TOMA 10

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-Me comentó el Detective Shirakawa que pueden retirarse – habló Usaka a ambos hombres que custodiaban la habitación de Takato. Uno lucía mayor que el otro, pero no con más edad que Arata – Gracias por su trabajo – inclinó su cabeza.

-No tiene que agradecerlo, como usted acaba de mencionar es nuestro trabajo – indicó el más serio.

-Así es, cuente con nuestro servicio, el jefe Ara... es decir, el jefe Shirakawa nos ha dado instrucciones claras y siempre haremos lo que él nos pida – dijo animado el pecoso.

-Oh, ya veo... de igual forma acepten esto por favor – extendió los platillos que había encargado en el restaurante – han estado trabajando duro, tómenlo.

Los dos agradecieron y se retiraron, los vio avanzar por el pasillo hasta adentrarse en el elevador. Tomó la perilla de la puerta, pero antes de abrirla hizo una respiración profunda recordando las palabras de Arata: "... no luce para nada al Saijo que tú recuerdas" No podía mostrarse débil ante Takato, ahora más que nunca debía hacer gala de su característica e inamovible serenidad; lamentarse, enojarse o exponer dolor estaba absolutamente prohibido. Ya había llorado mucho frente a Arisu como para montar otra escena frente a quien menos lo necesitaba en este momento.

Entró y al fondo de la habitación pudo vislumbrar la figura de Azumaya, quien al verle, se puso de pie para alcanzarle en la puerta.

- ¿Por qué no me sorprende que no hayas hecho caso a mis indicaciones? – susurró para conservar la atmósfera silenciosa que se respiraba.

- ¿Tú lo habrías hecho de tratarse de Arisu san? – preguntó Junta mirándole a los ojos.

-No.

-Entonces la pregunta es irrelevante ¿no cree, Usuka san?

-No he venido a reprenderte, suficiente trabajo tengo ya como para educar a otro niño. Toma, alimenta ese largo cuerpo – dijo colocando la bolsa de comida en su mano izquierda.

-Gracias, pero no lo necesito. Me quedaré con Takato – replicó de inmediato.

- ¿Qué no escuchas nada de lo que te digo? Ve a comer al auto, además no puede haber más de dos personas aquí y el olor de la comida podría provocarle antojo a él – dijo señalando hacia Takato – quien por ahora no puede comer nada. Yo estaré cuidándolo.

-No quiero, no insistas – replicó

-Entonces ¿quieres que se preocupe cuando se entere que colapsaste porque no sabes cuidar de ti mismo? Mírate en un espejo, podría jurar que no has pegado ojo desde ayer, aunado a la carga de trabajo que tienes en unas horas más serás otro paciente en el Saint Luke.

Junta tragó saliva, el productor tenía razón, no era el momento para ser necio o egoísta. Si quería apoyar a Takato y encontrar al hijo de puta que le lastimó debía cuidar de su salud para estar al cien por ciento de su capacidad. Su estómago rugió ferozmente, reclamando ser alimentado.

-Entiendo, no tardaré... - volvió sobre sus pasos y besó suavemente la cabeza del ojiazul – cuídalo bien, por favor. No tiene mucho de haberse quedado dormido.

-No necesitas decírmelo, toma las llaves – dijo extendiéndoselas – estoy en el estacionamiento privado sección "A" número treinta y tres.

Usaka le vio partir, cerró la puerta colocando el seguro, y haciéndose de toda la fuerza del universo caminó hasta quedar pegado a la cama. Evitó tanto como pudo enfocar demasiado la mirada en el cuerpo, pero era inevitable, las heridas saltaban a la vista, aguijoneando dolorosamente su interior. Apretó con fuerza sus dientes al punto de hacerlos sonar, así mismo aprisionó el barandal que evitaba que el paciente cayera de la cama, podía jurar que, de haberlo intentado, estos abrían sido arrancados. Fue entonces que la voz de Takato le sacó de su trance. Esta era débil y poco entendible.

EL PAPEL DE MI VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora