Capítulo 28

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Loke simplemente no podía creer lo que acababa de presenciar.

Tártaros, la agrupación de demonios que tantos dolores de cabeza les había dado a los Espíritus Celestiales, acababa de ser reducida a nada por un grupo de simples humanos, de los cuales la mitad parecía estar en perfectas condiciones para, al menos, otros dos asaltos más.

Se le erizó la piel observándolos, y ni siquiera pudo culparse a sí mismo por ello. Lo que había ocurrido delante de sus mismas narices no tenía precendentes y, la verdad, se creería mucho antes que todo fuese un sueño si no fuera porque tenía en brazos a Gemini como recordatorio de que aquello era real, de que había sucedido y que no estaba alucinando.

Primero los que lo habían sacado de la hipnosis y de la celda, Gildarts y Silver. Después, su encuentro con la mujer de trenzas pelirrojas que había negociado con él para luego impedir la transformación completa del Cubo como si nada. Y por si eso no hubiese sido suficiente, el otro hombre que manipulaba el hielo, después de acabar con Seilah en cuestión de tres minutos, congeló el mismo Cubo casi en toda su extensión sin mover un solo dedo.

A esas alturas, Loke ya pensaba que nada podía sorprenderlo más, pero se equivocaba.

Lo comprobó cuando, poco después de que la mujer, Irene, los guiara hacia una zona del Cubo destrozada donde se encontraron con otros dos de sus compañeros y a Lamy, la misma los llevó a todos fuera de ahí, hasta el suelo, justo a tiempo para ver al joven de pelo rosa que había peleado con él masacrar a Mard Geer con una brutalidad elegante que lo dejó mudo.

Fue entonces cuando Loke se paralizó, contemplando perplejo cómo, tras el eco del disparo final, el chico se desplomaba inerte en el suelo, incapaz de seguir en pie ante todas las heridas que estaba soportando y que hacían que Loke se preguntara cómo narices seguía respirando. Al instante, varios corrieron en su dirección, alarmados. El mismo nombre salió de la boca de todos casi al unísono:

—¡Natsu!

El primero en llegar hasta él fue el joven de pelo negro con el que había descendido del Cubo. Vio cómo caía de rodillas a su lado con el gesto ensombrecido por la preocupación y le colocaba los dedos en el cuello con una urgencia casi violenta.

Loke no pudo verle la expresión después de eso, pues una mujer rubia armada con una espada atada al cinturón se colocó del lado contrario y le cortó la línea de visión. Sin embargo, tras un par de segundos tensos en los que nadie se atrevió ni siquiera a respirar, el suspiro cargado de alivio del hombre resonó por toda la explanada:

—Tiene pulso.





Natsu se despertó con la boca llena del sabor de la ceniza.

Todavía con los ojos cerrados, tragó con desagrado, y se pasó la lengua por los labios resecos. Necesitaba un trago de agua, pero el cuerpo le pesaba como si estuviese hecho de plomo, y el mero pensamiento de mover los brazos hacía que se sintiera agotado.

Aun así, se obligó a abrir los ojos y parpadeó con fuerza ante la intensa e inesperada luz blanca que tenía justo encima de su cabeza. Por un momento, lo único que vio fueron manchas, y necesitó de varios intentos para conseguir acostumbrarse a la claridad que lo rodeaba.

Se sentía desorientado. Lo último que recordaba era un dolor palpitante inundando su cuerpo y la expresión furiosa de Mard Geer debajo de él mientras la adrenalina y la furia le rugía en los oídos y en la sangre.

Ahora, sin embargo, había demasiada paz a su alrededor, demasiado silencio, y el aire se sentía viciado, como si le faltara algo. Inspiró hondo, y solo entonces percibió con claridad la presión de un objeto en su cara que conocía bien y que arrancaba recuerdos poco agradables.

El mago que no era magoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora