CORTO ALEATORIO 2

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Mei se vio reflejada en el espejo frente a sí; un hermoso vestido que no pertenecía a los japoneses, era como europeo con un hermoso gusto. Sentía la seda acomodarse a su cuerpo y, su doncella asistente le sonrió.

-Ya está listo, princesa. –dijo con una reverencia. -¿Le gusta?

Mei sin darle importancia al "princesa" se observó un poco más; vestido azul celeste de arriba mientras abajo comenzaba a oscurecerse; pendientes de diamantes. Un collar de perlas relucía débilmente mientras los zafiros de sus dos anillos le miraban curiosos.

-Gracias, Annie. –respondió con un gesto. –Se ve de maravilla.

La muchacha volvió a reverenciarla y salió de la habitación, al cerrar la puerta llego su padre con ese traje militar de color blanco que relucía las medallas ganadas mientras sus cicatrices se disfrazaban por el maquillaje.

-¿Lista, Mei? –le pregunto su padre con una reverencia mientras alzaba la mano para que ella la tomara y salieran de allí.

-No. Estoy asustada. –respondió.

-Entiendo. Pero debes hacerlo, la profecía ha dicho que hoy, con el hombre que bailes sin apagar la vela, será tu esposo y el salvador del imperio. –dijo serio y suspiro. –Me gustaría que hubiera otra forma de salvar este imperio tambaleante.

-Es mi deber. –dijo tomando la mano de su padre. –Vayamos que mi coraje mengua, padre.

Y así lo hicieron. Bajaron por la escalinata y entraron al gran salón donde los invitados reían, comían y bebían para enmascarar su miedo, incertidumbre y duda ante la duración de su nación ancestral que ahora tambaleaba.

Al ver a Mei todos la recibieron de nuevo con reverencias y le aplaudieron por sacrificar su libertad en bien de ellos. Bajo las escaleras con una sonrisa educada de indiferencia a sí misma y al llegar al final, su padre la entrego al duque Sebastián York. Un criado les extendió la vela y comenzaron a bailar.

Uno, dos tres, uno, dos-

La vela se apagó y el hombre gruño por lo bajo y la entrego al próximo.

Bailo.

Volvió a bailar.

Tantos hombres que la sostuvieron en sus brazos fueron que se sintió asqueada y con ganas de vomitar. Le dieron un descanso antes de tomar la mano del general joven e invicto que avanzaba rápido. Ella camino a la masa de las bebidas y tomo una copa de vino, ya estaba por beberla cuando una mano le detuvo. El joven que lo hizo sonreía cortesmente mientras le extendía otra copa.

-Agua. Eso la relajara mejor que vino; esa bebida solo es para escapar del dolor, el agua purifica, mi princesa.

Mei miro esos ojos verdes y sonrió. Acepto la copa y la bebió; agua fresca y con un extraño sabor a campo lejano y frio donde uno vive bien hasta que llega la muerte.

-Gracias. –le dijo cortés.

-Para servirle, mi princesa. –con una reverencia profunda se estaba alejando cuando Mei le tomo del hombro.

-Espera, yo quería-

Una doncella se acercó rápidamente, con expresión llena de censura a su princesa y de reproche al caballero.

-Es hora de que vuelva, princesa. –le dijo la chica.

Mei suspiro y cuando quiso despedirse del joven, este ya no estaba. Sin permitirse el coraje y la tristeza marcho a la pista, tomo la vela con su mano derecha y comenzó a bailar.

Ese chico era un idiota; prepotente que no distinguía entre la diestra y siniestra. A los tres pasos la vela se apagó. Repitió aquello con los restantes hombres de título y poder y con todos fue lo mismo. Los murmullos y miedos comenzaron a salir.

Y si la profecía estaba errónea y estaba condenados a perecer ante los otomanos y ser sirvientes de nuevo. Mei se abrazó con timidez y su abuelo hablo con voz fuerte que resonó en el gran salón y todos le miraron con obediencia.

-Tal vez no será un hombre rico, sino uno humilde. –dijo.

Se miraron con ganas de reír pero no lo hicieron. Así los criados, los del pueblo y demás pasaron a probar suerte, sin éxito. Mei una vez más termino cansada y estaba por irse cuando lo recordó.

-¿Puedo intentar bailar con alguien más? –le cuestiono educadamente.

-Ya has bailado con todos los hombres, Mei. –le informo su abuelo cansado.

-Abuelo, la profecía decía que "la persona con la que baile la princesa sin apagar la vela librara a la nación de su sufrimiento, se unirá a ella y formaran la nación que brillara sobre el orbe". Jamás dijo que debe ser un hombre.

El antiguo rey quiso reírse de eso, solo que tenía razón Mei, la profecía no decía que sería un hombre en ese sentido.

-Bien. Hazlo.

El anuncio a los presentes ocasiono burlas hacia la princesa; los homosexuales eran asquerosos y vistos peor que leprosos. El antiguo rey grito molesto y todos callaron. Mei se abrió paso por la gente hasta que encontró a Yuzu en una esquina observando todo.

Se miraron unos momentos y con una sonrisa le ofreció bailar a la princesa con un movimiento elegante y cortés. Acepto la mano y, recibiendo la vela bailaron.

Uno, dos, tres...

Bailaron rápidamente, fluido como un rio de agua dulce pura y cristalina. Aun cuando hubo personas que arrojaron aire con la intensión de que la vela se apagase, esta no lo hizo, al contrario de eso, su brillo era hermoso y grande. Una vela dorada que bailaba también y mostraba la verdad de ese lugar.

La pieza acabo y se detuvieron, la vela seguía encendida. Los murmullos de sorpresa estaban subiendo cuando hombres entraron al gran salón. Yuzu sostuvo a Mei de las caderas y sonrió.

-Maten a todos excepto a la corona. –ordenó Yuzu.

Y así inicio la masacre más grande dentro de esas paredes. Mei se quedó allí, sosteniendose de Yuzu mientras la gente moría.

-El sufrimiento de esta nación no es otro sino que su asqueroso orgullo y sus perversiones, princesa. –dijo mientras la llevaba a la planta alta en brazos, les seguían su padre y abuelo de Mei. –Y yo te tomare a ti como una bendición, cásate conmigo y formemos un nuevo imperio, uno que de luz a este oscuro mundo podrido.

Ella asintió, los cálidos brazos de esa mujer le hacían sentir segura y poderosa. Había hecho bien en pagarle a ese brujo para que dijera que esa profecía existía; ambigua y llena de advertencia para todos y huyeran de allí. Ella quería estar con la única persona que amaba y no dejaría que nada se interpusiera en su camino, así que destruiría la nación y crearía una nueva. Aun si Yuzu no era consciente de que estaba siendo manipulada por ella, Mei no tenía intensión de perdonar aquello que se interpusiera en su deseo.

-Y yo me uniré a ti, para formar una nación tan brillante que de paz en el orbe. –susurro cuando estuvieron a solas en la alcoba, antes de que hicieran el amor.

FIN


Un escrito rápido para no dejar los inicios de julio vacios para ustedes. Gracias por leer y no olviden votar.

Citrus oneshotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora