Capítulo 3: El Ferrari de la libertad

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ODETTE

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ODETTE

Al notar que Olivia había caído dormida, me quito mi jersey y se lo pongo como puedo por encima, además de acomodarme y apoyar la espalda en la pared con ella sobre mí. Cojo su móvil y lo conecto en mi batería portátil. Creí que la carga sería para mis auriculares, pero es por una buena causa.

- ¿Está dormida? - Ignoro esa estúpida voz grave. - ¿Me estás ignorando?

De nuevo lo ignoro y sigo haciendo bocetos con rapidez.

- ¿Dibujas?

Se me ocurre la brillante idea de dibujarlo a él, tomándome de la muñeca con fuerza. Primero su pelo liso y alborotado, luego sus ojos azul claro, después su nariz fina y sus labios... Y con eso concluimos su maldita cara de gilipollas.

Aer, si lees esto, vete a la mierda.

- ¿Me acabas de dibujar? - Pregunta atónito, arrebatándome la tablet para ver mejor.

- ¡Hey! - Me quejo, pero al subir la mirada me encuentro tanto con sus ojos como con los de Tobio. ¿Me estaba mirando?

- Woah... Quién diría que esta pobretona vale para algo.

- Mira pendejo, devuélveme eso, que me costó mucho conseguirlo. - Reclamo intentando alcanzar el aparato.

- ¡Eh! - Aer alza la tablet. - Si te mueves así la despertarás. - Señala a Olivia.

- Dámela. - Le digo con calma.

- Tú no me das ordenes. - Se mofa.

- No te estoy ordenando una mierda. ¿Por qué siempre os creéis que os estamos ordenando cosas? Te pido amablemente que me devuelvas ese aparato que pagué con el maldito sudor de mi frente. - Mantengo la mano extendida.

- Ya vale, dásela. - Le dice Tobio con suavidad.

Suavidad... A este le pasa algo.

- Con una condición. - Me mira. - Me enseñas a dibujar.

Ahora tengo ganas de reírme, y no dudo en hacerlo.

- Te esnifaste humo del taxi? - Pregunto entre risas. - Vale, vale, pero no me jodas más.

- Faltan 20 minutos. - Avisa Tobio.


TOBIO

20 minutos antes

Las ratas huyeron de nosotros cómo si del Titanic hundiéndose se tratase. Debo reconocer que el ataque de ira de Aer me pilló por sorpresa. No imaginé que reaccionara así con Odette, pero aun así no debería provocarnos.

Y nosotros deberíamos controlarnos...

Después de todo, aunque el viaje fuera idea suya, nosotros aceptamos.

21 Cosas que hacer en Toronto, CanadáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora