Miró por enésima vez para la hoja de periódico frente a él. Releyó el anuncio que había estado mirando durante la última hora, con el pulso latiendo fuertemente en sus oídos.
«Chico joven, 20 años, saludable, atractivo, discreto, estudiante, se ofrece para acompañante y lo que surja. Teléfono de contacto: 345-720-761».
Arrugó las páginas y las lanzó al otro lado de su minúsculo apartamento. Había puesto ese anuncio en un impulso, acuciado por la necesidad y el agobio. Debía tres meses de alquiler y el casero ya le advirtió aquella mañana que no iba a darle más prórrogas: o pagaba en una semana o lo echaba a la puta calle, en palabras textuales del gordo cabrón cuyo aliento apestaba a sake barato que tiraba para atrás.
Había escuchado rumores entre algunos de sus compañeros universitarios, sobre chicas y chicos que se metían en agencias especializadas en proporcionar compañía. Pero él carecía de los requisitos para que lo cogiesen entre sus filas: no sabía idiomas, no era sofisticado, no sabía de economía ni de política ni de moda ni de nada y, aunque de físico no estaba mal, tenía una personalidad demasiado escandalosa e hiperactiva, que no gustaba a la clase de mujeres que iban a esas agencias.
Así que aquel anuncio había sido un producto de la desesperación. Se había gastado los pocos ahorros que le quedaban en el banco para publicarlo y a ver si tenía un golpe de suerte.
Solo pedía eso: un poco de suerte, por una vez en la vida, necesitaba que las cosas le fueran bien. Nada había ido bien desde que consiguió ingresar en la universidad.
Suspiró. Ya habían pasado tres días desde que publicó el anuncio y aún nadie había llamado. Se suponía que aquel era un periódico casi exclusivo para señoras ricas, de la alta sociedad. Sus redactores ya estaban acostumbrados a recibir y publicar ese tipo de anuncios, así que la amable secretaria con la que había hablado por teléfono le aseguró que no tendrían ningún problema en publicar su anuncio. Y así había sido.
Una semana. Tenía una semana todavía.
Una llamada, solo necesitaba eso: una puñetera llamada. ¿Era acaso mucho pedir?
Decidió que no hacía nada allí sentado, dándole vueltas a la cabeza. Se levantó y fue hacia la cocina―si es que se le podía llamar así―que había en un rincón, para prepararse un poco de ramen instantáneo. Calentó el agua, la vertió en el vaso y esperó los tres minutos de rigor.
Puso la televisión y paró en un canal donde daban un programa de humor, para pasar el rato y no pensar en nada durante unos minutos. Estaba terminando de sorber los últimos fideos de su ramen cuando la melodía de su móvil hizo eco por toda la habitación.
Se quedó paralizado, con los ojos muy abiertos. La melodía terminó y empezó otra vez. Consciente de que la llamada se cortaría en cuestión de segundos, tiró el vaso de ramen sobre la mesa y se abalanzó sobre el móvil, que vibraba sobre el tatami, a su lado.
―¿Di-diga? Quiero decir... ―Se aclaró la garganta―. ¿Diga?―Escuchó una risa suave que lo hizo estremecerse.
―Ho-hola... ―Escuchó un carraspeo y, en cierta manera, le reconfortó saber que ella estaba tan nerviosa como él―. Perdona por llamar a estas horas...
―¡No, no! No estaba... no estaba haciendo nada importante'dattebayo. ―Escuchó a la mujer respirar hondo y él la imitó, intentando no hacer ruido.
―Verás... e-encontré tu número en el periódico y... bueno... M-me animé a llamar... ―Naruto sonrió; su corazón palpitaba. Ahí estaba su gran oportunidad. Y no podía dejarla escapar.
No iba a dejarla escapar.
―Eso veo. ¿Quieres que quedemos...
―Y-yo... ―siguió una pausa, en la que él rezó, rezó con todas sus fuerzas a todos los dioses que conocía―. S-sí. Eso... eso estaría bien. ―El alivio lo recorrió entero―. Hum... ¿p-podrías venir hasta el Museo de Artes mañana a mediodía? ¡T-te invitaré a comer!―El estómago se le volvió de piedra.
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Simply Love
FanfictionReconocer el amor es sencillo, tan simple como respirar. No importa el cómo y el cuándo, solo que, un día, te despiertas sabiéndote lleno de ese hermoso sentimiento, una persona nueva. Más completa. Especialmente cuando tienes la fortuna de que ese...