Día 25: ¡todo controlado!

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―¿Seguro que estarás bien?―Naruto sonrió ampliamente a su dulce y amorosa esposa e inclinó el rostro para besar ese cuco ceño de preocupación que le arrugaba la frente.

―Solo van a ser un par de días, ¿no? ¡No te preocupes! ¡El próximo Hokage lo tiene todo controlado'dattebayo!―exclamó, golpeándose en el pecho con el pulgar.

Hinata suspiró y echó un último vistazo a la entrada de su hogar, antes de tomar su mochila y abrir la puerta.

―¿Sabes? Creo que iré a decirle al Sexto que mejor-

―¡Hinata, que yo puedo, de verdad! ¡Son bebés todavía, ¿qué puede salir mal?!―Hinata se mordió el labio inferior, la frente arrugándosele nuevamente por la preocupación.

Hacía una semana que se le había acabado la baja por maternidad. Días después, Kakashi la llamó a ella y a su equipo para encargarles una misión de rastreo. Kiba y Shino estaban eufóricos, puesto que iba a ser la primera vez en meses que volverían a salir juntos, como el equipo que eran desde los doce años. Hinata mentiría si dijera que no estaba un poquito emocionada. Pero... aunque iba a ser una misión corta... ¿qué madre abandona a sus bebés por algo como el trabajo? Peor aún.

¿Qué madre dejaba a sus bebés en manos de Naruto Uzumaki? No es que no fuera un buen padre―que lo era, el mejor, se desvivía por sus pequeños y los amaba con locura―, pero Naruto era torpe en lo referente a las tareas domésticas. Además: siempre había contado con su ayuda para cuidar de Boruto y Himawari, nunca había estado solo con los niños más que, a lo sumo, un par de horas. Sabía cambiarlos, darles de comer e incluso bañarlos y acostarlos... De uno en uno. ¿Sería capaz de hacer lo mismo con los dos a la vez?

La preocupación iba reflejándose cada vez más en el rostro de Hinata al tiempo que la sonrisa se borraba lentamente del de Naruto. Ahora, era el rubio Uzumaki el que ostentaba un pronunciado ceño entre sus ojos.

―¿Es que no confías en mí'dattebayo?―Un rubor de culpabilidad tiñó las pálidas mejillas de la joven.

―¡N-no es eso, Naruto-kun! ¡P-por supuesto que confío en ti! E-es solo que... e-es la primera vez que voy a dejar a Himawari y... ―Naruto sonrió, ahora comprensivamente.

―Lo sé―dijo él, bajando la cabeza y pegando la frente contra la de su mujer―. Pero, eh, todo va a estar bien. Yo estoy aquí y los cuidaré como nunca'ttebayo. ―Él sabía lo que Hinata estaba sintiendo en estos momentos, porque era lo mismo que él experimentaba cada vez que tenía salir a una misión y dejarla a ella sola con los niños.

Pero eran una familia de shinobis, necesitaban el dinero―Boruto y Himawari gastaban en ropa y comida el equivalente lo que él en un año en ramen―y, además, Hinata llevaba unos días cansada y medio deprimida―sí, él también se daba cuenta de esas cosas, no era tonto―, y tal vez pasar unos días fuera de casa le vendría bien para despejarse y desconectar.

La besó dulcemente, a modo de despedida. Cuando se separaron, sus preciosos ojos perlas lo miraban, brillantes.

―Anda, vete ya. Kiba y Shina deben de llevar ya un buen rato esperándote'dattebayo. ―Hinata se mordió el labio una vez más y luego, al fin, se dio la vuelta y salió casi corriendo de la casa, atravesando el pequeño caminito delantero a toda prisa, sabiendo que si demoraba más perdería el valor para irse.

Naruto se quedó mirando la figura femenina hasta que esta desapareció en el horizonte. Luego, suspiró y cerró la puerta de la casa. Se volvió hacia las escaleras y miró hacia el piso de arriba.

―Hum... Aún siguen durmiendo. Creo que iré preparando el desayuno. Así ahorro tiempo'ttebayo. ―Asintiendo afirmativamente para sí, se adentró en la cocina y cogió un biberón de Himawari y una taza para Boruto. Llenó el biberón con la leche materna que Hinata había dejado en botes en la nevera y la taza con leche de la normal. Primero puso a calentar el biberón para Himawari y acto seguido lo pasó bajo el agua tibia del grifo del fregadero, para enfriarlo cuanto antes.

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