Capítulo 13

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Natsu miraba su porción de huevos revueltos sin saber muy bien qué buscaba en ellos ni qué hacía en el segundo piso de la cafetería un domingo por la mañana cuando podría estar durmiendo a pierna suelta en la tranquilidad y soledad de su dormitorio... Bueno, en realidad sí que lo sabía. Esa noche no había dormido en su cuarto y Dimaria lo había pateado fuera del suyo a primera hora de la mañana. Cosa comprensible, dado que no podían pillarlos. Sin embargo, eso no quitaba que su despertar hubiese sido horrible; literalmente lo había empujado de la cama y lo había tirado al suelo sin el menor de los remordimientos. Según ella, porque no había forma de que abriera los ojos. Según él, porque uno de sus pasatiempos era darle razones para gruñir.

Ahora, por tanto, intentaba ahogar sus penas y su mal humor vespertino en un desayuno que en realidad no le apetecía en lo más mínimo mientras su novia andaba por sabía quién dónde y haciendo qué. ¿Por qué tenía que ser tan madrugadora?

Suspiró y, con parsimonia, se llevó un trozo de tostada a la boca para masticarlo sin molestarse en despegar la cabeza del soporte en el que se había convertido su mano izquierda. Aburrido y somnoliento, contempló el campus que se veía desde la ventana y a los estudiantes y profesores que deambulaban por ahí con la pereza y lentitud propias de un buen domingo nublado y con aire de lluvia inminente. Había quedado con Mira al mediodía para entrenar un poco, pero la pereza lo estaba matando y se estaba planteando muy en serio el cancelar el plan aún a riesgo de tener que aguantarla a ella tres días de mal humor.

Habían pasado cuatro días desde la incursión y, a excepción de que el chico de la trenza había tenido que quedarse en la enfermería el resto de la semana, no se habían dado mayores complicaciones que un par de rasguños y contusiones leves en varios grupos. Y teniendo en cuenta que ahora tenían una incursión programada cada semana, los cardenales iban a estar a la orden del día de ahí en adelante.

Volvió a suspirar y mordió un segundo trozo de tostada sin dejar de mirar por la ventana, recordando que dentro de nada, en un mes, sería el Torneo de Primavera.

Se trataba de un evento organizado por la dirección de la Academia en la que se realizaban competiciones, tanto individuales como por equipos, y que ofrecía la oportunidad de subir de rango más rápido sin tener que depender de los logros de las misiones e incursiones. Era un incentivo bastante atrayente para los estudiantes y fomentaba la iniciativa propia. Él no pensaba participar ese año, pero Mira y Laxus pretendían alcanzar el Rango S y no tenía ningún inconveniente en ayudarlos para conseguirlo. Se lo debía. Aunque, por supuesto, su sentido del deber no quitaba que en ese momento tuviese cero ganas de moverse, y mucho menos entrenar.

—Tu forma de desayunar es interesante, he de reconocerlo.

La repentina voz que se dirigía a él le hizo dar un respingo y apartar la vista del ventanal que había junto a la mesa para encontrarse con Erik sentándose frente a él con su propio desayuno. Solo entonces, Natsu se dio cuenta de que se había dedicado a masticar la tostada sin nada más y que el resto de su comida se estaba enfriando en la bandeja. Dejó el pan a un lado y se hizo con su café.

—Estaba distraído —murmuró, tomando un sorbo de su bebida. Estudió a Erik—. ¿De qué quieres hablar conmigo?

Su compañero de equipo esbozó una sonrisa de lado y alzó su propia taza para observarlo por encima del borde de la porcelana antes de darle un largo trago.

—¿Qué te hace pensar que quiero hablar?

—Es la primera vez que me buscas fuera de clases. Y además es domingo.

Erik alzó las cejas, fingiendo estar impresionado, y su sonrisa se amplió todavía más. Por un momento, se fijó en la única estrella que tenía Natsu en el pecho, idéntica a la que lucía él también desde hacía un par de días. La incursión había hecho subir de rango al equipo y otros dos más, aunque Mest no tardó en bajar la euforia colectiva recordándoles que alcanzar el primer rango y recibir un sobrenombre era sencillo. Lo complicado era subir más allá del primer peldaño.

El mago que no era magoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora