero todos, lugareños y turistas por igual, salían a las calles para festejarlo.

Ruggero había invitado a Karol para que lo acompañara, y Karol no sabía exactamente qué significaba la invitación. Como la había invitado sólo a ella, sin incluir a Khaterina, se inclinaba a pensar que significaba algo, pero no se atrevía a preguntarle.

Cuando estacionaron, rodeó el coche para abrirle la puerta a Karol. Y fue
precisamente eso lo que hizo que ella empezara a relajarse. Nunca antes le había
abierto la puerta. Definitivamente, algo había cambiado.

El picnic del Día del Fundador se celebraba en el parque del centro de la ciudad.

-¿Te gustaría jugar a algo?-le preguntó Ruggero, mientras caminaban por la
avenida principal, señalando una de las atracciones-Podría ganar un pececito de
colores para ti.

-No creo que fuese muy justo para el pobre pececito-dijo Karol-Tuve
como una docena y todos se me murieron a los pocos días.

-Oh, ya-Ruggero sonrió con una mueca de ironía-Me acuerdo de tu padre
enterrándolos en el jardín.

-Eran mis mascotas, y se merecían un entierro digno.

-Mejor andarse con cuidado contigo-Ruggero dio un paso hacia atrás, poniéndose a una distancia prudente de ella por precaución-Eres una asesina en
serie de pececitos. No sé de lo que podrías ser capaz.

-¡Oye!-dijo Karol riendo-No los maté a propósito. Era pequeña. Creo que los alimenté demasiado. Pero fue por amor.

-Eso da más miedo aún-le dijo burlándose-¿Planeas matarme con amor?

-Tal vez-Karol lo miró, entrecerrando los ojos para parecer amenazadora,
haciéndolo reír.

Ruggero volvió a acercarse a ella. Su mano rozó la de Karol y ésta aprovechó la oportunidad para entrelazar los dedos. Ruggero no hizo ningún comentario, pero tampoco apartó la mano.

Karol sintió un cálido cosquilleo en el estómago y trató de contener un poco la enorme sonrisa que le nacía como efecto de ese simple contacto.

-De modo que nada de pececitos-dijo Ruggero-¿Qué tal un oso de peluche?
¿Los animales de juguete estarán a salvo cerca de ti?

-Tal vez -concedió ella-Pero no hace falta que ganes nada para mí.

-¿Quieres que paseemos un poco? -preguntó Ruggero, mirándola.

-Sí -dijo ella, y él sonrió.

-De acuerdo. Pero si quieres algo, no tienes más que decirlo y te lo consigo. Obtendré lo que desee tu corazón.

Karol no quería que le ganara nada, porque eso significaba que tendría que soltarle la mano para jugar. Tenía ganas de andar todo el día pegada a él. El mero echo de estar a su lado la deleitaba de una manera que jamás habría creído posible.

Caminaron un trecho por la avenida principal y a los pocos metros se encontraron con Bernie McAllister. Estaba parado frente a una atracción que consistía en hacer explotar globos con un dardo. A pesar del calor llevaba puesto un suéter, y miraba fijamente los globos, entrecerrando los ojos bajo sus canosas cejas.

-Señor McAllister-Karol sonrió y se detuvo cuando estuvieron cerca de él-. ¿Qué lo trae al continente?

-Oh, ya sabes -dijo con un leve acento, mientras con los dardos de plástico
señalaba los globos-. Hace cincuenta y cuatro años que vengo a los festejos del Día
del Fundador y gano baratijas en estos juegos. No me iba a perder el de este año.
-Ya veo -dijo riendo Karol.

ᴄᴀɴᴄɪÓɴ ᴅᴇ ᴍᴀʀ. #1 (ʀᴜɢɢᴀʀᴏʟ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora