Aun cuando el piano seguía tocando su melodía, Mei solo concebía dolor con cada sonido que el hermoso instrumento producía. La guerra no solo trajo desequilibrio económico y político, trajo la muerte y el dolor era como ver como lo que uno amaba desaparecía. ¿A quién reclamarle algo? Era como ser un espectador sin voz.
Aun recordaba esos momentos felices donde Yuzu y ella despertaban en las mañanas y al verse sonreían felices y la rubia siempre sin falta, le dedicaba un poema, la besaba y la cargaba al baño. Los momentos felices eran los que estaban lejanos en el recuerdo del pasado. Cuando recordaba la primera vez que se vieron en esa cafetería que era el primer día de trabajo de Mei, la primera vez que le hablo Yuzu, la primera cita, el primer beso, la primera vez que se dijeron "te amo", la primera vez que hicieron el amor... Todo eso seguía fluyendo como una tortura.
La mitad de la pieza ya estaba y Mei se secó las lágrimas que seguían saliendo de sus ojos. A su lado las esposas lloraban al mismo ataúd mientras sus maridos solo podían apretar los dientes ante la impotencia y la culpa. Con la tapa cerrada el ataúd tenía una bandera del país nipones y sobre el adorno florar estaba una foto del "Sargento mayor Yuzuko Okogi" muerto al salvar a sus hombres de una bomba y que gracias a su sacrificio la guerra termino.
Vaya cruel dios, ¿Cuántas víctimas más tendrían que haber? Ya era suficiente, la gente estaba harta de perder la paz y lo que amaba. Uno nunca podría regresar el tiempo así como pedir perdón y corregir nada. El general Akizuki miraba a Mei desde lo lejos, apretando su gorra y llorando por haber destruido semejante amor.
Donde un país sin tolerancia a los homosexuales y gente con "deformidades" fisiológicas llevaron a la fuerza a Yuzuko al campo de batalla a ocupar el lugar de su difunto padre. Él había ido en persona por ella y amenazándola con asesinar a Mei por su relación homosexual accedió a ir. Aun cuando sabía que ese amor era puro y superior al promedio lo ignoro y siguió las órdenes que él mismo se dio.
El soldado raso Haruka había convivido con Yuzuko desde el primer día y como todos allí le tomaron tanto cariño que estaban dispuestos a terminar esa guerra para que volviera con su novia. Eran tratados como humanos y seres agradables, protegidos y ayudados con tanto respeto que cuando vieron estallar aquella bomba con su sargento no soportaron aquello y gritaron dolor y rabia. Muriendo la mejor persona que conocieron conservaron sus vidas sin propósito. Ahora estaban al lado de la mujer que perdió a su alma gemela. No podían disculparse ni ofrecer alguna palabra de consuelo, simplemente se quedaron en silencio.
Mei no despegaba su mente de los recuerdos. Aún estaba la voz de Yuzu diciendo su nombre, sus manos acariciándola y sus ojos viéndola con amor, todo eso perdido sin poder recuperarlo. El piano seguía tocando, no porque así se despidiera a los héroes nacionales, sino porque todos lo pidieron como tributo a quien les era tan preciado.
El viento soplaba lento, el sol estaba de luto y las nubes lo cubrían mientras en esa capilla en silencio se lloraba, se recordaba y se despedía. La pérdida es lo que uno teme, es lo que nos hace proteger y nos advierte que si no apreciamos lo que tenemos ahora luego que lo perdamos nos arrepentiremos.
Mei, que vivió al lado de Yuzu tanta felicidad sin limitarse nada ni negarse a algún capricho de amantes, seguía llorando, sin cantar, sin orar, simplemente llorando. Sintiendo como todo comenzaba a romperse a sus pies. Sin tener a donde ir, sin poder pensar en el futuro sola comenzó llorar más, la garganta dolía de tanto soportar el gritar, sus manos sangraban de estar apretadas para contenerse y no abrazar el ataúd vacío de Yuzu, cuyo cuerpo no se pudo recuperar.
Necesitaba ser fuerte y visualizar ver la luna sola, de despertar sola, de desayunar sola y vivir sola. Tenía que aceptar que no estaría de nuevo con Yuzu, que todo estaba perdido y que estaba cayendo en la soledad y depresión. Quería seguir adelante como le prometió a Yuzu un día antes de que partiera a la guerra.