Capitulo 4: La persecucion.

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Khaterina había albergado la esperanza de no toparse con él, pero últimamente
parecía que ninguno de sus viajes al puerto estaba completo si no se encontraba con
Agustin.

El joven vivía en un pequeño yate con cabina amarrado allí, por más que aquel barco no estaba diseñado para alojar a nadie más allá de un par de días.

Brian trabajaba al final de la bahía, descargando las barcazas que arribaban al
puerto.

La primera vez que se lo encontró, ella iba a ver a Brian al puerto. Al parecer,
Agustin acababa de despertarse y había decidido vaciar su vejiga en el mar desde la
cubierta.

Khaterina levantó la vista justo en el momento menos indicado y tuvo la oportunidad de poder apreciar un primer plano de sus partes masculinas.

La chica lanzó un grito y Agustin se subió los pantalones de inmediato y acto seguido saltó del yate para presentarse y disculparse profusamente. Si no hubiese sido porque no dejó de reír ni un instante, tal vez Khaterina habría aceptado sus disculpas.

Como estaba de espaldas a ella, Khaterina pudo ver el tatuaje que la cubría casi por entero. Las raíces comenzaban justo debajo del pantalón, y el tronco crecía hacia arriba, a lo largo de la columna, retorciéndose luego hacia un lado.

De tan concentrada que estaba en taparse la cara, Khaterina no lo vio venir. Ella no
alzó la vista hasta que Agustin gritó
«¡Cuidado!», y entonces una remera
completamente empapada le dio de lleno en el rostro.

Le hizo perder el equilibrio, Khaterina cayó hacia atrás sobre el muelle y aterrizó de
culo de modo poco elegante.

—Lo siento —dijo Agustin, pero reía mientras recogía la remera de donde la había arrojado Khaterina—. ¿Estás bien?

—Sí, estoy bien —dijo secamente Khaterina.

—Lo siento de veras —repitió Agustin. Seguía sonriéndole, aunque esta vez logró mostrarse avergonzado de lo sucedido, por lo que Khaterina decidió odiarlo un poquito
menos. Pero sólo un poquito.

—¿Qué era eso? —preguntó Khaterina, secándose la cara con la manga de su
remera.

—Sólo una remera. —La desenrolló y se la mostró: una prenda normal y corriente—. Una remera limpia. Estaba colgando la ropa y de golpe se la llevó el viento y la arrojó contra ti.

—¿Estás colgando la ropa justo ahora? —Khaterina señaló el cielo encapotado—. No tiene mucho sentido, ¿no?

—Bueno, me estaba quedando sin ropa limpia. —Agustin se encogió de hombros y
se pasó una mano por el desaliñado cabello—. Sé que a algunas mujeres no les molestaría que anduviera por ahí sin ropa, pero…

—Sí, claro. —Khaterina fingió una arcada, como si sintiera ganas de vomitar, lo que
provocó de nuevo la risa de Agustin.

—Mira, lo siento —dijo Agustin—. Lo digo en serio. Sé que no me crees, pero me gustaría compensarte de alguna manera.

—La mejor manera de pagármelo es no traumatizándome cada vez que paso por
aquí —sugirió Khaterina.

—¿Traumatizarte? —Agustin dibujó una sonrisa llena de ironía, y alzó una ceja—.
No era más que una remera, Khat.

—Sí, no ha sido más que una remera, esta vez. —Khaterina lo miró fijamente—. Ni siquiera deberías vivir aquí en el embarcadero ¿Por qué no te buscas un lugar decente donde alojarte y así no sucederían estas cosas?

—Si fuera tan sencillo como dices… —Agustin suspiró y apartó la vista de Khaterina, mirando hacia la bahía—. Pero tienes razón. Tendré más cuidado.

ᴄᴀɴᴄɪÓɴ ᴅᴇ ᴍᴀʀ. #1 (ʀᴜɢɢᴀʀᴏʟ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora