Capítulo 26

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En cuanto Lamy vio aparecer a Jackal, supo que esos odiosos humanos tenían los minutos contados. Todavía no había asimilado que Keyes hubiese sido derrotado, pero Jackal era distinto. Él no perdería, era imposible.

Sabiendo que su poder directamente borraría a sus enemigos del mapa, Lamy se permitió sentirse aliviada y dejó que una sonrisa se asentara en su rostro a medida que veía a Jackal adentrarse en su laboratorio destruido. Ardía de rabia al saber que todo su trabajo se había echado a perder por culpa de ese machias, pero cedería el honor de acabar con él con sus propias manos ante el placer de verlo explotar en mil pedazos. Soltó una risa entre dientes. No podía esperar a verlo.

Mientras tanto, Jackal avanzó en la azulada penumbra, pisoteando cristal roto y escombros sumergidos en todo el agua que se amontonaba en el suelo. Parecía relajado, pero sus ojos no perdían detalle de todo el destrozo que había en el lugar.

—Tenía curiosidad por ver por qué Keyes estaba tardando tanto, pero no lo veo por ninguna parte —declaró, cierta advertencia oculta en su voz. Se detuvo a unos cinco metros del grupo, pero su atención recayó en su compañera—. Lamy, lo preguntaré solo una vez. ¿Dónde está Keyes?

Lamy sintió cómo se le erizaba la piel ante el peligro que irradiaba la repentina pregunta. De forma inconsciente, tragó saliva y miró de forma nerviosa cómo en las manos negras del demonio surgía un ligero resplandor que conocía bien.

Jackal no le dio tiempo a contestar, sino que interpretó su silencio como respuesta propia. Sus ojos no se apartaron en ningún momento de las enredaderas que la mantenían atada.

—Veo que no solo has sido tan estúpida que los humanos se han escapado contigo delante, sino que, además, te han capturado y Keyes está muerto por tu incompetencia.

—¿Qué? —Lamy no cabía en sí de la perplejidad—. ¡Jackal-sama, eso no es...!

—Cállate —la interrumpió con un gruñido. Como pocas veces ocurría, no estaba sonriendo—. Por una vez en toda tu jodida existencia, mantén la boca cerrada. Me ocuparé de ti una vez saque la basura.

Lamy no encontró palabras para defenderse ante aquel arrebato, y solo consiguió farfullar incoherencias antes de que Natsu diera un paso al frente.

—Pues te llevará un buen rato. Aquí hay un montón de mierda.

—¡Natsu! —siseó su hermano como advertencia.

Pero él hizo oídos sordos, y su atención se mantuvo firme sobre los movimientos del recién llegado. Jackal estaba rechinando los dientes y una sonrisa espeluznante enseñó sus colmillos.

—Lo he decidido —declaró—. Tú serás el primero.

Dicho esto, desapareció de donde estaba y se plantó delante de Natsu en menos de un parpadeo. Pero Natsu tenía reflejos rápidos, y ya lo estaba esperando. Se defendió de sus garras doblándose hacia atrás y agarró uno de sus brazos con firmeza, dispuesto a rompérselo. Entonces vio a Jackal sonreír maníaco y supo que eso había sido una mala idea.

El aire junto a su oído pareció crepitar y por el rabillo del ojo vio un destello. Lo soltó por instinto y lo empujó lejos. La explosión sucedió casi al mismo tiempo y lo lanzó al suelo. Su espalda se arrastró por los escombros y el agua y en su cabeza un molesto zumbido le entumecía los sentidos y el cerebro.

Se incorporó con un gruñido y gran esfuerzo. Las heridas de sus brazos escocían y palpitaban, al igual que su recién magullado costado. Había aterrizado muy mal, y prácticamente podía sentir cómo se le estaba formando un cardenal a la altura de las últimas costillas. Su único consuelo era que, al menos, no parecían estar rotas.

El mago que no era magoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora