Capítulo 5

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Media hora después, la selección de armas continuaba con una lentitud desesperante. Natsu había perdido la cuenta ya de cuántas veces había explicado cómo se recargaba una pistola mágica y cuál era la diferencia entre esta y una normal. Sentía cómo un fuerte dolor de cabeza comenzaba a apoderarse de él a cada minuto que pasaba, y el parloteo general que lo rodeaba no lo ayudaba a calmarse. Y como tortura personal, ni Mest le quitaba los ojos de encima ni Mavis dejaba de rondar a su alrededor mientras atendía dudas estudiantiles. En esos momentos los odiaba a ambos.

Suspiró, cargándose de paciencia, y se recolocó la bufanda para que no se soltara. Había estado hablando sin parar y, aunque las heridas de su garganta habían desaparecido, la ronquera permanente de su voz le molestaba a cada rato. Deseó un vaso de agua y, por supuesto, unos tapones para los oídos. Justo entonces, dos nuevos estudiantes se acercaron a él, pistolas en mano. Casi soltó un gemido de desesperación al ver que las sujetaban completamente del revés.

—Esto... ¿Dragneel-san?

La que había hablado era una estudiante de uniforme blanco que lo miraba con duda y cierto temor. Era bajita, de ojos grandes y marrones y una curiosa nariz semejante a la de un cachorro; una trenza de lado y un flequillo castaño le enmarcaba el rostro y poseía una curiosa diadema azul. La acompañaba un estudiante que compartía sus rasgos tan extrañamente caninos y Natsu se preguntó si eran parientes. El chico vestía el uniforme negro y, por algún motivo que el de pelo rosa no conseguía comprender, un calcetín le colgaba del cuello. Se obligó a concentrarse, aunque no mudó su expresión de aburrimiento eterno.

—¿Necesitáis ayuda? —preguntó, aunque era obvio que sí.

La chica murmuró un sí tímido y su compañero asintió con, tal vez, demasiada energía. Natsu se tragó un suspiro y de forma inconsciente miró hacia donde estaban Alzack y Bisca. La cola de estudiantes que tenían delante todavía seguía a la mitad.

—¿Nombre? —quiso saber, sacando una de sus pistolas de la funda. Era negra, con un cañón redondo y otro alargado, uno debajo del otro. En la empuñadura, acolchada para mayor comodidad, se entrevía parte de lo que parecía ser el resorte del cargador.

Por un momento, los dos estudiantes fueron absorbidos por la visión del arma pese a que ellos mismos llevaban unas semejantes en las manos. La chica fue la primera en reaccionar:

—Me llamo Coco.

—Toby —e hizo un extraño sonido entusiasmado—. Queremos que nos enseñes a utilizar esto. —Levantó la pistola que cargaba.

Natsu los observó durante un largo rato en silencio, midiéndolos desde su propia experiencia. No le cupo la menor duda de que les quedaba un largo camino por recorrer pero, ¿quién era él para frustrar los sueños de los demás? Al fin y al cabo, él mismo estaba en una posición desventajosa dentro de todo aquel embrollo. Les hizo una seña con la cabeza.

—Venid conmigo. —Comenzó a caminar, alejándose del bullicio, y los dos se apresuraron a seguirlo—. ¿Sabéis las diferencias entre una pistola mágica y una clásica?

—Esto... ¿Que una emplea ethernano y la otra balas? —aventuró Coco.

Natsu asintió y se detuvo a unos diez metros de unas dianas que habían colocado para probar el manejo de las armas de fuego como esas. Todavía con la pistola entre sus dedos, giró sobre sus talones y encaró a los novatos.

—¿Y entre una directa y una interfásica?

Los dos estudiantes se miraron entre ellos, claramente perdidos. Su conocimiento del tema era más bien nulo. ¿Acaso Alzack y Bisca no les habían dicho nada? Tragándose un nuevo suspiro irritado, Natsu les mostró su propia pistola.

El mago que no era magoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora