Capítulo 35

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El estadio estaba envuelto en un perplejo silencio cuando Natsu y su equipo se retiraron de la arena. Nadie parecía creer de verdad lo que acababan de presenciar; como si fuese más fácil admitir que todos habían visto una alucinación conjunta antes que la realidad de una derrota aplastante por parte de un supuesto repetidor incompetente.

Murmullos de asombro e incredulidad los siguieron mientras se dirigían hacia la salida. El equipo perdedor seguía demasiado aturdido como para poder ofrecer algún tipo de reacción. Al menos, hasta que algún estúpido valiente, invisible entre el gentío, bramó:

—¡Trampa! —La palabra resonó por todo el estadio como una maldición—. ¡Ha hecho trampa!

Segundos después, la mayoría de los estudiantes espectadores se sacudía el estupor de encima creando un eco espeluznante y ruidoso de esa misma palabra. Se exigió una segunda valoración de resultados a voz de grito, y Mato de pronto tuvo las manos llenas intentando apaciguar a todo el mundo mientras llamaba al orden. En las pantallas, como un bucle de broma eterna, las imágenes grabadas de la pelea se sucedían mudas en constante repetición. Era increíble cómo, aún teniendo la prueba delante de sus narices, pocos estaban dispuestos a aceptarla.

Al ver que no obtenían los resultados esperados, pronto las acusaciones dieron paso a la otra cara de la moneda: justificar su inesperada victoria atribuyéndole el mérito al único estudiante de Rango E que había entrado en Eclipse durante la Ruptura y que había regresado. Erik, al escucharlos referirse a él como si de pronto fuese alguna clase de héroe, compuso una mueca y se rascó el interior del oído con el meñique.

—Son jodidamente ruidosos —gruñó irritado.

Por fin alcanzaron las dobles puertas que los llevaría al interior del estadio. Natsu encabezaba la marcha con grandes zancadas y mirada determinada. Erik le pisaba los talones, y solo Lucy y Lisanna contemplaron las gradas con un ceño fruncido de disgusto.

—¿No vas a defenderte? —preguntó Lucy entonces, cuando una ola particular de ruido volvió a alzar el nombre de Natsu por un instante.

—No.

Ni siquiera se dignó en mirar atrás. Simplemente, empujó la puerta de cristal y dejó que el estruendo de la ventilación automática se lo tragara.

Viendo que no pensaba detenerse, los demás lo siguieron poco después, Erik luciendo resignado y las chicas intercambiando miradas llenas de preguntas entre ellas. A Natsu la victoria no parecía importarle en lo más mínimo, y donde cualquier otro hubiera lanzado vítores de alegría por haber ganado, él se mantenía callado e indiferente; como si lo de antes no hubiese sido más complicado que apartar un trozo de basura del camino.

A falta de un sitio mejor al que acudir, regresaron en silencio a la sala de descanso. Nadie hablaba. Había una tensión extraña en el aire, y Lucy no podía apartar los ojos de la espalda de Natsu. Había cierta rigidez en sus movimientos, y por más que lo intentara era incapaz de adivinar en qué estaba pensando.

Recordó verlo de refilón tumbar a su oponente con una agilidad que aturdía. En un instante ambos chicos estaban cara a cara, intercambiando golpes, y al siguiente Natsu se ceñía sobre el contrario como una pantera al acecho. Por un momento, Lucy se olvidó de su propia pelea y se limitó a observar, aturdida, la ira que se filtraba de su compañero. Parecía un animal rabioso encadenado que luchaba por liberarse.

Si ganaron, definitivamente no fue gracias a ella. No pudo apartar los ojos de ese intrincado cuadro, y solo el anuncio de Mato de su victoria logró arrancarla de su aturdimiento. Si la chica del equipo contrario no consiguió acabar con ella, fue porque Lisanna había sido más rápida.

El mago que no era magoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora