Día 21: te veo

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Dio un sorbo a su café mientras sus azules ojos no se despegaban de la elegante casa al otro lado de la calle. Vio movimientos en una de las ventanas del piso superior y levantó su cámara. Disparó varias fotos y cuando la silueta misteriosa desapareció de la vista bajó el objetivo.

Volvió a dar otro sorbo a su termo de café. No debería, porque en breve empezaría a sentir unas acuciantes ganas de ir a hacer pis, pero si no tomaba cafeína no sería capaz de mantenerse despierto por el resto de la noche.

Su cliente más importante le había pedido lo que le pedía siempre: que vigilase a su hija mayor. Quería saber qué hacía en cada momento, dónde estaba, con quién, cuándo comía, bebía o cagaba.

Normalmente encargaba estas tareas más propias de principiantes a uno de sus becarios, pero si se trataba de Hiashi Hyūga, era menester que se encargase él mismo. Gracias a él era que su pequeña agencia de detectives había prosperado hasta ser la enorme sede que era en la actualidad.

Consultó su reloj: era cerca de la una de la mañana. Estaría un par de horas más y luego se iría a casa. Al día siguiente recuperaría el sueño perdido. Era el jefe, al fin y al cabo, podía permitírselo.

Siguió atento a la casa a oscuras y en silencio, esperando en vano que algo se moviera o que una luz se encendiera. Él sabía perfectamente que nada ni nadie iba a moverse esa noche. Pero Hiashi Hyūga era un paranoico consumado, preocupado hasta la extenuación por la seguridad de sus dos hijas. Así es que le encargaba a Naruto la tarea de vigilar en las sombras y de que le informara de el más mínimo movimiento sospechoso.

Aunque nada había nunca de extraño o emocionante en la vida de las dos hermanas Hyūga. La pequeña, Hanabi, era un poco más interesante, quizá, que la mayor, porque salía más y se movía más por la ciudad con sus amigos. Al contrario que su hermana mayor, Hinata, que prefería pasar las tardes estudiando en la biblioteca o leyendo un libro en su habitación.

Se recostó en el asiento del coche y se fue terminando su café a sorbitos. Como predijera, ni una mosca se movió en aquella casa, y dudaba mucho que en las siguientes tres horas las dos jóvenes saliesen alegremente de la comodidad y el calor de sus camas.

Respirando aliviado, puso en marcha el coche y enfiló rumbo a su casa, un pequeño apartamento suficiente para él solo. Podía permitirse algo mejor en una zona mejor, pero llevaba viviendo allí desde los dieciocho años, le tenía cariño al sitio y, además, se ahorraba un exorbitante alquiler.

Bostezó al tiempo que entraba en su habitación y empezaba a desnudarse. Vio que tenía un mensaje nuevo en el móvil y lo cogió mientras se acomodaba entre las sábanas frescas.

Sonrió suavemente al leer tanto el remitente como el contenido.

Contestó la sencilla línea sabiendo que el emisor no vería su respuesta hasta dentro de unas horas.

Bostezando nuevamente, dejó el teléfono en la mesilla de noche y cerró los ojos, permitiendo que el sueño lo venciera, al fin.

Al día siguiente tenía muchas cosas que hacer...



―Ten, las fotos del caso para Hyūga. Extraño arreglo el que quiere el viejo. ―Naruto bostezó y asintió hacia su amigo y socio de negocios, Shikamaru Nara.

―Es rarito, pero paga bien'dattebayo.

―Eso no te lo discuto.

―Se lo debo, Shikamaru. Sin él...

―No tendrías todo esto bla bla bla. Ya me conozco el cuento... ―Naruto revisó las fotografías de la carpeta que Shikamaru le acababa de pasar.

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