Capítulo 7

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Detrás de la biblioteca, en un pequeño bosquecillo al que no solía ir nadie, el ajetreo del mediodía parecía quedar amortiguado por la sombra de los árboles y sus frondosas copas. Ahí, recostados contra uno de los troncos, Natsu y Dimaria se ocultaban de miradas curiosas y rumores, disfrutando del escaso tiempo libre de ambos a base de silencios cómodos y demostraciones de cariño ocasionales.

—¿Y dices que has metido a la hermana de Mira en tu equipo? —repitió Dimaria, entreteniéndose peinando y enredando los dedos entre los mechones rosas de su compañero.

Natsu, tumbado en el suelo, usaba las piernas de ella como almohada y disfrutaba de sus caricias con los ojos cerrados, dormitando en la calma que los rodeaba. Le acababa de contar la prueba que había sucedido hacía dos días y la satisfactoria mueca de irritación que había compuesto Mest al ver su tan alta puntuación. Tal y como se había esperado, Dimaria se rió de lo lindo al imaginarlo y, ahora, se centraba en el resto de información del relato.

—Sí. —No se molestó en abrir los ojos ni cambiar de postura—. Era eso o aguantarla a ella enfurruñada durante un mes. Me sorprendió para bien. Es algo impulsiva, pero tiene un buen control de sus habilidades.

—Mmm... —Pensativa, le retiró el flequillo que le caía sobre la frente en mechones desordenados—. ¿Y qué piensas del tal Erik?

La pregunta le arrancó a Natsu un suspiro y abrió los ojos, aunque no se incorporó. Todavía tumbado, encendió el reloj y buscó a Erik en la base de datos. El holograma azul flotaba sobre su cabeza de forma hipnótica.

—¿Magia de sonido? —leyó Dimaria intrigada—. Y es exterminador... ¿Lo has visto usarla?

—No. En el simulacro utilizó una pistola. Sabía usarla.

Con un segundo suspiro, se levantó y se sentó al lado de ella con las piernas cruzadas. Los dos estaban concentrados en el perfil del exterminador. Dimaria miró de reojo a Natsu y lo vio pensativo. No le fue difícil adivinar qué le pasaba por la cabeza.

—Sus estadísticas son bastante altas —dijo, leyendo la información—. Treinta y tres de cincuenta en Aptitud física es bastante para ser un recién llegado. Y un veintinueve en en Teórica tampoco es usual. ¿Crees que no es un novato?

Natsu frunció el ceño, sin poder estar completamente seguro de aquella afirmación. Sin duda, al igual que él, Erik guardaba sus verdaderas habilidades bajo la manga. No obstante...

—No lo sé —reconoció, apagando el intercomunicador. Con la nariz hundida en la bufanda, murmuró—: No creo que haya estado antes en la Academia. Más bien diría que su experiencia viene de fuera. Aparenta tener más edad que yo, así que no me parece tan descabellada la opción.

Entonces, Dimaria rió despreocupada.

—Bueno, si es así te has ganado un compañero que te resultará entretenido. —En ese momento, su reloj vibró—. Es Randi. Tengo que irme, le prometí que haría equipo con ella esta semana. ¿Sobrevivirás sin mi compañía?

Natsu la contempló ofendido mientras ella se ponía en pie y se volvía a enganchar la espada al cinturón de su uniforme. Era de las pocas mujeres que llevaban pantalones en vez de falda.

—Siempre lo hago —replicó, levantándose también.

Dimaria rió entre dientes y le bajó la bufanda para robarle un beso e impedir que protestara todavía más.

—Nos vemos mañana Nat.

—No te sobrepases —fue lo único que dijo.

No le pidió que tuviera cuidado en su incursión, ni tampoco que volviera con vida; sabía que lo haría y que, si por algún casual lo mencionaba, lo único que recibiría sería un puñetazo o una patada en la espinilla. Dimaria odiaba que la subestimaran, y no iba a ser él el que pusiera en duda su capacidad.

El mago que no era magoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora