Centro de la Ciudad Acto I

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(19 de Mayo)

Los infectados habían derribado la puerta. No podía volver por la oficina. La única salida viable eran las otras escaleras. Me digné a subirlas. Corriendo, llegué al segundo piso (ahora estaba en la parte de atrás de la oficina) las rejas de seguridad seguían cerradas. Intenté abrir otras puertas. Algunas estaban trancadas, otras simplemente no abrían, dado a que no quería esforzarme mucho por tirar alguna, decidí volver a subir. 

En el tercer piso, había infectados en el suelo, devorando a lo que fuese que estaba ahí. Uno de ellos me vio. Tenía que volver a escapar. Subí al cuarto piso. Ahora la cosa estaba fea, las escaleras hacia el quinto piso estaban llenas de escombros. No se podía subir más. Este piso parecía deshabitado. Había una lista de nombres en una pared, algunos abogados, ciertos nombres me resultaron muy familiar. Había varias puertas marcadas, todas con una letra. 

Algunas se veían en muy mal estado, intenté abrirlas pero nada ocurría. Escuché gruñidos y pisadas fuertes. ¡Venían a por mí! No perdí la esperanza, una puerta se veía normal. Se abrió sin problemas. La cerré con seguro y la barriqué con dos pequeños muebles. Algunos infectados llegaron, pero algo se escuchó del otro lado del corredor, captó su atención. Estaba, creo, a salvo.

Tomé un poco de aire, revisé mis cosas, recargué la .45. No encontraba la Glock. Quizás se cayó en el camino hacia acá. Pero, unas lágrimas recorrieron mis mejillas. Me había acordado del Husky, el perro, ¿era realmente de aquella niña? 

Pase lo que pase, Andrew estaba con ellos. Les diría mínimo lo que le hice. Eso les daría valor para intentar matarme. ¿Y la niña? ¿Realmente la obligarían a verme morir? No podía ser cierto. De todos modos, tenía que buscar una forma de salir de aquí. Las personas de allá abajo. Estaban encerradas claro. Pero quizás tendrían otra salida por la oficina. 

Estaba en una sala de espera, abrí otra puerta, esta vez era un cuarto oficina. Tenía a ambos lados puertas que conducían: una a otra oficina más grande y otra a una sala de juntas. No había energía en el lugar. Entré a la oficina grande. Había una pequeña nevera. Su energía ha de haberse acabado hace tiempo. Había una pequeña botella de agua adentro. La tomé, y la bebí. Este lugar era mío ahora. No podía andar de amable todo el tiempo. No en este mundo.

Al lado de ella, había un escritorio grande. Tenía suficiente espacio como para abrir uno de esos mapas de la antigua época. Me senté en el sillón. Me sentía como un jefe. Jeje. Pero bueno, había que seguir investigando. Había otros 2 escritorios, no tan grandes, pero bastaban para leer cosas y usar la computadora. 

Había un baño al lado del escritorio, era pequeño pero tenía una pequeña ventana. Si saltabas desde el inodoro, podrías salir. Lo malo era que estaba en un cuarto piso. Habría de escalar un poco para caer en algo suave, o al menos, ir a otro lugar. El sistema del inodoro aún servía. Podría quedarme un día o dos, para averiguar que está pasando.

Una ventana grande, atrás del escritorio principal, mostraba un haz de sol viniendo de afuera. Abrí las cortinas. No podía creer lo que estaba viendo. Al frente, un grandísimo edificio de juzgados. Lo noté por los símbolos de justicia (la balanza extraña, mi padre una vez me había dicho algo de eso, no lo recordaba bien pero algo tenía similiar). Se notaba una gran área de rejas allí. Había algunos infectados dentro. Pero si se les eliminaba, podría ser un gran refugio. Las rejas hacían que pareciera una pequeña prisión. Y los edificios se veían lo suficientemente altos para poder ver otras zonas de la ciudad.

Sabía con certeza donde estaba parado ya. Estaba en el llamado centro de la ciudad. Aquí era donde trabajaban la mayoría de empresarios, abogados, trabajadores industriales. Había una cantidad de puestos ambulantes en su época. Pero los infectados debieron arrasar con todo. Algo era seguro. Había miles, pero miles de infectados aquí. Y algo me dice, que fuese lo que fuese, la epidemia ha de haber empezado cerca de aquí. Los edificios, a lo lejos, se veían mal, tiendas abandonadas, las calles, negras, ya fuese la sangre o el fuego abrazador.

Estos infectados. Son mucho más rápidos que los otros. Nadie dijo que sería fácil llegar al edificio próximo. Pero valdrá la pena.

Odio el centro de la ciudad. Congestionado de gente viva.

Ahora es el centro de los muertos.

La última oportunidad (The Last Stand)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora