Capítulo 17

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En el momento en el que el primer rugido sacudió los cimientos de toda la Academia y Central, Mest supo que aquella no era una Ruptura normal. La activación del Código 6 solo fue una confirmación de sus sospechas y, para ese entonces, él ya estaba corriendo hacia el epicentro de la batalla. Mientras tanto, por supuesto, mandaba, a voz de grito, a todos los estudiantes con los que se cruzaba por debajo del Rango A de vuelta a la zona de los dormitorios, lejos de ahí.

Todo era un absoluto desastre. El caos se había apoderado del campus y la gran mayoría de los estudiantes corrían de un lado a otro presos del pánico. Estaba a punto de abandonar el área de Ingeniería para dirigirse hacia la Puerta cuando el ataque perdido de alguna criatura impactó de lleno en uno de los edificios. Se sacudió el suelo. El derrumbe de la pared exterior fue inevitable y, lo peor de todo, dos estudiantes observaban perplejos cómo parte del muro se les venía encima.

Mest se teletransportó sin pensarlo, reduciéndose a sí mismo a una nube de átomos y ethernano que volvió a solidificarse junto a los adolescentes. Agarró a cada uno por el pescuezo y volvió a desaparecer. Varios metros más allá, lejos de cualquier edificio que pudiera caerles encima, los dejó a los dos en el suelo como si fuesen sacos de patatas.

—¿Es que acaso queréis morir? —les reprendió, a voz de grito. Por un momento había pensado que no llegaría a tiempo. Los estudiantes se encogieron en su sitio, pálidos y temblando—. ¿No habéis oído la alarma? ¡Moveos! ¡Salid de aquí de una jodida vez!

Les señaló la dirección que los llevaría al interior del campus, lejos de ahí, con brusquedad y furia. No tuvo que repetirlo dos veces. Ambos emprendieron la carrera con rostros lívidos y tartamudeando disculpas.

Mest chasqueó la lengua, irritado y frustrado. Quería ir y ayudar, pero no dejaba de encontrarse críos molestos con escaso instinto de supervivencia a los que tenía que salvarles el culo.

En ese momento la serpiente del cielo volvió a rugir, y él frunció el ceño. Sus compañeros estaban tardando demasiado en acabar con aquella cosa. Nunca una ruptura había durado tanto, al menos no en las últimas décadas. ¿Qué estaba pasando?

Como era de esperar, no obtuvo respuesta. En su lugar, lo que recibió fue un grito con su nombre:

—¡Mest!

Se volvió por reflejo, y su sorpresa no pudo ser mayor al ver a Zeref Dragneel e Invel Yura aparecer corriendo desde detrás de la esquina de uno de los laboratorios. No supo qué fue más impactante, si el hecho de que se dirigiera a él como si fueran conocidos de toda la vida, o el verlo solo con el uniforme de exterminador, al igual que en la época en la que todavía era un efectivo activo de Central.

—¿Zeref? ¿Qué haces...?

El mayor de los hermanos Dragneel lo interrumpió con un ademán violento.

—No hay tiempo para eso. Necesito que me lleves hasta Central. Ahora.

La perplejidad de Mest le duró escasos segundos. Volvió a fruncir el ceño.

—No pretenderás ir a luchar después de tanto tiempo y mucho menos con semejante cosa. —Le señaló el cielo, donde la serpiente seguía causando estragos contra los que se atrevían a intentar hacerle frente.

La mirada de Zeref no se alteró un ápice. Desde su cuerpo parecían surgir partículas visibles de ethernano negro que se perdían en el viento.

—Acudo a ti por rapidez, no por sermones. No te confundas, Mest. Iré con tu ayuda o sin ella.

De haber sido cualquier otro estudiante, Mest lo habría obligado a dar media vuelta y a regresar a la zona segura de la Academia. Sin embargo, y para su irritabilidad, Zeref ya no era ningún estudiante. De hecho, su voz tenía mucho más peso que la suya dentro de los terrenos de Central. Chasqueó la lengua, molesto, y le puso una mano en el hombro a él y a Invel.

El mago que no era magoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora