Recuerdo que la primera vez que me hiciste un café con sal te asustaste, luego ambos reímos y te disculpaste.
El segundo y tercer café aún provocaron tu risa y a mí preocupación.
Los siguientes ya no te lo dije. Lo ocultaba y fingía beberme el café. A escondidas lo tiraba mientras te decía que yo lavaría las tazas ese día.
Así fueron tantas visitas.
Tu enfermedad fue avanzando. Confundías muchas más cosas, olvidabas tantas otras.
Olvidaste mi nombre, olvidaste mi cumpleaños. Me convertí en un desconocido para ti.
Abuela, te extraño.
Hoy quisiera beberme un café con sal contigo.