Día 17: eres preciosa

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Naruto Uzumaki, el héroe de Konoha y de todas las naciones ninja, el salvador del mundo shinobi, el niño de la profecía, la reencarnación de Ashura y nuevo sabio de los seis caminos, que albergaba un poco de chakra de cada bijū en su interior...

Estaba asustado.

Terrible, tremenda, sincera y profundamente asustado.

Aquella noche sería la celebración del festival de Rinne, el primero desde que tenía novia, el primero al que iba a ir en su vida, en el que iba a quedarse hasta el final, sabiendo que nadie lo perseguiría hasta su casa ni le lanzaría malas miradas ni insultos de ningún tipo.

En el anterior no tuvo mucho tiempo para ver nada, puesto que al ser perseguido continuamente por toda la aldea por casi todas las chicas jóvenes, que querían entregarle sus regalos, apenas había podido disfrutar de los puestos, de los juegos y de los fuegos artificiales.

Pero ese año sería diferente. Iba a ser diferente. Ahora tenía novia―futura esposa sería más correcto decir, ya que en un par de semanas se casarían―, e iba a tener no solo el placer de recorrer a gusto un festival, sino que, además, iba a hacerlo en la mejor compañía posible.

Al lado de su Hinata.

Sonrió al pensar en ella y comprobó una vez más que tuviera toda su ropa en su lugar. Se había puesto un yukata azul con una chaqueta de punto para abrigarse, todo salido de las maravillosas y hábiles manos de Hinata. Alrededor del cuello estaba la bufanda roja que Hinata le había obsequiado hacía ya un año. Se la acomodó mejor y sus manos acariciaron la suave lana, sintiendo la calidez de la misma filtrarse en su piel. A menudo sus amigos decían que era un ñoño y un cursi, pero él creía firmemente que podía sentir el cariño que su chica le profesaba con solo tocar aquella bufanda que era tan especial para los dos y que tanto representaba para ellos.

No tanto como el jirón carmesí que él tenía a buen recaudo en el primer cajón de su mesilla de noche, de dónde todas las noches lo sacaba para ponerlo bajo la almohada. Dormir con ese trozo deshilachado de tela bajo su cabeza era como sentir que Hinata estaba con él, cuidándolo y protegiéndolo, alejando a los malos espíritus y los malos pensamientos.

―¡Naruto-kun!―Escuchó la voz de Hinata y se enderezó. La joven Hyūga venía corriendo todo lo que la estrecha falda de su yukata lila claro le permitía. En la mano ondeaba un pequeño bolsito de tela―. Pe-perdona... ―Se detuvo ante él, jadeando por la carrera―. E-el consejo...

―¡No pasa nada'ttebayo! ¡Acabo de llegar!―se apresuró a exclamar él, moviendo las manos frente a ella para tratar de tranquilizarla.

Hinata se incorporó y le sonrió, tímida, como solo ella sabía hacerlo. Naruto le devolvió el gesto, también con cierto grado de timidez, un leve tono rojizo coloreando sus caras.

―Esto...

―¿Vamos?―Naruto le tendió su mano y ella la tomó, sintiendo la emoción llenarla, como cada vez que estaba a su lado.

Echaron a andar por el medio de la calle. A cada lado, se levantaban los distintos puestos del festival. Naruto quiso probar suerte en el de la pesca de peces, algo que secretamente siempre había querido probar, pero nunca había tenido la oportunidad hasta ahora.

Hizo varios intentos, frustrándose cada vez que la pequeña pala de papel se rompía. Arrodillada a su lado, Hinata reía y lo animaba. Al final, consiguió un bonito pez de colores que acabaron soltando, dado que ninguno tenía pecera en casa ni un sitio donde tenerlo.

El entusiasmo y la emoción por haber conseguido al pececito le abrió el apetito.

―¿Te apetece comer algo?―Hinata le sonrió, cariñosa.

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