Mi pequeño diablillo se llama Diego, tiene cuatro años y una imaginación demasiado grande. Desde hace unos días tiene un amigo imaginario.
Lo acompaña a todas partes, al parque, a tomar helados, se sienta a su lado en el auto. Parece no tener nombre, Diego lo llama "Amigo".
Hoy fuimos a misa. "Amigo" no ha ido. Luego hemos venido a casa de la vecina. Hace un año murió ahogado su niño de cinco años.
Flores, cinco veladoras y una linda fotografía formaban un pequeño altar.
Diego emocionado señala el altar y dice:
—Mira mamá, es la foto de mi amigo.
