Suspiró y miró para el fondo de su copa de champán, preguntándose qué demonios hacía en ese lugar. A través del cristal, vio el destello dorado que adornaba el dedo anular de su mano izquierda: un fino aro de oro; no las veía, pero sabía que grabadas en la cara interna del anillo había una fecha y un nombre.
La fecha de su boda y el nombre de la que era su esposa.
Se sintió inmediatamente culpable al pensar en ella. Dejó la copa con decisión sobre la barra y se dio la vuelta, ajustándose la chaqueta de su traje.
Se iría a casa. Llegaría temprano por una vez, podría repasar los deberes con Boruto, leerle un cuento a Himawari antes de dormir y luego darles las buenas noches a los dos, a sus hijos. Y luego podría preparar un baño de burbujas para él y para su mujer. Se tomaría el tiempo para mimarla, para acariciarla y para hacerle el amor.
Cerró los ojos mientras el peso de la culpa lo aplastaba. ¿Cuándo había sido la última vez que le hizo el amor a su mujer? Simplemente... el trabajo había ido en aumento, se había dejado absorber por su puesto de presidente de una de las empresas más prósperas del país, había roto todas y cada una de las promesas que había hecho el día que se casaron.
Recordar aquel día trajo una expresión melancólica a su rostro. Se habían casados más enamorados que nunca, seguros de que el futuro sería maravilloso. Pero él se había encargado de aplastar todos y cada de los bellos sueños que ambos habían forjado antes de que la cruda y estúpida realidad les diese una patada en el culo.
Dejó salir un tembloroso suspiro y dio dos pasos, dispuesto a irse de aquella fiesta. Sai―uno de sus mejores amigos―le había sugerido que podría rebajar tensiones si acudía. Era una especie de baile de máscaras, donde las mujeres y los hombres escondían sus identidades tras elaborados antifaces, pudiendo así dar rienda suelta a sus más oscuros deseos y anhelos.
Él no necesitaba nada de aquello, no cuando tenía todo lo que siempre había querido y soñado en casa.
Estaba a punto de alcanzar la salida de aquel exclusivo club cuando una mano pequeña y delicada se posó en su brazo, deteniendo sus pasos.
―¿Se marcha tan pronto?―Él volvió la cabeza, encontrándose con la criatura más exquisita que había visto nunca.
Porque solo se le ocurría esa palabra para describirla: exquisita.
Llevaba un vestido de cóctel de encaje de color negro, ceñido a un pecho generoso y con vuelo en la falda, que acariciaba unas blancas y más que perfectas piernas, con unas rodillas encantadoramente redondeadas. Le dieron ganas de arrodillarse en el suelo, acariciar esa suave piel y mordisquear los cucos pliegues que la piel hacía, denotando así que no era una chiquilla; pero tampoco parecía ser muy mayor. Se notaba que había puesto extremo cuidado en su apariencia.
Tenía un cabello negro, brillante y sedoso, que llevaba suelto y en un corte recto propio de las mujeres maduras que preferían aparentar los años que tenían en vez de utilizar trucos para quitarse años de encima. También llevaba un antifaz de terciopelo negro tras los que se adivinaban unos redondos y sagaces ojos grises que lo atrajeron como si de un imán se tratasen.
Pero ella no lo necesitaba. Estaba preciosa, era preciosa, se corrigió.
―Me temo que sí―contestó cuando al fin pudo encontrar su voz. Se aclaró la garganta y puso la mano sobre la pequeña de ella, sintiendo la suavidad y el calor de la misma bajo su palma―. Me esperan en casa. ―La mujer curvó los labios en una sonrisa seductora.
―¿Es así?―Él asintió, imposibilitado para apartar los ojos de aquellos orbes grisáceos que lo tenían atontado. La mujer suspiró―. Es una pena. Llevo un rato buscando a un buen bailarín, y creía que usted podría ser un buen candidato. ―Naruto sonrió y negó con la cabeza.
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Simply Love
FanfictionReconocer el amor es sencillo, tan simple como respirar. No importa el cómo y el cuándo, solo que, un día, te despiertas sabiéndote lleno de ese hermoso sentimiento, una persona nueva. Más completa. Especialmente cuando tienes la fortuna de que ese...